La inhabitación trinitaria es la presencia de la Santísima Trinidad en el alma del que está en gracia de Dios.
El valor teológico de esta afirmación: es una verdad de fe divina y católica.
El testimonio de la Sagrada Escritura es claro y constante. Y va desde las promesas y afirmaciones más genéricas hasta las afirmaciones más contundentes, por ejemplo:
Si alguno me ama… mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos mansión (Jn 14,23)
Dios es caridad, y el que vive en caridad permanece en Dios, y Dios en él (1 Jn 4,16)
¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?… El templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (1Co 3,16-17)
¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios? (1Co 6,19)
Vosotros sois templo de Dios vivo (2Co 6,16)
Guarda el buen depósito por la virtud del Espíritu Santo, que mora en nosotros (2Tim 1,14).
En el Magisterio encontramos entre otros testimonios:
El Símbolo de Epifanio, obispo de Salamina (año 374): ‘creemos en el Espíritu Santo que… habita en los santos’ (Denzinger-Hünermann -en adelante: D-H- 44).
Trento, al hablar de la atrición (= contrición imperfecta) dice que ‘es un don del Espíritu Santo, que todavía no inhabita, sino que mueve solamente’ (D-H, 1678).
Dice León XIII:
‘Dios, por medio de su gracia, está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y está en él más de lo que pueda suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más regalada dulzura.
P. Miguel A. Fuentes, IVE
Y esta admirable unión, que propiamente se llama inhabitación, y que sólo en la condición o estado, mas no en la esencia, se diferencia de la que constituye la felicidad en el cielo, aunque realmente se cumple por obra de toda la Trinidad, por la venida y morada de las tres divinas Personas en el alma amante de Dios Vendremos a él y haremos mansión en él (Jn 14,23), se atribuye al Espíritu Santo.
Y es cierto que hasta entre los impíos aparecen vestigios del poder y sabiduría divinos; mas de la caridad, que es como una nota propia del Espíritu Santo, tan sólo el justo participa’ (D-H, 3330b-3341).
Pío XII, en la Mystici Corporis:
‘Adviertan que aquí se trata de un misterio oculto, el cual, mientras estemos en este destierro terrenal, de ningún modo se podrá penetrar con plena claridad ni expresarse con lengua humana. Se dice que las divinas Personas habitan en cuanto que, estando presentes de una manera inescrutable en las almas creadas dotadas de entendimiento, entran en relación con ellas por el conocimiento y el amor, aunque completamente íntimo y singular, absolutamente sobrenatural’ (D-H, 3814).
Se puede ver, en el Índice Sistemático de Denzinger-Hunermann: F2ca.
En cuanto a la Tradición es testigo frecuentísimo de esta verdad. Así los Santos Padres griegos: Bernabé (R. 36), Ignacio de Antioquía (R. 40), Hermas (R. 89), Taciano (R. 158), Ireneo (R. 219, 251), Afraates (R. 683), Atanasio (R. 770, 780), Cirilo de Jerusalén (R. 813), Basilio (R. 944), Dídimo (R. 1071), Juan Crisóstomo (R. 1186), Cirilo de Alejandría ((R. 2107, 2114). También los Padres latinos: Novaciano (R. 607), Hilario (R. 872), Agustín (In Io. 75ss; De Trinitate, 15,17-19), etc.
Igualmente la tradición litúrgica. Por ejemplo, el himno Veni Sancte Spiritus: ‘Altissimi donum Dei… Dulcis hospes animae’.
El texto citado de Pío XII, que se apoya en Santo Tomás, señala que la inhabitación envuelve dos cosas:
Escribe Régnon:
Se puede ver, en el Índice Sistemático de Denzinger-Hunermann: F2ca.
En cuanto a la Tradición es testigo frecuentísimo de esta verdad. Así los Santos Padres griegos: Bernabé (R. 36), Ignacio de Antioquía (R. 40), Hermas (R. 89), Taciano (R. 158), Ireneo (R. 219, 251), Afraates (R. 683), Atanasio (R. 770, 780), Cirilo de Jerusalén (R. 813), Basilio (R. 944), Dídimo (R. 1071), Juan Crisóstomo (R. 1186), Cirilo de Alejandría ((R. 2107, 2114). También los Padres latinos: Novaciano (R. 607), Hilario (R. 872), Agustín (In Io. 75ss; De Trinitate, 15,17-19), etc.
Igualmente la tradición litúrgica. Por ejemplo, el himno Veni Sancte Spiritus: ‘Altissimi donum Dei… Dulcis hospes animae’.
El texto citado de Pío XII, que se apoya en Santo Tomás, señala que la inhabitación envuelve dos cosas:
1º Una presencia física de las personas divinas, que hacen y conservan en nosotros la gracia (y los demás dones sobrenaturales); se la denomina también presencia dinámica.La inhabitación consiste en esa presencia de Dios que se realiza por la gracia y por la operación de la creatura; es el modo que señala Dios como propio de los santos (por encima de la presencia de inmensidad por la cual Dios está presente en todas sus creaturas): ‘Dios está en las cosas de dos modos. Uno, como causa eficiente; es el modo como está en todas las cosas creadas por Él. Otro, como el objeto de la operación está en el operante… De este segundo modo Dios está especialmente en la creatura racional, que lo conoce y ama en acto o en hábito. Y como esto la creatura racional lo tiene por la gracia… se dice que está de este modo en los santos por la gracia’.
2º Una presencia intencional que no es otra cosa que la potestad de gozar de Dios por los actos de la inteligencia y de la voluntad en modo sobrenatural y amigable. Por esto León XIII la llama ‘cierta anticipación o incoación del gozo eterno’ y que difiere del mismo ‘sólo en condición y estado’.
Escribe Régnon:
‘Es la presencia substancial y personal del Espíritu Santo quien nos santifica formando en nosotros su impronta. Sin duda, la gracia habitual no es el Espíritu Santo, así como la impronta en la cera no el sello impresor. Pero la presencia del sello es necesaria tanto para formar la impronta como para conservarla. Pues el alma es como el agua que no guarda la figura impresa sino en tanto que el sello permanece en ella como una especie de virtud informante’.
Por tanto, ‘la gracia santificante es una cualidad que afecta la substancia misma del alma. Pero… esta cualidad, que informa el alma, es el resultado inmediato de la Trinidad como el color de una flor es el resultado de la presencia de la luz’. Entonces, si la producción y la conservación de la gracia santificante es el efecto de la venida en nosotros de la Santísima Trinidad, la inhabitación de las divinas personas debe corresponder con esta venida misma y preceder, al menos lógicamente, la producción de la gracia. En nuestro lenguaje indigente e incapaz de expresar adecuadamente las realidades divinas, una sola palabra puede designar de una manera suficientemente clara esta suerte de presencia: presencia de ser mismo de la Divinidad, presencia ontológica.
Por tanto, Dios se une a los justos por la gracia de un doble modo:
Por tanto, la inhabitación es un hecho ontológico y psicológico, y antes ontológico que psicológico.
Hay, pues, por parte de la Trinidad, como un abandono de sí y una invitación a gozar amigablemente de la presencial del amigo. Es lo que enseña Santo Tomás: ‘no se dice que poseemos verdaderamente sino aquello de lo cual libremente podemos usar y disfrutar‘.
Este efecto, que existe sólo en las almas de los justos, es un efecto asimilador, que imprime en el alma una imagen de la Trinidad mucho más perfecta de la que ha dejado en el alma el acto creador. Llega incluso a reproducir los rasgos más particulares de las personas divinas.
Por tanto, ‘la gracia santificante es una cualidad que afecta la substancia misma del alma. Pero… esta cualidad, que informa el alma, es el resultado inmediato de la Trinidad como el color de una flor es el resultado de la presencia de la luz’. Entonces, si la producción y la conservación de la gracia santificante es el efecto de la venida en nosotros de la Santísima Trinidad, la inhabitación de las divinas personas debe corresponder con esta venida misma y preceder, al menos lógicamente, la producción de la gracia. En nuestro lenguaje indigente e incapaz de expresar adecuadamente las realidades divinas, una sola palabra puede designar de una manera suficientemente clara esta suerte de presencia: presencia de ser mismo de la Divinidad, presencia ontológica.
Por tanto, Dios se une a los justos por la gracia de un doble modo:
1º como principio: causando y conservando en nosotros la gracia, que es la razón de nuestro ser y obrar sobrenatural;Así las Personas divinas se hacen presentes causando y conservando la gracia; esta presencia manifiesta en cierto modo al alma las divinas Personas, las cuales, de este modo se hacen objeto del conocimiento y del amor.
2º como término, en cuanto se da para ser gozado por el alma, ya sea de modo actual o habitual, por el conocimiento y el amor que proceden de la gracia.
Por tanto, la inhabitación es un hecho ontológico y psicológico, y antes ontológico que psicológico.
Hay, pues, por parte de la Trinidad, como un abandono de sí y una invitación a gozar amigablemente de la presencial del amigo. Es lo que enseña Santo Tomás: ‘no se dice que poseemos verdaderamente sino aquello de lo cual libremente podemos usar y disfrutar‘.
Este efecto, que existe sólo en las almas de los justos, es un efecto asimilador, que imprime en el alma una imagen de la Trinidad mucho más perfecta de la que ha dejado en el alma el acto creador. Llega incluso a reproducir los rasgos más particulares de las personas divinas.
Esto por la ley de la apropiación: el don de sabiduría, que nos hace conocer a Dios, es propiamente representativo del Hijo; y el amor de caridad que nos permite amar a Dios es propiamente representativo del Espíritu Santo.
P. Miguel A. Fuentes, IVE