Cap VIII No se debe hacer nada para ser visto 6--10



6 Un hermano se llegó al abad Teodoro de Fermo y durante tres días estuvo rogándole que le dijese una palabra. Pero no le respondió y el hermano se marchó triste.

Y el discípulo de Teodoro le preguntó: «¿Por qué no le has hablado? Se ha marchado muy triste».

Y el anciano contestó: «Créeme, no le he dicho nada porque es un traficante que quiere gloriarse con las palabras de los demás».


7 Un hermano preguntó al abad Teodoro: «¿Me permites, Padre, que no tome pan durante unos días?». El anciano le respondió: «Haces bien Yo también lo hice». 
Y el hermano añadió: «Voy a llevar unos guisantes al molino para hacer harina con ellos». 
Y el abad Teodoro le dijo: «Si vas al molino haz pan para ti. ¿Pero qué necesidad tienes de ir?».


8 Otro hermano se llegó también al abad Teodoro y empezó a hablar e inventar cosas de las que no tenía ninguna experiencia.
 El anciano le dijo: «Todavía no has encontrado barco, ni has colocado en él tu equipaje, ni has empezado a navegar, y he aquí que ya has llegado a la ciudad de destino. Cuando hayas puesto por obra todo eso de lo que me has estado hablando, entonces podrás empezar a hablar de ello».


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9 Contaba el abad Casiano que un hermano fue a ver al abad Serapión y el anciano le invitó a la oración de comunidad. Pero el hermano rehusó diciendo que era un pecador, indigno de llevar el hábito de monje. El anciano quiso lavarle los pies, pero él repitiendo las mismas palabras no se lo permitió.

Entonces el anciano le dio de comer y le hizo con todo cariño esta amonestación: «Hijo mío, si quieres adelantar en la vida espiritual quédate en tu celda, vigila y trabaja con tus manos. Te conviene mucho más quedarte en la celda que salir de ella».

Al oír esto, el hermano se irritó, y su rostro mudó de color hasta el punto de que no lo pudo ocultar al anciano.

El abad Serapión le dijo entonces: «Hasta ahora decías: "Soy pecador" y te considerabas indigno de vivir, y porque te avisé con caridad, ¿te enfadas de ese modo? Si de verdad quieres ser humilde, aprende a soportar virilmente lo que te imponen los demás y no a decir palabras odiosas contra ti mismo»
Al oír esto el hermano se arrepintió ante el anciano y se marchó muy aprovechado.



10 Un día el gobernador de la provincia oyó hablar del abad Moisés, y se fue a Scitia para verle. Le anunciaron su visita al anciano, pero él se marchó a los pantanos. 
Acudió allí el gobernador con los suyos y lo encontró y le dijo: «Dinos, anciano, ¿dónde está la celda del abad Moisés?».

Y éste le contestó: «¿Para qué queréis verle? Es un loco y un hereje».
El gobernador volvió a la iglesia y dijo a los clérigos: «He oído hablar muy bien del abad Moisés y por eso he venido a verle. Pero hemos encontrado a un viejo que iba a Egipto y le hemos preguntado dónde estaba la celda del abad Moisés y nos ha contestado: "¿Para qué le buscáis? Es un loco y un hereje"». 

Al oír esto se entristecieron los clérigos y le dijeron: «¿Qué aspecto tenía ese viejo que os ha dicho esas cosas del abad Moisés?».
«Era un viejo grande y moreno que usaba un vestido muy viejo», respondieron los recién llegados.

Y los hermanos les contestaron: «Ese es el abad Moisés. Y como no quería recibiros por eso dijo eso de sí mismo». Y el gobernador se marchó muy edificado.