Lección 45 -Módulo 4-6- Diplomado de Apoloética
Autor: Xavier Villalta A. | Fuente: Curso de Apologética
La frase latina Extra Ecclesiam nulla salus significa: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Se trata de un principio fundamental del catolicismo. El Catecismo de la Iglesia Católica, sobre este tema nos enseña que:
846 ¿Cómo
entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia?
Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza
por la Iglesia que es su Cuerpo:
El santo
Sínodo [...] "basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que
esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el
único Mediador y camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en
la Iglesia. Él, al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la
fe y del bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la
que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían
salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia
católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido
entrar o perseverar en ella" (LG 14).
847 Esta
afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su
Iglesia:
"Los
que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan
a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia,
hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia,
pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).
848
"Aunque Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe,
"sin la que es imposible agradarle" (Hb 11, 6), a los hombres que
ignoran el Evangelio sin culpa propia, corresponde, sin embargo, a la Iglesia
la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar" (AG
7).
Antes de
pasar al análisis de este dogma, debemos tener muy claro que no es lo mismo cambio que desarrollo.
El dogma no puede cambiar porque algo profesado como verdadero no puede después
ser falso. Pero sí hay un desarrollo, con el tiempo, en el entendimiento de los
dogmas. Los Apóstoles no
comprendieron desde el primer momento todo el significado de lo que Jesús les
enseñaba. Igualmente, la Iglesia no comprendió desde el
principio toda la profundidad contenida en la revelación divina. Es por eso que Jesús prometió el
Espíritu Santo que estará con la Iglesia siempre y enseñará toda la verdad.
Así, a través de los siglos, la Iglesia va adquiriendo mayor claridad sobre las
verdades reveladas que ya estaban desde el principio en las Sagradas Escrituras
y en la Tradición.
Concilio
Vaticano II: "Eligió (Dios) al Pueblo de Israel, con quien estableció un
pacto, y a quien instruyó gradualmente manifestándole así mismo sus divinos
designios a través de su historia." (Lumen Gentes II, 9.)
En
síntesis: El verdadero
desarrollo de la doctrina implica el gradual entendimiento por parte de la
Iglesia de una verdad que no cambia. Esa verdad, gracias al
Espíritu Santo actuando en la Iglesia, se comprende mejor.
Ejemplo: La
doctrina "No hay salvación fuera de la Iglesia" contiene una verdad
fundamental: La Iglesia es absolutamente necesaria para la salvación. Por medio
de la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, Dios canaliza su gracia al mundo. Toda salvación viene por la Iglesia de
Cristo, fuera de esta gracia no hay esperanza de vida eterna.
Esta verdad ha sido constantemente malinterpretada por aquellos que no se
someten al Magisterio de la Iglesia. La fé no depende de nuestra habilidad de
razonar hacia la verdad, sino de nuestra humildad ante la Verdad, presentada a
nosotros por aquellos a quienes Cristo encomendó la tarea. Esta es la razón por
la cual el Primer Concilio Vaticano nos enseña, que es tarea SOLO del
Magisterio, el determinar y exponer el significado de la Tradición, lo cual
incluye la de " Fuera de la Iglesia no hay salvación ".
Entonces,
nuestro deber es tratar de entender muy bien esta afirmación para no darle un
sentido equívoco.
Podemos
resumir la enseñanza de la Iglesia diciendo lo siguiente: "Así como Cristo es el único mediador
entre Dios y los hombres, así también la Iglesia es el medio universal y único
de salvación. Ningún hombre puede pues salvarse sin pertenecer a ella,
ya sea con toda realidad, ya sea cuando menos por su disposición
profunda".
La doctrina
de la Iglesia debe unificar al mismo tiempo varias verdades, que son:
a) que Dios
quiere realmente la salvación de todos los hombres;
b) que la
Iglesia es el único sacramento de salvación, y que es necesario pertenecer a
ella para poder salvarse;
c) que no
hay sin embargo dos Iglesias, universal pero invisible una, y visible pero
limitada la otra, sino que en la tierra existe solamente una misma y única
Iglesia, a la vez visible e invisible. Mística e institucional.
Intentemos
explicar este misterio:
1) La Iglesia, único sacramento de la salvación
"Así
como Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, así también la
Iglesia es el medio universal y único de salvación. Ningún hombre puede pues
salvarse sin pertenecer a ella, ya sea con toda realidad, ya sea cuando menos
por su disposición profunda ("reapse vel voto")".
Esta tesis
es de fe, según el magisterio ordinario y universal de la Iglesia confirmado
por varias declaraciones, solemnes, en particular la del IV concilio de Letrán
(1215): "existe una sola Iglesia, la Iglesia universal de los fieles,
fuera de la cual absolutamente nadie (nullus omnino) se salva" (Dz 430).
Y
la del concilio de Florencia (Dz 714). Véanse asimismo los textos de Inocencio
III (Dz 423), de Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam (Dz 468), de Clemente
VI (Dz 570 b), de Benedicto XIV (Dz 1473), de Pío IX (Dz 1647, 1677), de León
XIII (Dz 1955), de Pío XII en su encíclica Mystici corporis (Dz 2286-2288), del
Santo Oficio en su carta de 8 de agosto de 1949 al arzobispo de Boston a
propósito del asunto Feeney (Dz 3866-3872).
Resumiendo y recogiendo toda esta
doctrina tradicional, el concilio Vaticano II reafirma, a su vez, "que
esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. En efecto, sólo
Cristo es mediador y camino de salvación. y se hace presente a todos nosotros
en su cuerpo que es la Iglesia" (L. Gent., 14).
La fe de la
Iglesia tocante a la necesidad del papel por ella desempeñado, le llega de la
Escritura a través de la tradición.
a) El fundamento de la Sagrada Escritura
Una doble
serie de afirmaciones jalona todo el Nuevo Testamento:
a. Cristo es la única fuente de salvación,
el único lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Así, bajo formas
diversas: Act 4, 11-12; Rom 10, 1-14; Lc 12, 8-10; Jn 14, 1-6, etc.
b. En la comunicación de la salvación a los
hombres, Cristo y la Iglesia forman una sola cosa: la negativa
a seguir a la Iglesia equivale a una negativa a seguir a Cristo, del mismo modo
que rechazar a Cristo equivale a rechazar al Padre (Lc 10, 16: "Quien a
vosotros escucha, a mi me escucha; y quien a vosotros desprecia, a mí me
desprecia; pero quien me desprecia a mí, desprecia a aquel que me envió";
o también: Jn 3, 5; 13, 20: Mt 18, 17; Mc 16, 16; Gál 1. 8; Tit 3, 10; 2 Jn 10,
11, etc..).
O bien
todos estos textos nada quieren decir, o bien significan claramente que, fuera
de Cristo y de su Iglesia, no existe salvación posible para el hombre. Así,
pues, aun cuando no figure en ellos bajo su formulación explícita, el axioma
"fuera de la Iglesia, no hay salvación" se remonta en su sustancia al
Evangelio mismo. El concilio Vaticano II lo advierte con exactitud: "Al
enseñarnos explícitamente la necesidad de la fe y del bautismo (Mc 16, 16; Jn
3, 5), confirmó (Cristo) al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia misma"
(L. Gent., 14).
b) El axioma "fuera de la Iglesia no hay salvación"
La fórmula
"fuera de la Iglesia, no hay salvación" aparece por primera vez en
san Cipriano y en Orígenes en torno al año 250. La encontramos
ininterrumpidamente en los padres, tal cual, o con ligeras variantes, o
traducida también en imágenes como la del arca de Noé u otras equivalentes. La
encontramos también en los teólogos y en los documentos oficiales del
magisterio, los más importantes de los cuales han sido ya indicados antes.
Por poco
que se reflexione, se advertirá claramente que es esencial a la Iglesia ser
única. En caso contrario, no sería ya la esposa del único Mediador y su cuerpo,
el sacramento de la comunión universal entre Dios y los hombres. Cuando la Iglesia afirma esta unicidad
como una exigencia de su fe, no reivindica pues celosamente unos derechos y
unos privilegios cediendo a una tentación de imperialismo espiritual,
sino que da testimonio de la misión que ella ha recibido con respecto a la
humanidad. Su exclusivismo es sencillamente otro nombre de su fidelidad y de su
caridad universal. Admitir una pluralidad de Iglesias equivaldría a no admitir
ninguna, a rechazar la noción misma de Iglesia.
2. El sentido y el alcance del axioma "fuera de la Iglesia no
hay salvación"
¿Cómo,
pues, interpretar correctamente este axioma? Para responder a la cuestión así
planteada, examinaremos brevemente lo que a este respecto nos dicen el Nuevo
Testamento y la tradición de la Iglesia.
a) El Nuevo Testamento
a. Lo que el Nuevo Testamento condena es,
esencialmente, la negación de la verdad, y no la ignorancia
pura y simple. Véase, en particular: Jn 3, 19; Mt 22, 8-9; cf. 1 Jn 4, 7.
b. Nunca afirma que sea suficiente invocar
a Cristo o afiliarse a su Iglesia para poder salvarse. Hasta
dice explícitamente lo contrario: Mt 13, 41-42; 22, 12-14; 25, 41; 1 Cor 13, 2;
Gál 5, 6; Sant 2, 14; Lc 13, 9.
c. No excluye en parte alguna una
pertenencia a Cristo y a la Iglesia simplemente latente, pero ya salvífica.
Varios indicios, sin ser absolutamente perentorios, orientan incluso en este
sentido. Así, por ejemplo, las palabras de Cristo a propósito de Abraham, que
"ha visto su día" (Jn 8,56). O aquellas que transcribe Mc 9,38-40:
"quien no está contra nosotros, está con nosotros", palabras que
equilibran que de algún modo el "quien no está conmigo, está contra
mí". Véase asimismo: Jn 1, 9; Mt 2, 1; 8, 10; 15, 28; 25, 34s; 1 Jn 4. 7.
b) La Tradición de la Iglesia
Algunos
Padres tuvieron una posición muy estricta; como San Fulgencio de Ruspe (siglo
VI): "No cabe la menor duda de que no sólo todos los paganos, sino también
todos los judíos, todos los herejes y cismáticos que mueren fuera de la Iglesia
católica, irán al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles".
Pero otros,
sin embargo, matizan más las cosas y admiten la idea de una posible buena fe;
así san Agustín, quien, siquiera de un modo disperso, distingue entre lo que un
día se llamará el hereje de buena fe o hereje simplemente material, y el hereje
formal. "Aquel, escribe, que defiende su opinión, aunque sea errónea y
perversa, sin animosidad pertinaz, sobre todo cuando dicha opinión no es fruto
de su audaz presunción, sino herencia de unos progenitores seducidos y
arrastrados por el error; si busca la verdad escrupulosamente, pronto a
abrazarla en cuanto la conozca, no debe ser clasificado entre los herejes"
(Epistola 43,1). San Ambrosio se había manifestado más explícitamente aún a
propósito del emperador Valentiniano II, asesinado antes de haber recibido el
bautismo que tanto deseaba: Ambrosio no puede imaginar que no haya recibido la
gracia. Escribe: "¿No habrá, pues, recibido la gracia que deseaba, que él
había pedido? Evidentemente, si la ha pedido, la ha recibido" (De obitu
Valentiniani, 51; PL 16, 1374; Rouët de Journel, 1328).
A partir de
santo Tomás, la distinción entre las diferentes clases de ignorancia se hará
clásica: voluntaria e involuntaria, vencible e invencible.
El tema de
la necesidad de la Iglesia para la salvación se planteó de nuevo con los
grandes descubrimientos. Las discusiones entre teólogos fueron muy enconadas.
Finalizado
el siglo XVIII, el "liberalismo" y el indiferentismo religioso
provocaron una viva oposición a nuestro axioma. Son conocidas las brutales
palabras de Rousseau: "Todo el que se atreve a decir que "fuera de la
Iglesia, no hay salvación", debe ser expulsado del Estado" (Contrato
social, IV, 8). El moralismo pietista de Kant y "la religión de la
conciencia" influyeron en idéntico sentido.
La reacción
de la Iglesia ha sido clara y muy significativa. Es doble:
-Por una
parte, rechaza categóricamente todo indiferentismo cuyo principio entrañe la
negación del misterio de salvación del que es ella servidora. Véase, en este
sentido: la encíclica Mirari vos de Gregorio XVI (Dz l613ss), la alocución de
Pío IX de 9 de diciembre de 1854 (Dz 1646ss), la encíclica Quanto conficiamur
moerore (10 de agosto de 1863; Dz 1677) de este mismo papa, el Syllabus (Prop.
16 y 17; Dz 1716-1717), etc. Se mantiene, pues, con firmeza el principio
tradicional: "Fuera de la Iglesia, no hay salvación"
-Por otra
parte, la condenación implicada en este axioma no apunta jamás a las personas
mismas. Aun cuando el principio se formule de un modo absoluto en los textos
relativos a las demás sociedades religiosas, abunda sin embargo en precisiones
y en crecientes matices cuando se trata de textos referentes a la salvación
efectiva de las personas que no están en contacto visible e institucional con la
Iglesia. Pío IX es el primero que introduce explícitamente la consideración de
la buena fe en su exposición de una doctrina tradicional "fuera de la
Iglesia, no hay salvacion" (Singulari quadam, 9 de diciembre de 1854, Dz
1646-1647, véase también Quanto conficiamur, 10 de agosto de 1863, Dz l677).
Idéntico espíritu encontramos en León XIII (Satis cognitum) 17 y en Pío X (E
Supremi Apostolatus).
El concilio
Vaticano II, en la Constitución Lumen Gentium, matiza la aplicación de este
principio a las diferentes categorías humanas sobre la base de una distinción
mucho más clara de los diversos casos posibles: cristianos no católicos,
judíos, musulmanes y adoradores del Dios único, y aquellos, en fin, que
"buscan todavía en sombras e imágenes al Dios que desconocen" (L.G.,
16).
Ya la
encíclica Mystici corporis había preparado este progreso al mencionar
explícitamente a "quienes por cierto deseo o aspiración inconsciente están
ordenados al cuerpo místico" (Dz 3821 y CEDP, t. I. p. 1057), idea
recogida y precisada por la carta del Santo Oficio (8 de agosto de 1949)
relativa al asunto Feeney (Dz 3866-3873 [32 ed.]).
c) Conclusión
A la luz de
estos últimos documentos, cabe resumir así la tra dición de la Iglesia:
1º Es de fe
que "la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación" (L.
Gent.. 14).
2º "No
podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue
instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, se negasen sin embargo
a entrar o a perseverar en ella" (L.G., 14).
3º En razón
del vínculo que une a Cristo con la Iglesia, nadie puede salvarse, es decir,
vivir con Cristo, sin estar de un modo u otro en comunión con la Iglesia.
4º En la
aplicación de este principio a las diferentes personas, hay que tener en cuenta
las circunstancias y posibilidades efectivas de cada uno. "Por esto, para
que una persona alcance su salvación eterna, no siempre se requiere que esté de
hecho incorporada a la Iglesia a título de miembro, pero si debe estar unido a
ella siquiera un deseo o aspiración" (carta del Santo Oficio al arzobispo
de Boston, 8 de agosto de 1949. DS 3870).
5º
"Incluso no siempre es necesario que esta aspiración sea explicita. En
caso de ignorancia invencible, una simple aspiración implícita" (ibid.) o
inconsciente puede ser suficiente, si traduce "la disposición de una
voluntad que quiere conformarse a la de Dios" (ibid.). O, dicho de otro
modo, esa aspiración debe expresar realmente la oposición de la vida de uno,
por cuanto no puede tratarse de una especie de salvación de segunda categoría.
Ese deseo debe estar asimismo animado por la caridad perfecta, implicando pues
un acto de fe sobrenatural.
¿Cómo
concebir psicológicamente este deseo implícito? El concilio Vaticano II habla
de "aquellos que, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia,
buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo la
influencia de la gracia, en cumplir con obras su voluntad conocida mediante el
juicio de la conciencia, pueden alcanzar la salvación eterna". Y con más
audacia aún: "Incluso a aquellos que sin culpa no han llegado todavía a un
conocimiento expreso de Dios, y se esfuerzan, no sin la gracia divina, en
llevar una vida recta, tampoco a ellos niega la divina Providencia los auxilios
necesarios para la salvación" (L.G., 16; cf. Gaudium et spes, 22, 5).
En todos
estos textos se advierte una insistencia en los dos puntos siguientes:
-Se hace
referencia a la orientación global de una vida: "hay que esforzarse en cumplir
con obras su voluntad"; "hay que esfor zarse en llevar una vida
recta".
-Todo esto
no puede llevarse a cabo y tener un efecto "sal vífico" como no sea
bajo la influencia de la gracia. Y sabemos pre cisamente que, aun cuando
algunos hombres puedan dar la impre sión de que están lejos - o quizá lo estén
de hecho - de Dios, él en cambio no está lejos de nadie. "puesto que él da
a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (Act 17, 25-28), y quiere,
como Salvador, que todos los hombres se salven (1 Tim 2, 5)" (L. Gen t.,
16).
3. Consecuencia: la mediación universal de la Iglesia y los grados
de pertenencia a la Iglesia
a) La mediación universal de la Iglesia
Por ser la
iglesia en el mundo el sacramento universal de la salvación, toda gracia llega
a través de ella y toda gracia tiende hacia ella.
a. Toda
gracia llega a través de la iglesia: No solamente el camino normal previsto por
Cristo para comu nicar su vida es el canal de los sacramentos, sino que además,
siendo como es la Iglesia "Jesucristo difundido y comunicado", según
palabras de Bossuet, toda participación en la vida de Cristo será eclesial, aun
en el caso de que sus beneficiarios no tengan conciencia de ello, ya que no
existen dos especies de una misma vida cristiana, supuestamente distintas en
razón de la pertenencia o no pertenencia a la Iglesia. Concreta mente, dicha
mediación se ejerce de dos maneras sobre todo:
-En virtud
de los sacramentos, y de la eucaristía en particular. En la economía de la
salvación, la misa y la cruz son dos mis terios inseparables: "Sin la
cruz, la misa sería una ceremonia va cía. Pero, sin la misa, la cruz sería una
fuente sellada" (Montcheuil).
-En virtud
de las restantes plegarias y sacrificios ofrecidos por la iglesia. La encíclica
Mystici corporis insiste varias veces en el papel maternal que la Iglesia
desempeña con respecto al conjunto de la humanidad.
b. Toda
gracia tiende hacia la Iglesia: Más cierto aún es que toda gracia ordena
necesariamente a quien la recibe hacia la Iglesia, para que pertenezca a ella
cada vez más y mejor. Cristo, escribía Isaac de Stella, "es un esposo
humilde y fiel", todo lo que hace, lo hace pues para su esposa. Esta fide
lidad forma parte de su misterio. "Adondequiera que vaya ahora, a la
derecha del Padre o al fondo de las almas, sigue siendo siempre el Cristo de su
Iglesia y de Pedro, y los primeros momentos de su entrada en no importa qué
corazón, las primeras acometidas de su gracia, que no descansa nunca y en parte
alguna, serán asi mismo los primeros pasos de su venida a la Iglesia"
(Mersch).
b) Los grados de pertenencia a la Iglesia
La cuestión
de la pertenencia a la Iglesia no es más que una aplicación de todo lo que
acaba de decirse. Dos grandes principios deben tomarse aquí en cuenta:
a.
"Están plenamente incorporados a la sociedad de la iglesia quienes,
poseyendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su constitución y todos
los medios de salvación establecidos en ella. y en su cuerpo visible están
unidos con Cristo, el cual la rige por medio del soberano pontífice y los
obispos, por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del
gobierno y comunión eclesiástica" (Lumen gentium, 14). El mismo documento
añade a continuación:
- Esta
"incorporación" a la Iglesia no asegura la sal vación a quien,
no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia sólo en
cuerpo, y no en corazón;
- Esta
situación sobrenatural de los hijos de la Iglesia "debe atribuirse no
a sus méritos, sino a una gracia singular de Cristo".
También
añade: "los catecúmenos que, movidos por el Espíritu Santo, solicitan con
voluntad expresa ser incorporados a la Iglesia, por este mismo deseo ya están vinculados a ella y la madre Iglesia los abraza con amor y solicitud como suyos"
(L.G., 14).
b. Aun sin
estar plenamente incorporado a la iglesia, es posible, sin embargo, estar
unido a ella y, en este sentido, pertenecer a ella de algún modo. El concilio
Vaticano II habla explícitamente de un vínculo por el que están unidos a la
Iglesia todos aquellos que, aun sin estar plenamente incorporados a ella,
pertenecen sin embargo a ella de algún modo (L.G., 15-16; Decreto sobre el
ecume nismo, 3 y 4). Hay, pues, una pertenencia en sentido amplio (en esta
última, es preciso establecer una dis tinción entre aquellos que admiten el
Evangelio y "se honran con el bello nombre de cristianos", algunos de
los cuales están unidos a la Iglesia por vínculos sacramentales muy fuertes
-cf. L.G. 15-, y aquellos otros que, no habiendo recibido todavía el Evangelio,
están simplemente "ordenados al pueblo de Dios" -ibid., 16-). Tal es
la razón de que, para mejor definir y caracterizar estos diferentes casos,
procedan algunos teólogos a enumerar las tres categorías siguientes:
- La
incorporación plena (o pertenencia en sentido fuerte), incorporación que
supone las tres condiciones clásicas recogidas por el Concilio (profesión
de fe cristiana, vida sacramental, comunión con la jerarquía de la
Iglesia);
- Una
pertenencia en sentido amplio o incompleto, caso de faltar uno o dos de
los elementos antes citados;
- Un
cierto vinculo con la Iglesia, que ni siquiera cabe calificarlo como
pertenencia, cuando no se da ninguna de las tres condiciones.
Dios los
bendiga.
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Enlaces Relacionados
- Información básica sobre el Módulo 4 del
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- Respuestas a
Preguntas Frecuentes sobre este Diplomado
____________________________
Fuentes:
-P. Faynel, La Iglesia,
Herder, Barcelona 1974, pp. 51-68
http://www.apologeticacatolica.org/Iglesia/LaIglesia25.htm
http://www.teologoresponde.org/2014/03/21/hay-salvacion-fuera-de-la-iglesia-se-salvan-las-personas-de-otras-religiones/
https://www.ewtn.com/spanish/preguntas/fuera_de_la_Iglesia_no_hay_salvaci%C3%B3n.htm
http://es.catholic.net/op/articulos/61842/hay-salvacion-fuera-de-la-iglesia.htmlhttp://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a9p3_sp.html