Cap VII De la paciencia y de la fortaleza 18-23


18 Dijo también: «En el mundo, a los que cometen algún crimen los envían a la cárcel, aun en contra de su voluntad.

También nosotros encerrémonos por nuestros pecados, para que este castigo voluntario nos aparte de las penas futuras. Si ayunas, no encuentres pretextos para decir que debilitado caíste enfermo, pues
también los que no ayunan contraen las mismas enfermedades. ¿Has empezado una buena obra? No la abandones por los impedimentos del enemigo.

Tu paciencia aniquilará al enemigo. Porque los que empiezan a navegar, despliegan las velas, y al principio encuentran viento favorable. Pero luego sopla un viento contrario. Pero no por ello los marineros arrojan su cargamento al mar, ni abandonan la nave. Aguantan un poco o luchan contra la tempestad y de nuevo encuentran el rumbo exacto. También nosotros, cuando nos sintamos llevados por el espíritu contrario, despleguemos como vela la cruz y realizaremos sin peligro la travesía de esta vida».

19 Se decía que la bienaventurada Sara, abadesa y virgen, vivió sesenta años junto a un río y nunca se inclinó para mirarlo.

20 Decía el abad Hiperequio: «Que broten siempre de tu boca himnos espirituales y que la meditación asidua alivie el peso de las tentaciones que te vengan. Un ejemplo claro de esto es el caminante cargado con un pesado equipaje: cantando, olvida el cansancio del camino».

21 Dijo también: «Conviene que nos armemos contra las tentaciones, porque vienen de muchas clases. Así, cuando vengan demostraremos que estamos preparados para la lucha».

22 Decía un anciano: «Cuando el hombre es tentado, se multiplican por todas partes sus tribulaciones, para que se desanime y murmure». Y el anciano contó lo siguiente: «Vivía un hermano en su celda y fue tentado. Cuando le veían nadie quería saludarle ni recibirle en su celda. Si tenía necesidad de pan nadie se lo prestaba. Y sí volvía de la siega, nadie le invitaba a tomar un refrigerio, como era costumbre. En plena canícula volvió un día de las faenas del campo y no tenía nada de pan en su celda. Y en todas estas cosas daba gracias a Dios. Viendo Dios su paciencia, le libró de la guerra de las tentaciones. Y he aquí que llamó a su puerta uno que traía de Egipto un camello cargado de pan. Al verlo el hermano se echó a llorar, diciendo: "¡Señor, no soy digno de sufrir un poco por ti!".

Pasada la tentación los hermanos le acogieron en sus celdas y asambleas, y le reconfortaron».


23 Un anciano decía: «No avanzamos en la virtud porque no conocemos nuestras limitaciones y porque no tenemos paciencia en las obras que emprendemos. Queremos alcanzar la virtud sin esfuerzo alguno».viento favorable. Pero luego sopla un viento contrario. Pero no por ello los marineros arrojan su cargamento al mar, ni abandonan la nave. Aguantan un poco o luchan contra la tempestad y de nuevo encuentran el rumbo exacto. También nosotros, cuando nos sintamos
llevados por el espíritu contrario, despleguemos como vela la cruz y realizaremos sin peligro la travesía de esta vida».


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