Sentencias de los Padres del desierto
9 El abad José de Tebas dijo:
«Tres clases de personas son gratas a los ojos de Dios: primero los enfermos que padecen tentaciones y las aceptan con acción de gracias.
En segundo lugar, lo que obran con toda pureza delante de Dios, sin mezcla de nada humano.
En tercer lugar, los que se someten y obedecen a su Padre espiritual renunciando a su propia voluntad».
10 El abad Casiano cuenta del abad Juan que había ocupado altos puestos en su congregación y que había sido ejemplar en su vida. Estaba a punto de morir y marchaba alegremente y de buena gana al encuentro del Señor. Le rodeaban los hermanos y le pidieron que les dejase como herencia una palabra, breve y útil, que les permitiese elevarse a la perfección que se da en Cristo.
Y él dijo gimiendo: «Nunca hice mi propia voluntad, y nunca enseñé nada a nadie que no hubiese practicado antes yo mismo».
11 Un hermano preguntó a un anciano: «¿Hay algo bueno para que yo lo haga y viva en ello?».
Y el anciano respondió: «Sólo Dios sabe lo que es bueno.
Sin embargo, he oído decir que un Padre había preguntado al abad Nisterós el Grande, el amigo del abad Antonio: "¿Cuál es la obra buena para que yo la haga?".
Y él respondió: "¿Acaso no son todas las obras iguales? La Escritura dice: "Abraham ejercitó la hospitalidad, y Dios estaba con él. Elías amaba la hesyquia, y Dios estaba con él. David era humilde y Dios estaba con él".
Por tanto, aquello a lo que veas que tu alma aspira según Dios, hazlo, y guarda tu corazón».
12 El abad Pastor dijo: «La guarda del corazón, el examen de si mismo y el discernimiento, son las tres virtudes que guían al alma».
13 Un hermano preguntó al abad Pastor: «¿Cómo debe vivir un hombre?».
Y el anciano le respondió: «Ahí tienes a Daniel, contra el que no se encontraba otra acusación, más que el culto que daba a su Dios» (cf.Dn, 6, 56).
Dijo también: «La pobreza, la tribulación y la discreción, son las tres obras de la vida solitaria. En efecto, dice la Escritura: "Si estos tres hombres, Noé, Job y Daniel hubiesen estado allí...". (cf. Ez 14,
1420).
Noé representa a los que no poseen nada. Job a los que sufren tribulación. Daniel a los discretos. Si estas tres se encuentran en un hombre, Dios habita en él».
15 El abad Pastor dijo: «Si el hombre odia dos cosas, puede liberarse de este mundo».
Y un hermano preguntó: «¿Qué cosas son esas?».
Y dijo el anciano: «El bienestar y la vanagloria».
16 Se dice que el abad Pambo, en el momento de abandonar esta vida, dijo a los santos varones que le acompañaban:
«Desde que vine a este desierto, construí mi celda y la habité, no recuerdo haber comido mi pan sin haberlo ganado con el trabajo de mis manos, ni de haberme arrepentido de ninguna palabra que haya
dicho hasta este momento. Y sin embargo, me presento ante el Señor como si no hubiese empezado a servir a Dios».
17 El abad Sisoés dijo: «Despréciate a ti mismo, arroja fuera de ti los placeres, libérate de las preocupaciones materiales y encontrarás el descanso».
18 El abad Chamé, a punto de morir, dijo a sus discípulos: «No viváis con herejes, ni os relacionéis con poderosos, ni alarguéis vuestras manos para recibir, sino más bien para dar».
19 Un hermano preguntó a un anciano: «Padre ¿cómo viene al hombre el temor de Dios?».
Y respondió el anciano: «Si el hombre practica la humildad y la pobreza y no juzga a los demás, se apoderará de él el temor de Dios».
20 Un anciano dijo: «Que el temor, la privación de alimento y el penthos moren en ti».
21 Dijo un anciano: «No hagas a otro lo que tú detestas. Si odias al quehabla mal de ti, no hables tampoco mal de los demás. Si odias al que te calumnia, no calumnies a los demás. Si odias al que te desprecia,
al que te injuria, al que te roba lo tuyo o te hace cualquier otro mal semejante, no hagas nada de esto a tu prójimo. Basta guardar esta palabra para salvarse».
22 Un anciano dijo: «La vida del monje es el trabajo, la obediencia, la meditación, el no juzgar, no criticar, ni murmurar, porque escrito está: "Ama Yahveh a los que el mal detestan". (Sal 96, 10).
La vida del monje consiste en no andar con los pecadores, ni ver con sus ojos el mal, no obrar ni mirar con curiosidad, ni inquirir ni escuchar lo que no le importa. Sus manos no se apoderan de las cosas
sino que las reparten.
Su corazón no es soberbio, su pensamiento sin malevolencia, su vientre sin hartura. En todo obra con discreción. En todo esto consiste el ser monje».
23 Dijo un anciano: «Pide a Dios que ponga en tu corazón la compunción y la humildad.
Ten siempre presentes tus pecados y no juzgues a los demás. Sométete a todos y no tengas familiaridad con mujeres, ni con niños, ni con los herejes.
No te fíes de ti mismo, sujeta la lengua y el apetito y prívate del vino.
Y si alguno habla contigo de cualquier cosa, no discutas con él. Si lo que te dice está bien, di: "Bueno". Si está mal, di; "Tú sabrás lo que dices." Y no disputes con él de lo que ha hablado. Y así tu alma tendrá paz».