El año litúrgico se estructura a partir de los acontecimientos más relevantes relacionados con la vida de Nuestro Señor Jesucristo. El más importante de ellos es la Semana Santa, en que se rememora su Pasión, Muerte y Resurrección y la consiguiente consumación de su obra redentora.
Esto explica que la ordenación del año litúrgico se haga a partir de la Pascua de Resurrección, que es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte. En la Forma Extraordinaria existen algunas diferencias con la distribución del año litúrgico existente tras la reforma de 1970. Una de esas diferencias es el período de tres semanas que precede a la Cuaresma, que en la forma ordinaria ha pasado a ser parte del tiempo ordinario, el que sólo se interrumpe con el Miércoles de Ceniza. Dichas semanas se denominan, respectivamente, Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima.
El tiempo de Septuagésima, como también es conocido en su conjunto, marca el inicio del tiempo de Carnaval (etimológicamente, abandono o despedida de la carne) y comporta, por tanto, un preludio para la Cuaresma asociándonos al recuerdo de la vida pública de Jesús. En efecto, este tiempo debe ser una preparación para que nos dispongamos a celebrar santamente la Cuaresma, período en el cual a través de la penitencia, el ayuno y la oración nos preparemos para la gran fiesta de la Pascua, donde Cristo consuma su misión. De ahí que su color litúrgico sea el morado, al igual que en Cuaresma y Adviento, por ser aquel el que denota exteriormente una preparación penitencial y una profundización espiritual de cara al tiempo litúrgico que sucederá.
Cada uno de los domingos del tiempo de Septuagésima tiene una estación en alguna de las basílicas patriarcales de Roma (conocida como Pentarquía). Estas estaciones cuaresmales indican la dimensión peregrinante del Pueblo de Dios que, en preparación a la Semana Santa, intensifica el desierto cuaresmal y experimenta la lejanía de la «Jerusalén» hacia la cual se dirigirá el Domingo de Ramos, para que el Señor pueda completar ahí, con la Pascua, su misión terrena y realizar el designio del Padre.
El tiempo de Septuagésima, como también es conocido en su conjunto, marca el inicio del tiempo de Carnaval (etimológicamente, abandono o despedida de la carne) y comporta, por tanto, un preludio para la Cuaresma asociándonos al recuerdo de la vida pública de Jesús. En efecto, este tiempo debe ser una preparación para que nos dispongamos a celebrar santamente la Cuaresma, período en el cual a través de la penitencia, el ayuno y la oración nos preparemos para la gran fiesta de la Pascua, donde Cristo consuma su misión. De ahí que su color litúrgico sea el morado, al igual que en Cuaresma y Adviento, por ser aquel el que denota exteriormente una preparación penitencial y una profundización espiritual de cara al tiempo litúrgico que sucederá.
Cada uno de los domingos del tiempo de Septuagésima tiene una estación en alguna de las basílicas patriarcales de Roma (conocida como Pentarquía). Estas estaciones cuaresmales indican la dimensión peregrinante del Pueblo de Dios que, en preparación a la Semana Santa, intensifica el desierto cuaresmal y experimenta la lejanía de la «Jerusalén» hacia la cual se dirigirá el Domingo de Ramos, para que el Señor pueda completar ahí, con la Pascua, su misión terrena y realizar el designio del Padre.
La costumbre de celebrar en Cuaresma la Misa «estacional» se remonta a los siglos VII y VIII, cuando el Papa oficiaba la Santa Misa, asistido por todos los sacerdotes de las iglesias de Roma (para quienes era preceptivo acudir), en una de las cuarenta y tres basílicas estacionales de esa ciudad. También lo hacía con ocasión de las grandes fiestas.
Septuagésima es el noveno domingo antes de la Pascua de Resurrección, y debe su nombre a una simplificación de origen histórico: el primer domingo del tiempo de Carnaval que se introdujo en el calendario litúrgico fue el domingo de Quincuagésima (siglo VI). Posteriormente, se añadieron otros dos: el primero, que cae casi sesenta días antes de la Pascua, fue llamado domingo de Sexagésima (IV Concilio de Orleans, 541), y el segundo de Septuagésima (Sacramentario Gelasiano, 750).
Septuagésima se conoce también como Dominica Circumdederunt, por la primera palabra del Introito de la Misa («Cercáronme angustias de muerte…»), tomada del Salmo 17.
Septuagésima se conoce también como Dominica Circumdederunt, por la primera palabra del Introito de la Misa («Cercáronme angustias de muerte…»), tomada del Salmo 17.
A partir de este domingo y hasta el domingo de Pascua, se deja de decir el cántico al Señor, el Aleluya, tanto en la Misa como en el oficio divino. Asimismo, en la Misa del domingo y de las ferias se omite por completo el Gloria y se añade un Tracto al Gradual.
Su estación es la hoy basílica menor de San Lorenzo Extramuros, asignada antiguamente al Patriarca de Jerusalén.
Sexagésima es el octavo domingo anterior a la Pascua y el segundo antes de la Cuaresma, y se conoce también como Dominica Exsurge, por el comienzo del Introito («Levantaos, oh Señor…»), que corresponde al Salmo 43.
Su estación es la basílica mayor San Pablo Extramuros, inicialmente la sede del Patriarca de Alejandría, y desde ahí la oración de la Iglesia invoca al Doctor de los Gentiles.
Evangelio del Domingo de Sexagésima: la Parábola del Sembrador (San Lucas VIII, 4-15)
Quincuagésima es el domingo anterior al Miércoles de Ceniza, llamado Dominica Esto mihi, por las palabras iniciales del Introito («Sé para mí un Dios protector…») proveniente del Salmo 30. Su estación es la basílica mayor de San Pedro del Vaticano, de la que era titular el Patriarca de Constantinopla (recuérdese que la basílica del Papa es San Juan de Letrán). En muchos lugares, este domingo y los siguientes dos días eran usados para preparar la Cuaresma mediante una buena confesión. Como los días previos a la Cuaresma eran con frecuencia destinados al desenfreno, el papa Benedicto XIV(1675-1758), por medio de la constitución Inter Caetera (1 de enero de 1748), introdujo una especial «devoción de las cuarenta horas», para proteger a los fieles de las diversiones peligrosas y favorecer la reparación por los pecados cometidos.
Con el mismo nombre se designa también el tiempo entre Pascua y Pentecostés, o entre el domingo siguiente a la Pascua (llamado también Domingo de la Divina Misericordia) y el domingo siguiente a Pentecostés. En este último caso se habla de Quinquagesima Paschae, paschalis o Laetitiae.
Con estas tres semanas se prepara, pues, la llegada del Miércoles de Ceniza y el inicio de ese tiempo de penitencia, limosna y oración que es la Cuaresma, el que hasta la reforma de san Gregorio Magno (540-604) comenzaba el domingo de Cuadragésima.
Con el mismo nombre se designa también el tiempo entre Pascua y Pentecostés, o entre el domingo siguiente a la Pascua (llamado también Domingo de la Divina Misericordia) y el domingo siguiente a Pentecostés. En este último caso se habla de Quinquagesima Paschae, paschalis o Laetitiae.
Con estas tres semanas se prepara, pues, la llegada del Miércoles de Ceniza y el inicio de ese tiempo de penitencia, limosna y oración que es la Cuaresma, el que hasta la reforma de san Gregorio Magno (540-604) comenzaba el domingo de Cuadragésima.
De ahí que la estación del primer domingo de Cuaresma sea la basílica mayor de San Juan de Letrán, catedral de Roma y antigua sede del Patriarca de Occidente (título al que el papa Benedicto XVI renunció en 2006), que vuelve a comparecer el Domingo de Ramos y en la celebración de la Missae in Coena Domini y de la Vigilia Pascual.
La estación correspondiente al Miércoles de Ceniza es la basílica de Santa Sabina, sita sobre el Aventino, desde la que el Sumo Pontífice imponía las cenizas a la curia y al pueblo de Roma.
Como nos lo recordaba el Papa Emérito, S.S. Benedicto XVI, «el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es “hacerme semejante a él en su muerte” (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida […]. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo» (Mensaje para la Cuaresma 2011).
Por eso, la sociedad cristiana suspendía antiguamente durante la Cuaresma los tribunales de justicia y las guerras, declarándose la Tregua de Dios. Era también tiempo prohibido para las bodas.
Esta temporada fue abolida después del Vaticano 2 y no se encuentra en el nuevo calendario o dentro de la Misa Novus Ordo de Pablo VI. Una época que se remonta al menos al siglo VI y el papado de San Gregorio Magno ha desaparecido para la gran mayoría de los católicos gracias a un pequeño grupo de reformadores encabezados por Annibale Bugnini.
Catecismo Mayor de San Pío X – De los domingos de septuagésima, sexagésima y quincuagésima.
P. ¿Cuáles son los domingos que se llaman de septuagésima, sexagésima y quincuagésima?
R. Se llaman domingos de septuagésima, sexagésima y quincuagésima el séptimo, sexto y quinto domingo antes del de Pasión.
P. ¿Por qué razón la Iglesia desde el domingo de septuagésima hasta el Sábado Santo omite en los divinos oficios el Aleluya y usa ornamentos morados?
Esta temporada fue abolida después del Vaticano 2 y no se encuentra en el nuevo calendario o dentro de la Misa Novus Ordo de Pablo VI. Una época que se remonta al menos al siglo VI y el papado de San Gregorio Magno ha desaparecido para la gran mayoría de los católicos gracias a un pequeño grupo de reformadores encabezados por Annibale Bugnini.
Catecismo Mayor de San Pío X – De los domingos de septuagésima, sexagésima y quincuagésima.
P. ¿Cuáles son los domingos que se llaman de septuagésima, sexagésima y quincuagésima?
R. Se llaman domingos de septuagésima, sexagésima y quincuagésima el séptimo, sexto y quinto domingo antes del de Pasión.
P. ¿Por qué razón la Iglesia desde el domingo de septuagésima hasta el Sábado Santo omite en los divinos oficios el Aleluya y usa ornamentos morados?
R. La Iglesia, desde el domingo de septuagésima hasta el Sábado Santo, omite en los divinos oficios el Aleluya, que es voz de alegría, y usa de ornamentos morados, que es color de tristeza, para alejar con estas señales de tristeza a los fieles de las vanas alegrías del mundo e inculcarles el espíritu de penitencia.
P. ¿Qué cosas propone la Iglesia a nuestra consideración en los divinos oficios de las semanas de septuagésima, sexagésima y quincuagésima?
R. En los divinos oficios de la semana de septuagésima, la Iglesia nos representa la caída de nuestros primeros padres y su justo castigo; en la de sexagésima, el diluvio universal, enviado por Dios para castigo de los pecadores; y en los tres primeros días de la semana de quincuagésima, la vocación de Abrahán y el premio dado por Dios a su obediencia y a su fe.
P. ¿Cómo es que, a pesar de las intenciones de la Iglesia, en tiempo de septuagésima, sexagésima y quincuagésima se ven, aun más que en otros tiempos, tantos desórdenes en algunos cristianos?
R. En este tiempo, más que en otros, se ven tantos desórdenes en algunos cristianos por la malignidad del demonio, que, queriendo contrariar los designios de la Iglesia, hace los mayores esfuerzos para inducir a los cristianos a que vivan según los dictámenes del mundo y de la carne.
P. ¿Qué hemos de hacer para conformarnos con los designios de la Iglesia en tiempo de Carnaval?
R. Para conformarnos con los designios de la Iglesia en tiempo de Carnaval, es preciso apartarnos de los espectáculos y diversiones peligrosas, y atender con mayor cuidado a la oración y mortificación, haciendo alguna visita extraordinaria al Santísimo Sacramento, mayormente cuando está expuesto a la pública adoración; y esto para reparar tantos desórdenes con que Dios en este tiempo es ofendido.
P. ¿Qué hará quien por necesidad tuviere que hallarse en alguna diversión peligrosa de Carnaval?
R. Quien por necesidad hubiere de hallarse en alguna peligrosa diversión de Carnaval, ha de implorar primero socorro de la divina gracia para evitar todo pecado; portarse luego con gran modestia y reserva, y recoger después el espíritu con la consideración de alguna máxima del Evangelio.
Por qué se quitó el tiempo de Septuagésima
En su libro «La Reforma de la Liturgia (1948 – 1975), Annibale Bugnini nos da la respuesta:
P. ¿Qué cosas propone la Iglesia a nuestra consideración en los divinos oficios de las semanas de septuagésima, sexagésima y quincuagésima?
R. En los divinos oficios de la semana de septuagésima, la Iglesia nos representa la caída de nuestros primeros padres y su justo castigo; en la de sexagésima, el diluvio universal, enviado por Dios para castigo de los pecadores; y en los tres primeros días de la semana de quincuagésima, la vocación de Abrahán y el premio dado por Dios a su obediencia y a su fe.
P. ¿Cómo es que, a pesar de las intenciones de la Iglesia, en tiempo de septuagésima, sexagésima y quincuagésima se ven, aun más que en otros tiempos, tantos desórdenes en algunos cristianos?
R. En este tiempo, más que en otros, se ven tantos desórdenes en algunos cristianos por la malignidad del demonio, que, queriendo contrariar los designios de la Iglesia, hace los mayores esfuerzos para inducir a los cristianos a que vivan según los dictámenes del mundo y de la carne.
P. ¿Qué hemos de hacer para conformarnos con los designios de la Iglesia en tiempo de Carnaval?
R. Para conformarnos con los designios de la Iglesia en tiempo de Carnaval, es preciso apartarnos de los espectáculos y diversiones peligrosas, y atender con mayor cuidado a la oración y mortificación, haciendo alguna visita extraordinaria al Santísimo Sacramento, mayormente cuando está expuesto a la pública adoración; y esto para reparar tantos desórdenes con que Dios en este tiempo es ofendido.
P. ¿Qué hará quien por necesidad tuviere que hallarse en alguna diversión peligrosa de Carnaval?
R. Quien por necesidad hubiere de hallarse en alguna peligrosa diversión de Carnaval, ha de implorar primero socorro de la divina gracia para evitar todo pecado; portarse luego con gran modestia y reserva, y recoger después el espíritu con la consideración de alguna máxima del Evangelio.
Por qué se quitó el tiempo de Septuagésima
En su libro «La Reforma de la Liturgia (1948 – 1975), Annibale Bugnini nos da la respuesta:
El organismo técnico del «Consilium» (Comisión encargada por Pablo VI para implementar los cambios en la liturgia), se dividió en grupos de estudios para afrontar la tarea. El grupo número 1 estaba a cargo de la revisión del calendario.A Bugnini se le ha considerado por algunos como el destructor de la liturgia de la Iglesia. Sin entrar en esa discusión, me parece que su libro aporta información muy interesante sobre cómo se fue realizando la reforma, hasta en sus más mínimos detalles.
En el capítulo XXI de su libro, Bugnini nos cuenta cómo trabajó el grupo 1. Después de algunas reuniones previas, en abril de 1965, el grupo decidió, entre otras cosas, que «el tiempo de septuagésima pierde su carácter penitencial (los tres domingos se convierten en domingos durante el año), pero sus textos serán utilizados ampliamente» (pág. 268). Esta información se completa con la siguiente nota:
«Sobre la supresión de Septuagésima hubo diversidad de opiniones. Se veía en ella un elemento de marcha progresiva hacia la Pascua. Una vez Pablo VI comparó el conjunto de septuagésima-cuaresma-semana santa-triduo pascual con el toque de las campanas para la misa dominical. Aquel toque, una hora, media hora, cinco minutos antes de la misa, tiene un efecto psicológico, y prepara material y espiritualmente a los fieles para la misa. Al final prevaleció la idea de simplificar: no se podía restaurar dando a la Cuaresma toda su importancia sin sacrificar Septuagésima, que no es más que una extensión de la Cuaresma» (Nota 6, pág. 268).
Por ejemplo, se quería suprimir el miércoles de ceniza y que la Cuaresma comenzara el primer domingo de ese tiempo; pero fue una intervención decisiva de Pablo VI que mantuvo el inicio tradicional de la Cuaresma.
También se quiso suprimir la oración del ofertorio que dice: «Orad hermanos para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios Padre todopoderoso». Nuevamente, fue Pablo VI quien lo impidió.
En la liturgia actual ha quedado algo de los textos bíblicos de la Septuagésima.
En la liturgia actual ha quedado algo de los textos bíblicos de la Septuagésima.
Las primeras 5 semanas del tiempo ordinario se lee en los años pares del oficio de lectura el libro del Génesis, desde la creación hasta la historia de José.