Curso que dará argumentos sólidos a quienes no saben responder a objeciones sobre críticas de la fe y de esta manera fortalecer la identidad católica
Por: P. Paulo Diercks y P. Miguel Jordá | Fuente: Catholic.net
a) ¿El sábado o el domingo?
Queridos hermanos católicos:
El otro día una familia me contó que recibió una visita de un señor muy educado. Y con la mejor de las sonrisas, el hombre les ofreció en venta unos hermosos libros de cultura general. Dicen que habló tan bonito de tantas cosas... pero al final terminó con un tema de religión, diciendo que los católicos están equivocados, que, según la Biblia, deben reemplazar la celebración del Domingo por la del sábado, pues el sábado es el día bíblico y el Domingo es una adulteración de los católicos.
Le expliqué que tal caballero seguramente era un misionero de la religión Adventista del Séptimo día. Pues son ellos quienes observan el día sábado y pro-claman que ellos son los únicos que cumplen con la Biblia.
¿Qué debemos pensar de todo esto?
Bueno, antes que hablar del día Domingo o sábado, debemos decir que los hermanos adventistas son, en esta observancia del día sabado, tan escrupulosos como los fariseos que nos pinta el santo Evangelio. No han aprendido nada de la “libertad de espíritu” con que Jesús hablaba del día sábado.
Además los adventistas estudian la Biblia en base a textos aislados, y olvidan que la Revelación Divina sigue en la Sagrada Escritura una evolución progresiva; y, sin seguir esa evolución en los diversos libros inspirados, es prácticamente imposible comprender el verdadero sentido de una enseñanza bíblica.
No debemos quedarnos con unas pocas páginas de la Biblia, sino que debemos leer toda la Biblia.
1. ¿Qué nos enseña el A. T. acerca del día sábado?
La palabra “sabat” (sábado) significa “descanso” “reposo” o “cesación.” Es decir, que “sábado” significa simplemente “un tiempo de descanso” y no tiene originalmente ningún significado como “el séptimo día de la semana»”
De hecho se emplea en la Biblia la palabra “sábado” con diversas significaciones. A veces significa “un reposo” de un día (Ex. 20,10). Otras veces este reposo es de “un año” (Lev. 25,4). Alguna vez indica también un período de 70 años (2 Crón. 36, 21).
Ahora bien, ¿de dónde viene el día sábado como séptimo día consagrado a Dios? Leemos la Biblia: “Así fueron hechos el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. Dios terminó su trabajo el séptimo día, y descansó en este día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el séptimo día y lo hizo santo porque ese día El descansó de todo su trabajo de creación”. (Gén. 2, 2-3)
“En seis días Yavé hizo el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto hay en ellos, pero el séptimo día Yavé descansó, y por eso bendijo el sábado y lo hizo sagrado” (Ex. 20, 11).
“Seis días trabajarás y harás tus obras, pero el séptimo es sábado de Yavé tu Dios” (Deut. 5, 13-14).
Nos damos cuenta de que en estos textos la palabra “sábado” (descanso) tiene para los istraelitas del Antiguo Testamento un nuevo sentido, un sentido religioso. El sábado les recordaba la creación de Dios en seis días con su descanso en el Séptimo día; este último día es consagrado a Dios. Y el hombre también con su trabajo imita la actividad de Dios Creador y con su «descanso» (“sabat”) del séptimo día el hombre imita el reposo sagrado de Dios. (Ex. 31, 13).
Así el día sábado se convirtió para los israelitas en una señal, en una de sus prácticas más típicas e importantes. Esta señal del día sábado y la circuncisión eran características mediante las cuales el pueblo de Israel se distinguía de los otros pueblos que lo rodeaban. Y durante toda la historia del A.T. el pueblo de Israel guardó fidelidad a estas dos señales.
Con el tiempo la práctica del reposo del sábado fue asumida por la ley judía en forma muy estricta, con 39 prohibiciones de trabajo: prohibición de recoger leña (Núm. 15, 32); prohibición de preparar alimentos (Ex. 16, 23); prohibición de encender fuego (Ex. 35, 3); etc. Poco a poco la práctica del reposo del sábado se convirtió en una observancia escrupulosa e hipócrita. Los profetas del A.T. lanzan una dura crítica contra la práctica legalista del sábado que ha convertido a los israelitas en un pueblo sin devoción interior (Os. 1, 2 y Os. 2, 13).
2. ¿Celebraba Jesús el día sábado?
Jesús no suprime explícitamente la ley del sábado. El, en día sábado, visitaba la sinagoga y aprovechaba la ocasión para anunciar el Evangelio (Lc. 4, 16). Pero Jesús, al igual que los profetas, atacaba el rigorismo formalista de los fariseos y de los maestros de la Ley: “El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.”(Mc. 2, 27). Para Jesús el deber de la caridad es anterior a la observancia material del reposo; por eso El hizo varias sanaciones en día sábado, obras prohibidas en este día. (Mc. 3, 1-6; Lc. 14, 1-6; Lc. 6, 1-5). Además Jesús se atribuyó poder sobre el sábado: “el Hijo del hombre es Señor del sábado.” (Mc. 2, 28). En otras palabras, Jesús es dueño del sábado. (Lc. 6, 1-5).
Por supuesto que esta nueva manera de observar el sábado chocó violentamente con la mentalidad legalista de los fariseos. Y éste era uno de los cargos graves contra Jesús (Jn. 5, 9). Pero El estaba consciente de que, haciendo el bien en día sábado, imitaba a su Padre, el cual habiendo reposado el sexto día, al final de la creación, continúa rigiendo el mundo y vivificando a los hombres. “Mi Padre ha trabajado hasta ahora, y yo también trabajo” (Jn. 5-17).
La actitud de Jesús frente al día sábado nos enseña que él actuó con libertad de espíritu frente a esa ley, y nunca consideró la observancia del sábado como algo esencial en su prédica, esto era para Jesús algo menos importante.
Pero Jesús dijo claramente «que no vino a suprimir la ley sino a darle su verdadero significado» (Mt. 5, 17). En su actitud no se trata de cumplir la ley al pie de la letra, sino que promueve una evolución de la ley hacia su perfección.
3. La Resurrección de Jesús.
El argumento fundamental para optar por el día Domingo procede de la Resurrección del Señor. Los cuatro evangelistas concuerdan en que la Resurrección de Cristo tuvo lugar en “el primer día de la semana”, que corresponde al día Domingo de ahora. (Mt. 28, 1; Mc. 16, 2; Lc. 24, 1; Jn. 20, 1 y 19). El hecho de la Resurrección de Cristo en el día Domingo para los discípulos era altamente significativo y será desde entonces el centro de la fe cristiana.
Hay dos razones fundamentales para celebrar este día de la Resurrección:
1) Con su Muerte y Resurrección, Jesús comenzó la Nueva Alianza y terminó la Antigua Alianza. Durante la última Cena, Jesús proclamó: «Esta copa es la Alianza Nueva, sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes.» (Lc. 22, 20). Los discípulos de Jesús poco a poco se dieron cuenta de que en esta Nueva Alianza la ley de Moisés y sus prácticas tendrían otro sentido.
La Muerte y Resurrección de Cristo significaban también para los primeros cristianos la Nueva Creación, ya que Jesús culminaba su obra precisamente con su Muerte y Resurrección justo en el día Domingo, que será desde entonces «el día del Señor
Nosotros también hemos recibido la promesa de entrar con Cristo en este reposo (Hbr. 4, 1-16). Entonces, el día Domingo, “el día del Señor”, será el verdadero día de descanso, en que los hombres reposarán de sus fatigas a imagen de Dios que reposa de sus trabajos (Hbr. 4, 10 y Apoc. 14, 13).
De ahí en adelante la fe de los cristianos tiene como centro a Cristo Resucitado y Glorificado. Y para ellos era muy lógico celebrar el “Día del Señor” (Domingo) como el “Nuevo día” de la Creación. (Is. 2, 12).
4. La práctica de los primeros cristianos.
Los primeros cristianos siguieron en un principio observando el sábado y aprovechaban las reuniones sabáticas para anunciar el Evangelio en el ambiente judío. (Hch. 13, 14). Pero luego el primer día de la semana (el Domingo) empezó a ser el día del culto de la primitiva Iglesia. “El primer día de la semana, estando nosotros reunidos para partir el pan...” (Hch. 20, 7). Sabemos que “partir el pan” es la expresión antigua para designar la santa Misa o Eucaristía. Es entonces muy claro que los primeros cristianos tenían su reunión litúrgica -la Santa Misa- en el día Domingo, tal como se hace hoy. Escribe Juan, el autor del libro Apocalipsis: “Sucedió que, un día del Señor, quedé bajo el poder del Espíritu Santo” (Ap. 1, 10).
5. ¿Qué nos enseña el apóstol Pablo?
Jesús había dicho: “Yo no vine a terminar con la ley , sino a completar la ley, dándole su última perfección” (Mt. 5, 17). San Pablo en sus cartas desarrolla esta misma idea: “El fin de la ley es Cristo” (Rom. 10, 4). Así para el apóstol la plenitud de la ley no se encuentra en el cumplimiento literal de la ley, sino en la fe en Cristo. Pablo dice que “la ley ha sido nuestro maestro hasta Cristo” (Gal. 3, 24) y con Cristo se inicia la Nueva Alianza (1 Cor. 11, 25).
El apóstol Pablo tuvo sus discusiones acerca del día del Señor. Al comienzo tenía la costumbre de predicar en las sinagogas el día sábado para los judíos, pero cuando le rechazaban sus enseñanzas, él se volvía a los gentiles. En este ambiente no judío, Pablo no daba importancia a las costumbres judías, como la circuncisión, el día sábado, etc. Pablo se reunía con los nuevos creyentes el primer día de la semana, y trasladaban las prácticas que los judíos solían hacer en día sábado, como la colecta de la limosna, al primer día de la semana. (1 Cor. 16, 1-2)
Esta actitud en favor de los gentiles convertidos provocó una fuerte discusión en la Iglesia. Luego, este asunto fue tratado en una reunión en Jerusalén, con los apóstoles y ancianos de esta Iglesia. Ahí tomaron la decisión de no imponer a los gentiles convertidos ninguna carga o práctica judía, salvo lo absolutamente necesario (Hch. 5, 28-29). Con esta decisión quedó abierta la puerta a los gentiles, sin obligarlos a la ley judía. Ahora bien, Pablo escribe a los Colosenses: “Que nadie los moleste a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta, lunas nuevas o días de descanso.” (Col. 2, 16) Además criticó el afán de dar demasiada importancia a ciertos días (sábado), meses, fechas y años (Gál. 4, 10). El siempre recomendó evitar estas polémicas secundarias y dar importancia a la caridad.
6. Consideración final.
No cabe la menor duda de que los primeros cristianos santificaron, descansaron y celebraron el Domingo como “el día del Señor.” Esta práctica tiene pleno fundamento en la Biblia. Respetamos el hecho de que los judíos celebren el sábado en la forma indicada en el Antiguo Testamento (ellos no son una religión cristiana). En cuanto a algunos grupos, como los adventistas, que se dicen ser cristianos, y que defienden la celebración del sábado -no del Domingo- tenemos que decir que no interpretan bien toda la Biblia, ya que se quedan con una práctica judía del A. T. y no siguieron el cumplimiento del N. T. Esto sucede porque interpretan la Biblia en forma literal y parcial, y olvidan que Jesús completó y perfeccionó el A. T.
Los católicos, entonces, estamos en la verdad al celebrar el día Domingo. Para terminar, repito las palabras del apóstol Pablo: “Que nadie les critique por cuestiones de comidas o bebidas o con respecto a días de fiestas, lunas nuevas o días de descanso... Todo esto es sombra de lo venidero” (Col. 2, 16-17).
Me consta que muchos adventistas pasan como obsesionados casa por casa llamando a los católicos a cambiarse de religión por la cuestión del día sábado. ¡Como si esto fuera lo más importante de la Biblia! Y me consta que muchos adventistas al pasar por las casas de los católicos les piden la Biblia y les leen los textos aislados del A. T, donde el Señor llama al pueblo judío a santificar el sábado, y dicen a la gente: “Fíjense, en su misma Biblia católica Dios manda observar el sábado... ¿No ven que ustedes están equivocados?”
Esto es abusar de la Biblia y de la buena fe del pueblo sencillo. Es usar de una verdad a medias para sembrar dudas y perturbar a la gente sencilla. Por eso es conveniente que ustedes, amigos, lean varias veces este tema hasta que se empapen bien de lo que aquí se dice, y cuando pasen los adventistas sepan qué responderles, con caridad sí, pero también con energía y con claridad.
En definitiva, los católicos no hemos quedado petrificados en el Antiguo Testamento ni somos esclavos de frases sacadas de su verdadero contexto. Los católicos aceptamos este evolución querida por Dios entre Antiguo y Nuevo Testamento y aceptamos a Jesús como Amo y Señor de la Historia y tenemos muy claro que la realidad presente deja muy atrás los signos con que fue prefigurada. Es por eso que santificamos el día Domingo.
b) ¿Puedo cambiarme de religión?
Queridos hermanos:
El otro día un hermano evangélico me dijo: “¿Por qué no viene a nuestro culto y se cambia de religión como aquel sacerdote católico que se hizo predicador del Evangelio?” Le contesté: “Amigo mío, cambiar de religión sería para mí un pecado mayor. Pero dime, le pregunté, ¿cómo se llama aquel sacerdote que era católico y que se cambió de religión? ¿dónde vive? y ¿dónde pasó eso?”. No sabía qué contestarme. No sabía mi hermano evangélico cómo se llamaba el sacerdote, ni dónde vivía... pero luego contó que tenía un casete grabado con su testimonio.
Bueno, le dije, cualquier persona puede decir y grabar lo que quiera para sembrar dudas, pero este asunto me huele a mentira, y no olvidemos que “Dios odia a los mentirosos” (Prov. 6, 17). Y suponiendo que sea verdad que algún sacerdote católico es infiel a su vocación, esa no es ninguna razón para que yo me cambie de religión. Jesús tenía Doce apóstoles y uno de ellos lo traicionó, pero no por eso hemos de abandonar a Jesús y a la Iglesia que El fundó.
1. ¿Por qué no me puedo cambiar de Iglesia?
Primero, la religión no es como la política: hoy pertenezco a un partido y mañana no me gusta y me cambio a otro. La religión tampoco es como cambiar de camisa. La religión es algo que me merece mucho respeto.
Además la religión católica, de la cual soy miembro, existe desde Jesucristo hasta ahora y es la única Iglesia fundada por Jesucristo sobre el apóstol Pedro y sus legítimos sucesores (Mt.16,13-19). Y además Jesús claramente dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el final del mundo”. ¡Y el Señor Jesús no miente!
Ahora bien, la religión pentecostal comenzó recién en el año 1906 en los Estados Unidos, como un movimiento de renovación dentro de los metodistas y de a poco se fue extendiendo por todos los países de América Latina.
Desde aquella fecha hasta hoy esta práctica de división ha sido como el distintivo de los pentecostales. Algunos hablan ahora de que ya son casi 300 las iglesias evangélicas distintas en América Latina.
Les confieso que tengo mucho respeto por el movimiento pentecostal y hasta creo que puede llegar a ser un camino de santidad. Pero me es imposible cambiar de religión porque estoy plenamente convencido de que la Iglesia Católica es la única fundada por Jesucristo sobre Pedro y, por lo tanto, la única verdadera.
Un argumento que siempre debiera estar a flor de labios de los católicos es este: Jesús fundó la Iglesia Católica sobre Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt.16, 18). De aquí se deduce que todas las Iglesias que son edificadas sobre otro fundamento que no sea Pedro contravienen expresamente la voluntad de Cristo. Esta es la verdad que glosa este versito:
Junto al mar de Galilea
el Señor dijo a Simón
tú estarás en el timón
de la Santa Madre Iglesia.
¿Dónde estaban, por ejemplo, los evangélicos en los años 100, 500 y 1000 y hasta el siglo XVI? ¿Dónde estaban cuando San Jerónimo tradujo la Vulgata? ¿Dónde estaban cuando las grandes persecuciones romanas en que tantos cristianos murieron por Cristo? Si para los evangélicos la Iglesia comienza con Lutero. ¿Cómo salvan entonces la laguna temporal entre el nacimiento de Jesús y el siglo XVI?¿Qué pasa durante estos 15 siglos de vida de la Iglesia? ¿Cómo se cumple durante este lapso la promesa de Jesús “Yo estoy con ustedes”.
Los evangélicos irrumpieron en la historia sólo a partir de 1500, por tanto no tienen ni la historia ni el tesoro de la Tradición cristiana que tenemos nosotros. Tampoco tienen esta pléyade de casi un millón de mártires que han dado la vida por Cristo y que tenemos los católicos como un gran regalo de Dios.
Pero hay más. Dentro de la Iglesia Católica Dios me comunica su Espíritu Santo y todos sus carismas y dones espirituales. Dentro de esta Iglesia encuentro la verdadera adoración al Dios único y verdadero. La Iglesia Católica me comunica sus sacramentos, que son signos sagrados por los cuales Cristo mismo me santifica. Y es sobre todo la Iglesia Católica la que me ofrece el Pan de vida en la Eucaristía o Santa Misa. “Yo soy el Pan de vida que bajó de cielo, dice Jesús, y si ustedes no comen del Cuerpo del Hijo del Hombre y no beben su Sangre, no tienen vida”. (Juan 6, 51, 53). La verdad es que hay muchas cosas que dejó Cristo en la Iglesia y que yo no las encuentro en las iglesias Evangélicas y que, reitero, solamente las encuentro en la Iglesia Católica.
2. La cuestión de la bebida
Ahora bien, a veces los hermanos llaman a cambiar de religión por la cuestión del trago. Quieren dar la impresión de que los católicos somos todos unos borrachos. ¡Qué injusticia y qué calumnia más grande! Llaman a cambiar de religión para “no tomar más” ¡como si la religión católica fuera una religión de borrachos! Esto es una gran falta de caridad y de justicia. Y aunque a veces hay personas que han dejado el trago al hacerse evangélicos, ello no significa que nuestra religión sea una religión de borrachos.
En estos últimos tiempos y en algunos lugares, muchos católicos por distintas razones se han pasado a los hermanos evangélicos. Pero yo les digo a los católicos: No se desanimen. “No temas, pequeño rebaño”, porque al Padre de ustedes le agradó darles el Reino (Lc. 12, 32).
En la historia de la Iglesia Católica, una historia de 2000 años, hubo épocas en que casi todos abandonaron la verdadera fe. Por ejemplo en el año 356 se metió la herejía del arrianismo entre los creyentes y casi todos, hasta obispos y sacerdotes, abandonaron la Iglesia. Tiempo después terminó el arrianismo y volvieron otra vez a la Iglesia Católica. ¿Sucederá igual ahora?
En el año 1200 aparecieron en Europa los cátaros y los waldenses, hombres muy piadosos y espirituales, predicaban otra religión y daba la impresión que iban a terminar con todos los católicos. Luego terminó el fervor de estos grupos y hoy día ya nadie habla de ellos. Pero la Iglesia Católica sigue.
En los años 1500, Lutero y Calvino protestaron contra algunos abusos que había en el interior de la Iglesia Católica. Formaron iglesias separadas, las iglesias protestantes, que después con el tiempo se dividieron en muchísimas iglesias.
Hoy en día muchas de estas iglesias se sienten avergonzadas de tantas divisiones, porque saben muy bien que Jesús quiere ver a sus seguidores todos unidos como una sola familia. Las divisiones de las iglesias son la gran tentación de todos los tiempos. Y si lo miramos con altura hoy es el mismo Espíritu Santo quien suscita deseos de unidad al interior de todas las Iglesias.
3. Los falsos profetas.
Ya en tiempo de San Pablo, se metieron falsos profetas que entregaban enseñanzas mentirosas: “Hermanos, dice el Apóstol, les ruego en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo que se pongan de acuerdo y que no estén divididos” (1 Cor.1, 10). “Me admira mucho que ustedes estén dejando tan pronto a Dios y que estén siguiendo un mensaje de salvación tan diferente. Lo que pasa es que hay algunos que les molestan a ustedes y quieren cambiar el mensaje de salvación de Cristo. Pero si alguien les da a ustedes un mensaje de salvación distinto del que les hemos dado, que esta persona sea puesta bajo nuestra maldición” (Gal.1, 6-9).
Lo mismo escribe San Pablo en su carta a los Corintios contra los falsos apóstoles (2 Cor. 11,1-15). Algunos se han desviado y se han perdido en discusiones inútiles. Quieren ser maestros de religión, pero no entienden ni lo que ellos mismos dicen, ni lo que pretenden enseñar con tanta seguridad. (1 Timot. 1, 4-7 y 6. 3-5).
También el apóstol Pedro advierte contra los que enseñan mentiras: “Hay maestros mentirosos entre ustedes. Ellos enseñan secretamente sus ideas dañinas, negando así al propio Señor que los salvó. Hablan mal del verdadero camino que es el Evangelio y en su ambición de dinero, los explotan a ustedes con enseñanzas falsas.” (2 Pedr. 2, 1-3).
4. Predicar el Evangelio “a mi manera”.
Queridos amigos: estos textos no los invento yo, están escritos en la Biblia. Y al igual como en otros tiempos había grupos de cristianos que predicaban el Evangelio a su manera, así no debemos asustarnos que ahora también aparezcan grupos que predican y explican el Evangelio a su manera. No se desanimen, no se dejen engañar, no acepten verdades a medias que son lo mismo que una mentira. Siempre ha existido la tentación de abandonar la Iglesia Católica y formar nuevas iglesias. Siempre que hay problemas, crisis o pecado en el seno de la Iglesia se producen divisiones.
Es lo mismo que una familia. Supongamos que un día todo va mal en casa, que papá y mamá se portan mal, discuten, pelean. No por eso los hijos deben arrancarse de la casa, sino que, con prudencia y cariño, deben pedir que los padres se corrijan y se amen entre sí.
Donde hay pecados, hay desunión, cismas, herejías, discusiones... Pero donde hay virtud, hay unión, de donde resulta que todos los creyentes tienen un solo corazón y una sola alma. Así también debemos amar a esta Iglesia de Cristo que es santa y pecadora, y pedir la purificación de esta gran familia de Dios. Pero sería un pecado mayor salirse de esta Iglesia Católica para formar otra iglesia. Cada uno tiene que decir su propio “mega culpa” por la responsabilidad que le cabe en la marcha de la Iglesia. Ojalá nuestra Iglesia pudiera aparecer “sin mancha ni arruga”, pero por el momento -somos peregrinos a la eternidad- todos somos caminantes y a todos se nos pega el polvo del camino.
Aunque todos abandonen la Iglesia Católica, yo seguiré siendo miembro de esta Iglesia de Cristo. No olvidemos que al final de la vida de Jesús casi todos lo abandonaron. Y hoy más que nunca tienen vigencia aquellas palabras de Jesús: ¿Y ustedes también quieren abandonarme? Al pie de la cruz de Jesús estaban sólo su Madre María, el apóstol Juan y algunas mujeres (Juan 19, 25-27) ¿Dónde estaban los otros discípulos?
Y cuando Jesús habló a sus discípulos acerca de comer su Cuerpo y beber su Sangre (Juan 6, 56) muchos discípulos suyos le dijeron: “Esto que dice es muy difícil de aceptar, ¿quién puede hacerle caso?” ( Jn. 6, 60) Y muchos lo abandonaron. Luego Jesús preguntó a sus Doce apóstoles: “¿Quieren irse ustedes también?” (Juan 6, 67).
Queridos hermanos católicos, después de todo, les he hablado con mucho amor, pero con un amor que busca la verdad. No tengo ninguna intención de ofender a nadie. Y termino recordando que, por cosas muy respetables que tengan las religiones evangélicas, el Concilio Vaticano nos dice que solamente en la religión Católica está la plenitud de la doctrina de Cristo y la plenitud de los medios de salvación dejados por Cristo a su Iglesia. Y si alguien queda con dudas acerca de alguna parte de esta carta, converse con cualquier sacerdote, religioso o laico bien formado. Solamente la verdad nos hará libres”. (Jn. 8, 32).
¿Cuál fue el objetivo primordial del Concilio Vaticano?
El objetivo primordial del Concilio Vaticano fue promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos. Porque siendo una sola la Iglesia fundada por Cristo Señor, son muchas, sin embargo, las denominaciones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo. Y naturalmente esta división, además de contradecir abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la predicación del Evangelio a todos los hombres.
¿Qué es el Ecumenismo?
El Ecumenismo es un movimiento que se ordena a favorecer y fomentar la unidad de los cristianos para que, superados poco a poco los obstáculos que impiden la perfecta comunión eclesial, todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio y que creemos subsiste indefectible en la Iglesia Católica. El verdadero ecumenismo no puede darse sin una conversión interior. Tenemos que implorar esta gracia del Espíritu Santo y orar para que pronto llegue el día de la perfecta unidad tan deseada y querida por Jesús.
Dios quiera que vayamos avanzando hacia la plena unidad. Hacia aquella unidad que pidió Jesús en su oración sacerdotal: “Que todos sean uno como Tú, Padre, estás en mí y Yo en ti” Jn 17, 21.
Cuestionario
A continuación se presenta este cuestionario que puede ser útil para complementar la sesión y el estudio personal.
a) ¿El sábado o el domingo?
¿Qué enseñan con insistencia los Adventistas sobre la observancia del sábado?
¿Qué dice la Biblia en el A. T.?
¿Cómo la Iglesia Católica pasó del Sábado al Domingo?
¿Hay una evolución entre A. T. y N. T?
¿Consideró Jesús la observancia del Sábado como algo esencial?
¿Qué dijo Jesús en Mc. 2, 28?
¿Por qué los católicos observamos el Domingo?
¿Cuál fue la práctica de San Pablo?