Cap VII De la paciencia y de la fortaleza 25-30



25. Unos hermanos preguntaron a uno de los famosos Padres del desierto: «Padre, ¿cómo puedes estar aquí soportando este trabajo?».
El anciano les dijo: «Todo el trabajo del tiempo que llevo aquí no se puede comparar a un solo día de los tormentos que esperan al pecador en la otra vida».

26. Un anciano decía: «Los monjes antiguos no cambiaban fácilmente de residencia a no ser por una de estas tres causas: sí alguno estaba en contra de ellos y a pesar de hacer todo lo posible por darle gusto no podían aplacarle; si les ocurría el ser alabados por mucha gente, o si caían en tentación de impureza».

27. Un hermano dijo al abad Arsenio: «¿Qué debo hacer pues estoy afligido por este pensamiento: sí no puedes ayunar ni trabajar, al menos visita a los enfermos, que esto es digno de recompensa?». .

Conoció al anciano la insinuación diabólica, y le dijo: «Vete, come, bebe y duerme, pero no salgas de tu celda». Sabía que la fidelidad a la celda lleva al monje a la perfección. Tres días después el monje fue preso de acedia. Pero encontró unas pequeñas palmas, las cortó y al día siguiente se puso a hacer con ellas una estera. Al sentir hambre se dijo: «Ya quedan pocas palmas, las terminaré de tejer y entonces comeré». Y al terminar se dijo de nuevo: «Leeré un poco y luego comeré».

Y cuando terminó su lectura pensó: «Recitemos algunos salmos y después comeré sin escrúpulos». Así, poco a poco, con la ayuda de Dios fue progresando hasta conseguir llegar al cumplimiento de su obligación. Y adquirió seguridad para vencer los malos pensamientos.

28. Un hermano preguntó a un anciano: «¿Por qué soy presa de la acedia cuando estoy en mi celda?».

 Y el anciano le dijo: «Porque todavía no has contemplado la esperanza de la resurrección ni los tormentos del infierno; pues si llegases a ver esto, tu celda estaría llena de gusanos y tú sumergido en ellos y no padecerías acedia».

29. Los hermanos rogaban a un anciano que descansara de su rudo trabajo; pero él les respondió: «Creedme, hijos, a la vista de los grandes y maravillosos dones de Dios, Abraham se lamentó de no haber luchado más contra las dificultades».

30. Un hermano dijo a un anciano: «Mi imaginación vaga de un lado para otro y estoy atribulado».
El anciano respondió: «Permanece en tu celda y tus pensamientos volverán a estar en orden. Cuando una asna está atada, su borriquillo se mueve de aquí para allá, pero vuelve siempre donde su madre, dondequiera que esté. Lo mismo ocurre con los pensamientos de aquel que por amor a Dios aguanta con paciencia en su celda. Pueden vagar un poco pero de nuevo vuelven a él».