«La Iglesia Católica tiene esta extensa doctrina del purgatorio, inventada en la Edad Media. La Iglesia incluso solía vender indulgencias para acortar el tiempo que uno pasaría en el purgatorio en un número fijo de días. Esta doctrina se basa en libros que no pertenecen a la Biblia. No hay lugar o región en el más allá para los salvados, excepto el cielo. No hay dolor en el más allá, y en el mismo minuto en que morimos vamos al cielo, como dice Pablo, ‘Estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo’, orar por las personas en el purgatorio no tiene sentido. Peor aún, contradice la suficiencia de la obra de Cristo. Es completamente antibíblica. Ningún protestante podría creer en ella.»
¿Qué diría usted?.
Bueno, lo primero que debería decir es «¡Epa! ¡Tranquilo! Un argumento por vez, ¿de acuerdo?» Entonces considere con él sus argumentos en forma individual…
1. «La Iglesia Católica tiene esta extensa doctrina del Purgatorio».
Esto es bien falso. Como ilustración, la sección acerca del purgatorio en el Catecismo de la Iglesia Católica consta de sólo tres párrafos (CIC 1030-1032). En esencia, hay sólo tres puntos acerca del tema, sobre los cuales insiste la Iglesia Católica:
(1) que hay una purificación después de la muerte,
(2) que esta purificación involucra algún tipo de dolor o incomodidad,
y (3) que Dios asiste a los que atraviesan esta purificación, en respuesta a las acciones de los que están vivos. Entre las cosas acerca de las cuales la Iglesia no insiste están las ideas de que el purgatorio es un lugar o que dura tiempo, como veremos más abajo.
2. «Inventada en la Edad Media».
La idea de que el purgatorio es una invención tardía es similarmente falsa. De hecho, ha sido parte de la religión verdadera desde el tiempo de Cristo. Se atestigua acerca de ella no sólo en 2 Macabeos, que da testimonio directamente de la creencia (ver más abajo), sino en otros libros judíos precristianos, como La Vida de Adán y Eva, que dice que Adán será liberado del purgatorio en el Ultimo Día.
Era también parte de la verdadera religión en tiempos de Jesús, como muestran los escritos del Nuevo Testamento. Y ha sido parte de la verdadera religión siempre desde los tiempos de Cristo, como también muestran los escritos de los Padres de la Iglesia (ver el tema «El Purgatorio en la Iglesia Primitiva y los Padres de la Iglesia»).
No sólo los católicos creen en esta purificación final, sino que también lo hacen los ortodoxos orientales (aunque frecuentemente no usan el término «purgatorio» para referirse a ella), al igual que los judíos ortodoxos. De hecho, hoy en día, cuando muere un ser querido de una persona judía, ésta reza una oración conocida como el Qaddish del apenado, durante los once meses siguientes a la muerte, por la purificación de la persona amada.
Como la doctrina del purgatorio fue sostenida por judíos precristianos, judíos postcristianos, católicos y ortodoxos orientales, nadie pensó en negarla hasta la reforma protestante, y es así que sólo los protestantes la niegan hoy en día.
3. «La iglesia incluso solía vender Indulgencias para acortar el tiempo que uno pasaría en el Purgatorio en un número fijo de días«.
Acerca de este argumento, primero señale que en realidad trata acerca de las indulgencias, que es un tema separado (ver mi artículo, «Introducción a las Indulgencias«). Si alguien desea realmente escuchar lo que los católicos tienen para decir acerca de sí mismos, se debe tratar con un tema por vez, no varios a la vez en una especie de enfoque «a quemarropa» de la apologética.
En segundo lugar, las indulgencias nunca fueron vendidas. En determinado tiempo, durante un período de quizás doscientos años, era posible dar una donación caritativa a determinada causa, como un fondo para construir un orfanato o un templo, como una de las maneras en las que una indulgencia podría ser obtenida. No es diferente de lo que hacen los ministerios protestantes que ofrecen algo a cambio de una contribución caritativa u «ofrenda de amor» a una causa meritoria. Sin embargo, a causa del escándalo que los protestantes produjeron, hace más de cuatrocientos años (poco después del Concilio de Trento) la Iglesia prohibió la donación caritativa como medio de obtener indulgencias.
En tercer lugar, los protestantes suelen confundirse acerca del número de «días» que solían estar asociados a las indulgencias. No tienen nada que ver con el tiempo en el purgatorio. Las indulgencias originariamente surgieron como una manera de acortar el período de penitencia en la tierra. El número de «días» asociado a las indulgencias no era entendido como acortando el tiempo en el purgatorio, sino facilitando la purificación luego de la muerte de una manera análoga a la reducción del período penitencial terrenal durante el número de días indicado.
En cuarto lugar, como algunas personas se confundían pensando que el purgatorio era reducido en un número dado de días mediante una indulgencia, la Iglesia abolió el número de «días» asociado a las indulgencias, específicamente para eliminar esta confusión.
En quinto lugar, la razón por la cual los «días» nunca fueron entendidos literalmente como días de descuento del purgatorio, es que los teólogos medievales, tales como Santo Tomás de Aquino, que vivían precisamente en el período en el que estos «días» se asociaban a las indulgencias, fueron muy claros acerca del hecho de que el tiempo no funciona de la misma manera en el más allá, que como lo hace aquí.
De hecho, tenían un término especial para él, y contrastaban tres diferentes modalidades temporales- el curso ordinario de eventos que experimentamos aquí en la tierra, llamado «tiempo»; el presente perpetuo que experimenta Dios, llamado «eternidad»; y el estado intermedio, no tan bien entendido, experimentado por los que están en el más allá, conocido como «eviternidad».
De modo que la Iglesia nunca ha dicho que el purgatorio involucre el mismo tipo de tiempo que experimentamos aquí en la tierra, o incluso cualquier tiempo en absoluto. Por eso el cardenal Joseph Ratzinger, que no es ningún teólogo liberal, escribe que el purgatorio puede involucrar duración «existencial» más bien que «temporal» (ver el libro «Escatología», de Ratzinger). Puede ser algo que uno experimenta, pero que lo experimenta en un momento, en lugar de algo que uno atraviesa a través del tiempo.
4. «Esta doctrina se basa en libros que no pertenecen a la Biblia».
Cuando un protestante dice esto, tiene en mente 2 Macabeos 12, donde Judas Macabeo y sus hombres oran por sus camaradas caídos que «se habían dormido en la justicia», de modo que pudieran ser «librados de sus pecados» en el más allá, y que era un «santo y piadoso pensamiento» que hicieran esto.
Por lo tanto 2 Macabeos apoya la oración por los muertos para que éstos puedan ser librados de las consecuencias de sus pecados (ya que lo que tenían en mente necesariamente eran las consecuencias del pecado, ya que no se peca en el más allá). Como no es placentero estar sujeto a las consecuencias de los pecados de uno, podemos inferir algún tipo de dolor o incomodidad, y por lo tanto la doctrina completa del purgatorio-una purificación (liberación) luego de la muerte, que involucra algún tipo de dolor o incomodidad, y que puede ser asistida por las oraciones de los vivos.
Sin embargo, si bien 2 Macabeos 12 ciertamente enseña la doctrina del purgatorio, la doctrina de ninguna manera está «basada en» ese pasaje. Esta doctrina puede ser sostenida por numerosos pasajes en el Nuevo Testamento, pero más fundamentalmente (y esto es lo que usted debería señalar a los protestantes), puede ser deducida de los principios de la teología protestante por sí sola.
Vea, los protestantes son muy firmes (de hecho, insistentes) acerca del hecho de que continuamos pecando hasta el fin de esta vida a causa de nuestra naturaleza corrompida. Sin embargo, son igualmente insistentes (si los presiona) acerca del hecho de que no pecaremos en el cielo porque ya no tendremos una naturaleza corrompida. Por lo tanto entre la muerte y la gloria tiene que haber una santificación-una purificación-de nuestra naturaleza.
Esta purificación quizás no transcurra en el tiempo, pero como hemos visto, esto no es obstáculo para la doctrina del purgatorio. Permanece el hecho de que entre la muerte y la gloria debe haber una purificación, y eso es por definición el purgatorio-la purificación final o, para decirlo en términos más protestantes, «la santificación final» o «el último tramo de la santificación».
5. «No hay lugar o región en el mas allá para los salvados, excepto el cielo.»
Bueno, quizás esto sea verdad. La Iglesia enseña que el purgatorio es la purificación final, pero no que tenga lugar en alguna región especial del más allá. Así como no sabemos cómo funciona el tiempo en el más allá-lo que significa que el purgatorio quizás no lleve tiempo- tampoco sabemos cómo funciona el espacio en el más allá, especialmente para las almas desencarnadas-lo que significa que el purgatorio podría no ocurrir en un lugar en especial.
La purificación final puede tener lugar en la presencia inmediata de Dios (hasta donde la presencia de Dios pueda ser descripta en términos espaciales). De hecho, en su libro acerca de la escatología, el cardenal Joseph Ratzinger describe el purgatorio como un ardiente y transformador encuentro con Cristo y su amor:
«El purgatorio no es, como pensaba Tertuliano, una especie de campo de concentración supramundano donde uno es forzado a sobrellevar castigos de una manera más o menos arbitraria. Más bien es el proceso de transformación internamente necesario, por el cual una persona se vuelve capaz de Cristo, capaz de Dios [es decir, capaz de la unión total con Cristo y Dios], y por lo tanto capaz de unidad con toda la comunión de los santos.
El simple hecho de considerar a las personas con cierto grado de realismo, es darse cuenta de la necesidad de un proceso así. No reemplaza la gracia por las obras, pero permite a la primera lograr su victoria total precisamente como gracia. Lo que de hecho salva es el consentimiento pleno de la fe.
Pero en la mayoría de nosotros, esa opción básica está enterrada bajo una gran cantidad de madera, heno y paja. Sólo con dificultad puede salir desde abajo del entramado de un egoísmo que somos incapaces de demoler con nuestras propias manos. El hombre es el receptor de la divina misericordia, pero esto no lo libera de la necesidad de ser transformado. El encuentro con el Señor es esta transformación. Es el fuego que consume nuestra escoria y nos transforma para ser vasos de eterno gozo».
Por lo tanto, de acuerdo con la manera en que Ratzinger explica la doctrina, somos sacados de esta vida, a la unión directa con Jesús, su ardiente amor y santidad consume toda la escoria e impurezas de nuestras almas y nos hace aptos para la vida en la gloriosa e insuperable luz de la presencia y santidad de Dios.
6. «No hay dolor en el mas allá».
Este argumento es bien falso. No es cierto que no haya dolor en el más allá, ni siquiera para los salvados. Se nos dice que un día, en el orden eterno, «El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó».» (Apocalipsis 21, 4) – pero note cuándo ocurre esto: en el orden eterno, luego del descenso de la Nueva Jerusalén y de la terminación de los actuales cielos y tierra.
Antes de ese tiempo, la Escritura no nos da ninguna promesa de que estaremos libres de todo dolor. De hecho, indica justo lo opuesto. Pablo nos dice:
«en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal. Por lo tanto, compenetrados del temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres». (2 Corintios 5, 9-11) Pablo afirma que por temor del Señor, trata de agradar a Dios porque todos compareceremos delante de Dios para ser juzgados acerca de si lo que hemos hecho es bueno o malo. Por lo tanto la perspectiva de aparecer delante del tribunal de Cristo es algo temible, aun para los cristianos.
Esto es algo que reconocen incluso los protestantes. Por ejemplo, en su serie A Través de la Biblia (sobre Romanos 14 en este caso), el predicador protestante J. Vernon McGee comentaba que no estaba ansioso por llegar al tribunal de Cristo, porque en su tribunal Jesucristo iba a tomar aparte a J. Vernon McGee, que es ciertamente algo que Cristo apoya, diciendo a sus discípulos (los cristianos):
«Sobre él se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas, madera, pasto o paja: la obra de cada uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra construida sobre el fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra es consumida, se perderá. Sin embargo, su autor se salvará, como quien se libra del fuego». (1 Corintios 3, 12-15)
Esto claramente se aplica a los salvados, ya que Pablo lo dice («su autor se salvará»), pero no indica que este examen de la vida sea algo divertido, ya que como Pablo también dice, la obra de la persona en cuestión «es consumida» y que «se perderá» y aunque él se salvará, será «como quien se libra del fuego». Ni falta que hace decir que ver que la obra de la vida de uno se consume en llamas, que se pierde cuando uno esperaba «recibir una recompensa», y escapar a través de las llamas, no es algo divertido.
Por lo tanto el día en que recibimos nuestro juicio particular al fin de la vida no será divertido en tanto que nuestras obras no sean buenas. Esto claramente muestra la realidad del dolor y la incomodidad luego de la muerte pero antes de la inauguración del orden eterno.
Ahora bien, algunos protestantes intentan una estratagema para dar un rodeo a este pasaje, diciendo que son nuestras obras las que son probadas. Es cierto que superficialmente, en este pasaje Pablo dice que nuestras obras serán probadas por medio del fuego. Pero esto no cambia nada, ya que sentiremos existencialmente cómo nuestras obras son probadas y consumidas. Es por esto que Pablo dice que aquel cuyas obras resistan «recibirá la recompensa»-algo que sentirá-y que aquel cuyas obras sean consumidas sufrirá su pérdida-nuevamente, algo que sentirá.
Por eso Pablo corona el pasaje diciendo que el salvado que sufra esa pérdida, se salvará solamente «como quien se libra del fuego»-la imagen de un hombre escapando de un edificio en llamas, que es precisamente a lo que Pablo se refería-la iglesia local como un edificio construido por hombres, ya sea con materiales a prueba de fuego o con materiales que serán consumidos (ver el contexto previo). Por lo tanto la imagen de un hombre que ha construido su propia iglesia local incorrectamente, y luego ve su obra-el edificio que ha construido-consumida por el fuego, de modo que tiene que huir de él entre las llamas para escapar.
Por lo, si bien Pablo dice que nuestras obras (el edificio que construimos) serán probadas en el fuego, visualiza las llamas tocándonos a nosotros mismos si nuestro edificio se incendia y estamos obligados a huir de él. Por lo tanto, bajo esta metáfora en Pablo, nuestras obras son probadas, nosotros mismos sentimos las consecuencias de este examen de la manera más dolorosa posible, ya que no es divertido tener que escapar de un edificio en llamas mientras el trabajo de su vida se desploma alrededor de usted.
7. «Dice Pablo, ‘estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo’.»
Este es virtualmente el mantra de algunas personalidades protestantes de la radio. Sin embargo, es total y completamente falso. Pablo no dijo «Estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo». Lo que en realidad dijo fue:
«[6] Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; [7] porque nosotros caminamos en la fe y todavía no vemos claramente. [8] Sí, nos sentimos plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor; en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro único deseo es agradarlo. [10] Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal. [11] Por lo tanto, compenetrados del temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres. Dios ya nos conoce plenamente, y espero que también ustedes nos conozcan de la misma manera.» (2 Corintios 5, 6-11) Obsérvese que Pablo está hablando de sí mismo mediante el plural «nosotros» en este pasaje, como lo muestra en el versículo 11, mencionando su ministerio evangelizador, y contrastando el «nosotros» que trata de persuadir a los hombres, con la esperanza de que «ustedes» también tengan el mismo conocimiento. Sus palabras claramente tienen aplicación para otras personas en general, pero está hablando primariamente de sí mismo.
Por lo tanto lo que Pablo dice aquí (v. 6) es que él sabe que mientras está en el cuerpo está lejos del Señor, lo que es ciertamente algo verdadero y que ningún católico negaría. No estamos en la presencia inmediata, desenmascarada, visible, de Cristo en esta vida. De modo que a este versículo, un católico puede responder simplemente, «¿Y qué? ¿Quién no sabe eso?»
Pablo entonces afirma (v. 8) que preferiría estar fuera del cuerpo y junto al Señor. Esto es lo que las personalidades radiales protestantes hacen pasar como «estar fuera del cuerpo es estar junto a Cristo». Esto no es lo que Pablo dijo.
Primero que nada, está hablando acerca suyo, recordemos, no acerca de las personas en general. Hay unos cuantos cristianos, y para ser francos, la mayoría de ellos, que preferirían mucho más estar presentes en el cuerpo que morir e ir a estar con Jesús. La preferencia de Pablo de morir para estar con Jesús en lugar de vivir para permanecer en el cuerpo no es para nada un sentimiento universal entre los cristianos.
En segundo lugar, está expresando un deseo. Desea que algo pase. Pero hay una gran diferencia entre decir que uno desea que algo pase, y decir que pasará infaliblemente.
En tercer lugar, hay una diferencia aún mayor entre decir que uno desea que dos cosas pasen y decir que cuando una ocurra la otra ocurrirá instantáneamente. Por ejemplo, si yo como persona no casada dijera «Quiero ir a casa y cenar», no querría decir que en el instante en que llegue a casa estaré cenando. Como no estoy casado, antes de que pueda cenar tendré que preparar la cena. Hay obviamente cierto diferimiento temporal entre mi llegada a casa y mi cena. Lo mismo podría decirse en el caso de una persona que dice «Quiero ir a casa y ver mi programa favorito». Cuando uno llega a casa, no significa que uno está instantáneamente mirando su programa favorito. De hecho, pueden pasar horas antes de que se emita su programa favorito.
Y obsérvese que en la parábola de Lázaro y el hombre rico, Jesús muestra al alma del fallecido siendo llevada por los ángeles a su lugar de descanso (Lucas 16, 22). Obviamente, bajo esta imagen, se describe cierto tiempo de transporte.
En cuarto lugar, tampoco se deduce, aún si una cosa automáticamente sigue a la otra, que las dos son idénticas. Si B se sigue de A, no garantiza la afirmación de que A sea B; sin embargo ésta es precisamente la manera en que las personalidades radiales protestantes retuercen el lenguaje de Pablo cuando declaran, «Pablo dice, ‘Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor’.» Ellos lo dicen de tal modo que parece una cita directa, no un resumen, y como mucha gente nunca busca el versículo para ver qué dice Pablo realmente, nunca se dan cuenta de que no es una cita directa, y son guiados erróneamente a pensar que la Escritura dice algo que no dice.
Por eso este (inexacto) resumen del lenguaje de Pablo ha pasado al ámbito de los mitos. Es uno de esos versículos míticos que la gente ha oído tantas veces que piensan que la Biblia lo dice aunque en realidad no es así (por ejemplo, «Escatimar la vara y arruinar al chico», «El león se acostará con el cordero», entre los pentecostales: «Hablar en lenguas es la evidencia del bautismo en el Espíritu Santo», y el rey de todos los versículos míticos: «El ayuda a quienes se ayudan a sí mismos»). Las personalidades radiales protestantes por lo tanto contribuyen no sólo a la ignorancia bíblica de la sociedad al decir esto, sino a las afirmaciones bíblicas erróneas.
En quinto lugar, es especialmente irónico que este pasaje sea usado para desaprobar el purgatorio ya que habla (v. 9, 10, 11) de la necesidad de agradar al Señor en esta vida porque cuando estemos ausentes del cuerpo y presentes con el Señor tendremos que «comparecer ante el tribunal de Cristo» para rendir cuentas de todo lo que hemos hecho en nuestra vida en el cuerpo, lo que Pablo dice que lo motiva ya que es alguien «compenetrado del temor del Señor». De modo que uno puede decir: «¿Quiere usted estar ausente del cuerpo e instantáneamente presente con Cristo? ¡Magnífico1 ¡Bien por usted! Pero lo que va a pasar cuando usted esté ausente del cuerpo y presente con Cristo-como muestra este pasaje-es el juicio particular, en el cual usted rendirá cuenta de cada uno de sus hechos y sus obras serán probadas en el fuego».
En cualquier caso, la primera cosa que usted debería señalar a un protestante que recurre al «ausente del cuerpo/presente con Jesús» es «Eso no es lo que Pablo dijo. Lo que él realmente dijo es que él ‘preferiría estar fuera del cuerpo y presente con el Señor’. Pero hay una gran distancia entre la afirmación ‘Deseo A y B’ y la afirmación ‘Todo el que hace A instantáneamente hará B’, y más aún ‘A es B’!»
La segunda cosa que usted debería señalar es: «¡Eh! Recuerde: el purgatorio puede ser instantáneo. De modo que si estuviéramos instantáneamente en la presencia de Cristo luego de la muerte (contrariamente a la ilustración de Cristo de ser llevados por ángeles a nuestro destino), ¿Qué hay con eso? Esto no hace diferencia alguna en la posición católica, ya que el tiempo no funciona de la misma manera en el más allá, y el purgatorio podría ser simplemente una transformación instantánea «en un abrir y cerrar de ojos».
8. «Orar por las personas en el purgatorio no tiene sentido«.
Una de las cosas que los protestantes encuentran difíciles de entender, especialmente si están conscientes del hecho de que el purgatorio puede no transcurrir en el tiempo, es la práctica de orar por los que están siendo santificados. Preguntarán: «Si uno ha muerto y el tiempo de hallar el perdón ha pasado, ¿Cómo puede la oración hacer alguna diferencia? Y si la purificación no transcurre en el tiempo, ¿Cómo puede usted orar por ella luego de que ha ocurrido?»
En respuesta a la primera pregunta, recuerde lo que es el purgatorio: La etapa final de santificación. Ahora bien, la santificación puede ser dolorosa o no dolorosa (usualmente lo primero), incluyendo su etapa final. Por lo tanto, así como podemos orar por otros en esta vida para que sean hechos santos más rápidamente o de manera no dolorosa, del mismo modo podemos orar por los que están en la etapa final de santificación para que sean hechos santos más rápidamente o de manera no dolorosa.
Considere una analogía: Supongamos que usted tiene un amigo que ingresa al ejército y está en el campo de entrenamiento. Ahora bien, (teóricamente) todo el que ingresa al ejército debe ser llevado a un cierto nivel de excelencia física, que es el propósito del campo de entrenamiento. No importa desde dónde empezó, el propósito del entrenamiento es llevarlo a ese nivel de excelencia física.
Esto es lo que hace el purgatorio. El purgatorio es el campo de entrenamiento del cielo. El propósito del purgatorio es llevarlo a usted al nivel de excelencia espiritual necesaria para experimentar toda la fuerza de la presencia de Dios. No importa desde dónde empezó, no habrá pecado en el cielo y usted tiene que ser llevado a ese nivel durante la santificación final, antes de ser glorificado con Dios en el cielo.
Ahora bien, cuando usted tiene un amigo en el campo de entrenamiento, ya sea el entrenamiento físico aquí en la tierra o el entrenamiento espiritual en el más allá, usted puede orar por él para que el entrenamiento le resulte fácil, para que sea llevado al nivel de excelencia que necesita en la manera menos dolorosa posible. Puede o no acortar su tiempo en el campo (de hecho, en los Estados Unidos el campo de entrenamiento del ejército tiene una duración fija), pero usted puede igualmente orar para que le resulte más fácil mientras es llevado al nivel en que necesita estar.
Con respecto a la segunda pregunta, acerca de cómo podemos orar por alguien si su purificación fue instantánea, no hay ninguna diferencia con orar por cualquier evento pasado. Dios está fuera del tiempo y por lo tanto conoce su pedido desde toda la eternidad, lo que significa que puede aplicar su pedido a cualquier período de tiempo en que éste sea relevante.
Por eso muchos ministros protestantes, pensando en alguien que acaba de morir y cuya profesión de fe fue dudosa, dirán: «¡Oh, Señor, si es tu voluntad, que haya puesto su fe en tu Hijo antes de morir!»
Similarmente, muchos laicos protestantes, cuando corren angustiosamente a casa porque un terrible accidente ha ocurrido y tienen miedo de que, por ejemplo, su hija esté muerta, orarán: «¡Oh señor, cuando llegue allí, que no esté muerta! ¡Que no esté muerte, oh Señor!» Por supuesto, o está o no está. Ya ha muerto o no ha muerto. Pero como Dios está fuera del tiempo y oye todos nuestros pedidos simultáneamente, sigue siendo racional pedirle que no haya permitido que algo le ocurriera mientras estábamos ausentes.
C.S. Lewis, el conocido autor protestante, habla acerca de la oración por eventos pasados, bastante extensamente en sus escritos, y puntualiza que la única vez en que es irracional orar por un evento pasado es cuando uno sabe que no fue la voluntad de Dios responder a la oración, porque uno ya sabe cómo sucedió el hecho. Por eso sería irracional orar para que Abraham Lincoln no sea asesinado, pues ya sabemos que lo fue, o sería irracional orar para que los nazis perdieran determinada batalla en la segunda guerra mundial si uno ya sabe que ganaron esa batalla. En esos casos es irracional orar porque uno ya sabe la voluntad de Dios en esa materia y sabe que no fue la voluntad de uno. Pero en tanto y en cuanto uno no conozca cuál es la voluntad de Dios con respecto a algo, sea pasado, presente o futuro, sigue siendo racional orar.
Por lo tanto, si llega a ser que el purgatorio es instantáneo en el momento de la muerte, sigue siendo racional orar para que esa santificación final haya sido más fácil para los que la experimentaron, de la misma manera en que es racional que un ministro protestante presente en un funeral, ore así en su corazón, «¡Oh Señor, que este hombre haya puesto su confianza en tu Hijo!»
9. «Contradice la suficiencia de la obra de Cristo«.
Bien. La idea aquí es que ya que el purgatorio involucra sufrimiento, debe de alguna manera contradecir los sufrimientos de Cristo e implicar que éstos no fueron suficientes.
¡No es así!
Recuerde: el purgatorio es simplemente la etapa final de la santificación. La santificación en esta vida involucra el dolor, «porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo» [y] «toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría» (Hebreos 12, 6.11), sin embargo nadie dice que ese sufrimiento contradiga los sufrimientos de Cristo. De la misma manera, el sufrimiento durante la santificación final de ninguna manera contradice los sufrimientos de Cristo ni implica que sean insuficientes.
¡Muy por el contrario! El hecho es que el sufrimiento que experimentamos en la santificación en esta vida, es algo que recibimos a causa del sacrificio de Cristo por nosotros. Sus sufrimientos pagaron el precio para que nosotros fuéramos santificados, y sus sufrimientos pagaron el precio para toda nuestra santificación-tanto la parte inicial como la final. ¡Por eso, en primer lugar, es a causa del sacrificio de Cristo que recibamos la santificación final! Si él no hubiera sufrido, no se nos daría la santificación final (ni la glorificación a la que lleva), sino que iríamos directamente al infierno. Por lo tanto, el purgatorio no implica que los sufrimientos de Cristo fueron insuficientes; ¡más bien el hecho de que se nos dé la santificación final del purgatorio es a causa de los sufrimientos de Cristo!
10. «Es completamente Antibíblica«.
Lo que hemos dicho hasta ahora debería revelar la falsedad de este cargo. El purgatorio no es de ninguna manera una doctrina antibíblica. Más bien, es completamente bíblica con fundamentos tanto implícitos como explícitos. Implícitamente, puede ser derivada de los principios bíblicos de que seguimos pecando hasta la muerte pero no habrá pecado en la gloria. Por lo tanto entre la muerte y la gloria debe haber una purificación.
Explícitamente, no solamente tenemos el testimonio de pasajes como el de 2 Macabeos 12, sino también el testimonio de pasajes que describen nuestra responsabilidad ante Cristo en el juicio particular, incluyendo la descripción especialmente vívida de alguien escapando a través de las llamas en 1 Corintios 3, 11-15.
El mismo Jesús agrega a esto cuando habla en Mateo 12, 32 acerca de un pecado que no será perdonado en esta vida ni en la venidera, implicando que algunos pecados (los pecados veniales de los que no nos hayamos arrepentido antes de nuestra muerte) serán perdonados cuando nos arrepintamos en el primer instante de nuestra vida de ultratumba.
Más aún, en Mateo 5, 25-26, Jesús nos dice: «Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».
En esta parábola Dios es el juez, y si no nos hemos reconciliado con nuestro prójimo antes de ver a Dios, Dios nos pedirá cuentas por el mal que les hicimos. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando dice que Dios tomará venganza por nosotros, por lo que no debemos tomarla nosotros mismos, porque Dios defenderá la causa de los pobres y de las viudas. Cada vez que una persona pobre o una viuda (o cualquier otra persona) es oprimida o se le hace injusticia, Dios pedirá cuentas al opresor por lo que hizo-a menos que la persona oprimida libremente elija perdonar al ofensor. En ese caso, Dios no pedirá cuentas al ofensor por el mal que hizo a nivel humano (es decir, contra el ser humano con el que fue injusto), pero a menos que hayamos obtenido el perdón de Dios por el mal que hicimos contra Dios, seguirá pidiéndonos cuenta por eso.
Por eso en nuestros pecados contra otros hay dos dimensiones-la humana, por la cual pecamos contra nuestro prójimo en ese acto, y la divina, por la cual pecamos contra Dios en ese acto. Por eso el robo es un pecado contra nuestro prójimo de quien robamos, y un pecado contra Dios, cuya ley violamos. Debemos obtener el perdón de Dios por el aspecto divino de nuestro pecado, pero, como Jesús nos dice en Mateo 5, 25-26, debemos obtener perdón por el aspecto humano de nuestro pecado, del ser humano contra el cual pecamos. Si no lo hacemos, Dios nos pedirá cuentas.
Por supuesto, como los humanos son seres finitos, nuestros pecados contra ellos sólo pueden merecer un castigo finito (comparado con nuestros pecados contra Dios, que es un ser infinito, de modo que nuestros pecados contra él pueden merecer un castigo infinito). Como este castigo es finito, tiene que ser temporario (ya que un castigo eterno es infinito ya que involucra la recepción de dolor durante un período infinito de tiempo). Pero si este castigo que recibiremos cuando seamos juzgados por Dios (según la parábola de Jesús) es temporario, entonces es el purgatorio. Por eso Jesús dice «No saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo», porque llegará un momento en que se termine el castigo finito debido a la dimensión humana y finita de sus pecados.
En cualquier caso, se ha dicho más que suficiente para mostrar la inexactitud del cargo de que el purgatorio es una doctrina antibíblica. En realidad, está firmemente enraizada en la Escritura.
11. «Ningún protestante podría creer en ella«.
Lo siento, pero esto también es falso. Hay protestantes que creen en el purgatorio. Uno que fue muy explícito acerca de él fue C.S. Lewis. En sus Cartas a Malcom, escribió:
«Claro que oro por los muertos. La acción es tan espontánea, tan inevitable, que sólo el caso teológico más compulsivo contra ella podría detenerme. Y apenas sé cómo podría sobrevivir el resto de mis oraciones si las que son por los muertos fueran prohibidas. A nuestra edad, la mayoría de los que más amamos están muertos. ¿Qué clase de relación podría tener con Dios si no pudiera mencionarle lo que más amo?»
«Yo creo en el purgatorio… Nuestras almas demandan el purgatorio, ¿o no? ¿Acaso no nos partiría el corazón si Dios nos dijera, ‘Es cierto, hijo, que tienes mal aliento y que tus harapos chorrean barro y limo, pero aquí somos caritativos y nadie te molestará por estas cosas, ni se apartará de ti. Entra al gozo’? Acaso no le responderíamos, ‘Con todo respeto, señor, y si no hay objeción, yo preferiría ser limpiado primero’? «Sabes que puede ser doloroso’-«Aún así, señor’.»
«Supongo que el proceso de purificación normalmente involucrará sufrimiento. En parte por tradición; en parte porque la mayoría de lo que se me ha hecho de verdaderamente bueno, lo ha involucrado. Pero no pienso que el sufrimiento sea el propósito de la purificación. Puedo creer bien que personas no mucho peores ni mucho mejores que yo sufrirán menos o más que yo… el tratamiento dado será el que sea necesario, sea que duela poco o mucho».
«Mi imagen favorita en esta materia viene de la silla del dentista. Espero que cuando me sea extraído el diente de la vida y esté ‘recobrándome’, una voz dirá ‘Enjuáguese la boca con esto’. Esto será el purgatorio. El enjuague puede durar más tiempo de lo que ahora me imagino. Su gusto puede ser más ardiente y astringente de lo que mi sensibilidad actual podría soportar. Pero… [no] será asqueroso ni impío».
Pero más allá de protestantes como Lewis, que abiertamente admiten su creencia en el purgatorio, puede decirse que los protestantes en general creen en el purgatorio, y simplemente no lo llaman así. Ya que todo protestante histórico admitirá que nuestro continuo pecar en esta vida no continúa en el cielo. De hecho, insistirán bastante en que aunque nuestra santificación no es completa en esta vida, será completada (instantáneamente, dicen) tan pronto como esta vida termine. ¡Pero eso es lo que es el purgatorio!-la santificación final, la purificación. Por lo tanto es permisible decir que muchos protestantes creen en el purgatorio sin darse cuenta.
Un movimiento positivo
Todas estas reflexiones ayudan a que entendamos como responder a los desafíos que un protestante puede hacer a la doctrina del purgatorio. Sin embargo, ya que son refutaciones, no constituyen en sí mismos una explicación positiva de la doctrina para los protestantes. Si uno quiere hacer eso-hacer una explicación de la doctrina más bien que explicar por qué fallan las objeciones a ella, entonces se deberían anudar las reflexiones anteriores y decir algo como esto:
«El purgatorio es el nombre que los católicos dan a la purificación final que ocurre al final de la vida. Como aún pecamos en esta vida, pero no pecaremos cuando estemos en la gloria, entre la muerte y la glorificación debe haber una purificación. Esto es algo que incluso los protestantes admiten. El purgatorio es entonces la etapa final de nuestra santificación. Es nuestra transición a la gloria. A través de toda la vida cristiana Dios está purificando nuestros corazones, dándonos mayor santidad, pero este proceso santificador no está completo (ni nada que se le parezca) hasta el final de nuestra vida. Por eso lo que Dios no quiso darnos en esta vida, quiere dárnoslo una vez que morimos.
«El único punto adicional en el cual la Iglesia Católica insiste con respecto a la purificación final es que, como la santificación en esta vida, puede involucrar dolor o incomodidad, y que, al igual que cuando alguien está siendo santificado en esta vida, podemos orar por alguien que esté siendo santificado en el purgatorio. La Iglesia no enseña que el purgatorio ocurra en una región especial del más allá, ni siquiera que ocurra a través del tiempo, ya que tenemos muy poca idea de cómo funciona el tiempo en el más allá, y el purgatorio puede ser instantáneo desde nuestro punto de vista».
Puede entonces respaldar esto con los versículos bíblicos y otro material que hemos discutido. En general, debería usar el término «santificación» en lugar de «purificación» o «purga», porque «santificación» es un término que los protestantes entienden y con el cual están cómodos. Expresando la doctrina en términos de santificación se les hace más comprensible y derriba muchas de sus objeciones clave (por ejemplo, la idea de que el purgatorio implica que los sufrimientos de Cristo fueron insuficientes).
Por eso es útil hablar acerca de las almas siendo santificadas en el purgatorio y describir el purgatorio como la etapa final de la santificación. Si hace esto, hará la conversación mucho más fluida, hablando en el idioma de la persona con quien está hablando, en lugar de insistir en que él se avenga a usar el idioma de usted, cuando apenas está familiarizado (y muy escéptico, si es que no altamente hostil) con la idea que usted está expresando.
Adicionalmente, hay un par de puntos adicionales que usted debería hacer en su explicación, ya que muchos protestantes están confundidos acerca de ellos.
¡El Purgatorio no es un destino intermedio!
Primero, debería explicar que el purgatorio no es un estado intermedio entre el cielo y el infierno. Esto favorece que los protestantes piensen acerca de él no sólo como un lugar distinto en el más allá (¡algo que la Iglesia no enseña!) sino, aún peor, que el purgatorio es un destino intermedio entre el cielo y el infierno. Esto es totalmente falso, y debería enfatizarles muy fuertemente a los protestantes que todo el que va al purgatorio va al cielo. De hecho, la razón por la que uno va al purgatorio es para que pueda ser adaptado para la vida en el cielo. El purgatorio entonces constituye el salón de belleza del cielo, el lugar donde uno va para ser acicalado antes de ser conducido al Salón del Trono.
Por esta razón, debería evitar totalmente cualquier expresión como «El purgatorio es donde va uno cuando no es tan malo como para el infierno pero no tan bueno como para el cielo». Este lenguaje, además de sonar legalista, también hará que un protestante piense que el purgatorio es algún tipo de destino intermedio en lugar de un fenómeno temporario. En su lugar, use el lenguaje que usa la Iglesia:
«Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1030)
Así, se debe poner el énfasis donde corresponde, en la purificación incompleta de la persona, más bien que decir «no suficientemente bueno», lo que implica (al menos para los oídos protestantes) un modo legalista de ganar el cielo.
Los gozos del purgatorio
Para mejor romper las barreras protestantes a la comprensión de la doctrina, señale que la Iglesia de ninguna manera enseña que el purgatorio sea exclusivamente dolor. De hecho, algunos de los más grandes santos y teólogos han enfatizado que, ya que el alma está en mayor unión con Dios que aquí en la tierra, experimenta consecuentemente mayores gozos. Por eso Santa Catalina de Siena escribió:
«Dios inspira al alma en el purgatorio un movimiento tan ardiente de amor devoto que sería suficiente para aniquilarla si no fuera inmortal. Iluminada e inflamada por esta pura caridad, cuando más ama a Dios, más detesta la menor mancha que le desagrade, el menor defecto que impide su unión con él».
También escribió:
«Fuera de la felicidad de los santos en el cielo, pienso que no hay gozo comparable con el de las almas en el purgatorio. Una incesante comunicación con Dios hace que su felicidad sea cada día más intensa, y esta unión con Dios crece más y más íntimamente, a medida que los impedimentos a esa unión, que existen en el alma, son consumidos. Estos obstáculos… son, por decirlo así, como el óxido y los restos del pecado; y el fuego continúa consumiéndolos, y así el alma gradualmente se expande bajo la influencia divina. Así, a medida que el óxido disminuye y el alma yace al descubierto bajo los rayos divinos, la felicidad aumenta. Uno aumenta y el otro disminuye hasta que el tiempo de tribulación termina… Con respecto a la voluntad de estas almas, nunca pueden decir que estos dolores sean dolores, tan grande es su conformidad con la voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas en perfecta caridad».
De hecho, las almas en el purgatorio tienen un gran número de motivos para el gozo:
(a) libertad del hecho de cometer pecados,
(b) libertad del deseo de pecar,
(c) mayor unión con Dios y Cristo,
(d) certeza de la salvación final de una manera no posible en esta vida,
(e) una apreciación final y completa de cuán misericordioso Dios ha sido con uno,
(f) una apreciación final y completa de cuánto Dios lo ama a uno,
(g) el amor puro y libre al fin, que sentiremos por Dios y por otros,
(h) recompensas parciales que pueden ser dadas en anticipación de la entrada en la gloria total del cielo al final del purgatorio.
Lo que es más, no hay ninguna enseñanza de que los dolores del purgatorio sobrepasen los gozos del purgatorio. Como dice Santa Catalina, «nunca pueden decir que estos dolores sean dolores, tan grande es su conformidad con la voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas en perfecta caridad». Puede ser (y en mi opinión, es muy probable) que el dolor de ver alguna de nuestras obras convertirse en humo sea más que balanceado por el gozo de ver algunas de ellas permanecer y oír internamente, «Bien hecho, buen y fiel siervo», de parte de la siempre amante e infinitamente buena Fuente de nuestra redención, nuestra vida, y nuestra misma existencia.
Mantenga la doctrina en perspectiva
Finalmente, encarezca a su hermano o hermana protestante a mantener la doctrina del purgatorio en perspectiva. Los protestantes frecuentemente sienten (como yo lo sé, ya que yo fui uno de ellos) que los católicos ponen mucho énfasis en determinadas doctrinas, como lo hace la literatura protestante anticatólica. Así, por ejemplo, cuando un protestante piensa en un católico, más frecuentemente piensa acerca de él como alguien que cree en el purgatorio y no como alguien que cree en la Trinidad, y puede erróneamente pasar a pensar que el purgatorio es una doctrina más importante para un católico, que la Trinidad.
Por eso, como las polémicas protestantes anticatólicas se enfocan en áreas de (real o aparente) desacuerdo con los católicos, estas áreas asumen una mayor prominencia en la mente protestante y la llevan a una visión distorsionada de qué tan importantes determinadas doctrinas son para los católicos. Así, los protestantes frecuentemente imaginan que el catolicismo es una religión de nada más que santos y estatuas y cuentas del Rosario y obras y penitencias y purgatorio y sufrimiento y un montón de cosas menores.
Al hacer esto, están colando mosquitos pero tragándose camellos, perdiéndose «las cosas más pesadas» de la fe católica y lo que es más importante para los católicos. El catolicismo es en realidad una religión de Dios y Cristo y la Trinidad y redención y perdón y fe y gracia y gozo, como es ilustrado por el hecho de que si usted va a Misa y simplemente escucha las oraciones oficiales de la Iglesia, usted oye mucho más acerca de Dios y Cristo y gracia y gozo que lo que oye acerca de santos y estatuas y cuentas y purgatorio.
Esto debería ser señalado, fuerte y repetidamente, a un hermano protestante, para que tenga una mejor comprensión de la esencia de la enseñanza católica y la vida católica, en lugar de suponer que la discusión que oye en el tratamiento protestante del tema es representativa del énfasis que los católicos mismos ponen en esas materias.
A tal fin, sería beneficioso mostrarle realmente la sección acerca del purgatorio en el Catecismo de la Iglesia Católica, ya que son sólo tres párrafos de 750 páginas que explican de qué se trata la fe. Para esto, cerremos simplemente mirando las sección sobre el purgatorio en el Catecismo y dejando que la Iglesia hable por sí misma:
La purificación final, o purgatorio
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf DS 1304) y de Trento (cf DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
«Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro» (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: «Por esto mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado» (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
«Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. In 1 Cor. 41, 5).
Autor: Jimmy Akin
Fuente: http://www.apologetica.org