Un diácono (del griego διακονος, diakonos, y luego del latín diaconus, «servidor») es considerado un servidor, un clérigo o un ministro eclesiástico,1 cuyas calificaciones y funciones muestran variaciones según las distintas ramas del cristianismo. En las Iglesias católica, copta y ortodoxa se refiere así a aquel que ha recibido el grado inferior del sacramento del Orden Sagrado por la imposición de las manos del obispo, y por lo tanto se le considera la imagen sacramental de Cristo servidor, en virtud de la Sagrada Escritura que especifica: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Evangelio de Marcos 10, 45).
El diácono en la Biblia y en la historia de la comunidad cristiana
El libro de los Hechos de los Apóstoles, datado de 60-70 d.C., narra la constitución por parte de los Apóstoles de los que podrían ser considerados los primeros siete diáconos de la Iglesia de Jerusalén.
Este texto es discutido, porque la mayor parte de los teólogos de hoy no reconocen en la «institución de los Siete» la institución del diaconado como tal. Ireneo de Lyon, en torno al año 180, menciona a Esteban, uno de los siete, como diácono. Cipriano de Cartago y Agustín de Hipona opinan que el diaconado fue instituido en aquel momento, mientras que Juan Crisóstomo no lo admite.
Estos siete hombres entran en función, al igual que los presbíteros, por la imposición de las manos. Entre ellos se destacan Esteban, el primer mártir cristiano, Felipe, el predicador en Samaría, y Prócoro, a quien se atribuye haber sido amanuense de Juan el Apóstol en su destierro en la isla de Patmos.
Es evidente que el ministerio que desarrollarían desborda rápidamente el servicio material (ejemplificado por el hecho de «servir las mesas» y «atender a las viudas»), puesto que luego predicarían, y a Felipe se le llegaría a calificar explícitamente de «evangelista» (Hechos de los Apóstoles 21:8)
Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana.
Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.»
Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos.
Hechos de los Apóstoles 6:1-6
También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos. Las mujeres igualmente deben ser dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Porque los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús.
I Timoteo 3: 8-13
Entre los diáconos que tuvieron un papel preeminente en la Historia de la cristiandad sobresalieron:
- San Esteban, a saber, el primer mártir de la cristiandad;
- el valeroso San Lorenzo, uno de los diáconos de Roma martirizado en una parrilla al fuego en 258
- Vicente de Zaragoza, el protomártir español martirizado bajo el mandato de Diocleciano (ca. 304)
- Efrén de Siria (muerto ca. 306), Padre y Doctor de la Iglesia
- Romano el Mélodo (ca. 490 - ca. 556), uno de los más grandes himnógrafos griegos, apodado «el Píndaro de la poesía rítmica»
- Francisco de Asís (1182–1226), uno de los santos más admirados y queridos por su sencillez y pobreza espiritual.
Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su presbítero, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad.
Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad competente, administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura.
Lumen gentium 29, Concilio Vaticano II
El Concilio también señaló la forma en que debe ejercerse este ministerio:
Lumen gentium 29, Concilio Vaticano II
En el mismo documento, el Concilio Vaticano II indicó en qué situaciones se establece el diaconado como grado propio y permanente de la jerarquía, y a quiénes puede conferirse:
...] como estos oficios [...] difícilmente pueden ser desempeñados en muchas regiones, se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado propio y permanente de la jerarquía.
Corresponde a las distintas Conferencias territoriales de Obispos, de acuerdo con el mismo Sumo Pontífice, decidir si se cree oportuno y en dónde el establecer estos diáconos para la atención de los fieles.
Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado podrá ser conferido a varones de edad madura, aunque estén casados, y también a jóvenes idóneos, para quienes debe mantenerse firme la ley del celibato.
Lumen gentium 29, Concilio Vaticano II
Años más tarde, el Catecismo de la Iglesia católica señaló:
El sacramento del Orden los marcó con un sello («carácter») que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo «diácono», es decir, el servidor de todos.
Corresponde a los diáconos, entre otras cosas
- asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios sobre todo de la Eucaristía y en la distribución de la misma
- asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, proclamar el Evangelio y predicar
- presidir las exequias
- y entregarse a los diversos servicios de la caridad.
Más adelante, el mismo Catecismo hizo referencia a la importancia y ocasión del restablecimiento del diaconado en la Iglesia católica:
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia latina ha restablecido el diaconado «como un grado particular dentro de la jerarquía» (LG 29), mientras que las Iglesias de Oriente lo habían mantenido siempre.
Este diaconado permanente, que puede ser conferido a hombres casados, constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia.
En efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, «sean fortalecidos por la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado» (AG 16)
Catecismo de la Iglesia católica, N° 1571.
Dentro de la Iglesia católica existen dos clases de diáconos: diáconos transitorios y diáconos permanentes.
Diácono transitorio
Se califica como transitorios a aquellos diáconos a los cuales se les confiere este ministerio por un período limitado de tiempo, que usualmente se inicia luego de culminar sus estudios y se extiende hasta que el ordinario del lugar considera al candidato suficientemente maduro para ser ordenado presbítero por el obispo.
En general, durante este tiempo los candidatos ejercen como diáconos en parroquias. Por lo tanto, es condición para ser presbítero haber sido ordenado con anterioridad en calidad de diácono transitorio (es decir, en tránsito hacia el presbiterado).
Diácono permanente
En el Concilio Vaticano II, se restableció nuevamente el diaconado permanente. Este tipo de diaconado puede ser conferido a hombres casados.
El diácono permanente debe ser considerado hombre «probo» por la comunidad, caritativo, respetuoso, misericordioso y servicial.
Es determinación del obispo exigir que sea casado, y en este caso, la esposa deberá autorizar por medio escrito al obispo la aceptación para la ordenación del esposo (requisito indispensable).
Un diácono casado que pierde a su esposa no puede volver a contraer matrimonio, pero sí puede optar a ser presbítero. Quien es ordenado diácono siendo soltero se compromete al celibato permanente.
Solo el varón («vir») bautizado recibe válidamente esta sagrada ordenación. El sacramento del Orden confiere un carácter espiritual indeleble y no puede ser reiterado ni ser conferido para un tiempo determinado.
Se le puede liberar de obligaciones y de las funciones vinculadas a la ordenación y hasta se le puede impedir ejercerlas, pero no vuelve a ser laico nuevamente puesto que, desde la ordenación, se considera que el diácono queda marcado espiritualmente de forma permanente (de allí el término marca o carácter)
Las funciones del diácono en la Iglesia católica son:
- Proclamar el Evangelio, predicar y asistir en el Altar;
- Administrar el sacramento del bautismo;
- Presidir la celebración del sacramento del matrimonio;
- Conferir los sacramentales (tales como la bendición, el agua bendita, etc.);
- Llevar el viático (sacramento de la eucaristía así llamado cuando se administra particularmente a los enfermos que están en peligro de muerte) pero no puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos, ni el sacramento de la reconciliación.
- Dirigir la administración de alguna parroquia;
- Ser designado a cargo de una Diaconía;
- Presidir la celebración dominical, aunque no consagrar la Eucaristía (lo cual corresponde a presbíteros y obispos).
- Puede además efectuar otros servicios, según las necesidades específicas de la Diócesis, particularmente todo aquello relacionado con la realización de obras de misericordia, y la animación de las comunidades en que se desempeñan.
Vestiduras propias del diácono
Las vestiduras litúrgicas propias del diácono son la estola puesta al modo diaconal, es decir, cruzada en el cuerpo desde el hombro izquierdo y unida en el lado derecho, a la altura de la cintura y sobre esta la dalmática, vestidura cerrada con amplias mangas, utilizada sobre todo en las grandes celebraciones y solemnidades.
En el común vestir, el diácono puede usar sotana o camisa clerical (clériman), y alzacuellos si así lo sintiera. Su vestimenta diaria depende de su estado de vida y del carácter de su diaconado.
Sotana de los diáconos católicos
Hábito coral de los diáconos cátolicos
Vestimenta de diácono en la alba, cíngulo y estola púrpura cruzada. Fotografía de octubre de 2005.
Simón Pedro consagra a Esteban(de rodillas) como diácono de la iglesia de Jerusalén. Fresco de la Capilla Niccolina, Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano. Detrás y de pie, se encuentran otros seis diáconos ordenados.
En Polonia, un diácono de la Iglesia católica canta el pregón pascual o Exsultet en la liturgia de la Vigilia Pascual. Según el Concilio Vaticano II, una de las funciones del diácono consiste en servir al pueblo en el ministerio de la liturgia.
Diácono católico, usando la dalmática, vestimenta típica del diaconado
Pintura de autor anónimo que representa a Vicente de Zaragoza, uno de los diáconos venerados en la Historia de la cristiandad, famoso por el martirio sangriento de que fue objeto.