La verdadera razón por la cual los católicos no pueden ser masones.

¿Hay masones entre los católicos?
Julio de la Vega-Hazas

Algunos dicen que hay miembros de la masonería entre los católicos, incluso en las más altas esferas, pero...

La masonería es una institución –quizás fuera mejor hablar de “instituciones”, pues hay distintas “obediencias”- que tuvo su origen supuestamente en gremios de albañiles especializados (mason significa albañil en inglés), y evolucionó, conservando símbolos originales –de instrumentos de construcción- hasta una sociedad que englobaba a intelectuales, con un ideario propio. Este cambio ya es apreciable a inicios del siglo XVIII.

Se autodefine como una sociedad filantrópica, simbólica y filosófica, fundada bajo el sentimiento de fraternidad, de carácter iniciático, discreta y ritualizada.

“Discreta” se utiliza para decir que no es secreta, lo cual es solo parcialmente cierto: es verdad que está registrada y se conocen sus dirigentes, pero también lo es que la pertenencia se suele ocultar.

No es propiamente religiosa, pero eso no significa que se desentienda de la religión.

En realidad su filosofía es contraria a cualquier religión que tenga pretensión de revelada, y muy particularmente a la Iglesia católica.

Esto ha sido declarado por la Iglesia en reiteradas ocasiones, también recientemente, y el hecho de que hoy no esté vigente la automática excomunión de quien ingrese en la masonería como sucedía en el pasado, no significa nada a este respecto.

¿Hay masones en el Vaticano? Lo cierto es que lo que he leído y oído hasta la fecha no va más allá de la rumorología, sin pruebas ni nombres. Y, la verdad, no es algo que merezca mucho crédito.

Imposible no es, pero en todo caso estaríamos hablando de una oveja negra en el redil, como puede haberla por otro motivo.

Con todo, cuando se oye decir que alguien es masón, conviene no perder de vista un detalle. Los masones, salvo expulsión, no admiten bajas. A quien ha dejado la organización lo llaman durmiente, pero siguen considerándole masón.



¿La Masonería intentó destruir la Iglesia, o los papas exageraban al condenarla?
La masonería anglosajona original profesaba un deísmo, muy difundido en círculos intelectuales de las islas británicas, que venía a sostener la existencia de un Dios que ha creado el mundo, para dejarlo después a su suerte.

Cuando cruzó el Canal de la Mancha y se estableció en Francia, dio lugar a la que ha sido el modelo de masonería continental: la francmasonería.

Esta adoptó y promovió el ideario de la llamada Ilustración. Un racionalismo que con respecto a Dios podía ser deísta, agnóstico o ateo, pero que en todo caso tildaba de supersticiosa e irracional cualquier fe revelada, y se ha mostrado más beligerantemente anticatólico que sus ramas anglosajonas.

La filantropía es sin duda un ideal masónico, pero en la práctica se encuentra bastante diluida por una ética que no suele ir más allá de las buenas intenciones, a la que por tanto podría calificarse de aburguesada. Eso se refleja también en la fraternidad, que no suele trascender la mutua asistencia entre sus propios afiliados.

En cuanto a las formas, la masonería es claramente hija de su tiempo, que es el barroco. Está fuertemente ritualizada, desde la vestimenta hasta los templos masónicos y las ceremonias.

También propio de esa época es que fuera una sociedad exclusivamente masculina. Solo en tiempos muy recientes se ha abierto la puerta a las mujeres, aunque más frecuentemente con la creación de logias femeninas que con la admisión de mujeres a logias tradicionales.

La masonería tiene una compleja historia en la que no han faltado conflictos internos y escisiones, aunque en la medida de lo posible se haya tratado de ocultar cualquier episodio de conflictividad. En general, esto ha dado lugar a la existencia de varias agrupaciones conocidas como obediencias, cada una con rituales distintos.

En España ha habido dos obediencias principales, agrupadas en torno al llamado Gran Oriente de España y la llamada Gran Logia Española, de forma que cualquier otro exponente ha sido residual.

La organización es doble. Por una parte, se estructura en pequeños grupos llamados logias, de pocos componentes por lo general, cada una con su propio lugar de reunión –a la que también se le suele llamar logia– y sus propias reuniones –tenidas-, con escasa comunicación entre ellas.

Sus componentes pueden tener tres grados: aprendiz, compañero y maestro. Por otra parte, se organiza teniendo en cuenta los llamados grados, escalafones en su plena integración.

En el rito más común, llamado escocés antiguo, hay 33 grados. Especialmente a partir del grado 17, forman círculos concéntricos con reuniones más informales, el último de los cuales es el Supremo Consejo del Grado 33, al que pertenecen quienes han alcanzado el último grado.

Influencia
Resulta clara la influencia masónica en la política en aquellos países en los que está bien asentada. Parece algo exagerado decir que el laicismo contemporáneo es obra exclusiva de la masonería, pero es más que claro que lo promueven y apoyan con una militancia activa, al menos en el continente europeo y otras zonas como Latinoamérica.

Haría falta un extenso estudio de cada país para dar detalles al respecto. Un análisis más detallado también sacaría a la luz que ciertos acontecimientos se explican por los conflictos existentes entre logias, lo cual no aparece nunca en las historias de la masonería que publican los propios masones, pues difiere de la imagen que se quiere dar.

Con respecto a la Iglesia católica, conviene distinguir entre la compatibilidad y la beligerancia. Esta última se puede discutir: los masones la niegan, pero suele ser una realidad en la masonería continental y está mucho más atenuada en la anglosajona.

Pero lo que está fuera de cualquier duda es que el ideario masón es incompatible con en credo católico, y lo es en sus mismas raíces.


¿Por qué un católico no puede pertenecer a la masonería?

La Francmasonería cumple 300 años, y vale la pena recordar por qué la animosidad y la oposición absoluta de la Iglesia Católico al grupo.

El antagonismo mutuo entre la Iglesia Católica y la Francmasonería está bien establecido desde hace mucho tiempo. Durante la mayor parte de los últimos 300 años han sido reconocidos, incluso en la mentalidad secular, como implacablemente opuestos.

En las últimas décadas, la animosidad entre las dos organizaciones se ha desvanecido un poco de la conciencia pública, ya que la participación directa de la Iglesia en asuntos civiles se ha pronunciado menos y la masonería ha disminuido dramáticamente en número y prominencia.

Pero como la Francmasonería se encuentra cumpliendo 300 años, vale la pena revisar las razones que llevan a la oposición absoluta de la Iglesia al grupo.

La masonería puede parecer poco más que un club de hombres esotéricos, pero fue y sigue siendo un movimiento filosófico muy influyente, que ha tenido un efecto dramático, aunque poco notado, en la sociedad y la política occidental moderna.

La historia de la Francmasonería en sí es larga e interesante. Su transformación gradual de gremios obreros medievales de canteros a una red de sociedades secretas con su propia filosofía gnóstica y rituales, es un cuento bastante fascinante.

La era de la última versión de la Francmasonería comenzó con la formación de la Gran Logia de Inglaterra en 1717 en la casa pública Goose & Gridiron cerca de la Catedral de San Pablo.

¿Católicos masones?
En los primeros tiempos, antes de que la Iglesia hiciera un pronunciamiento formal sobre el tema, muchos católicos eran miembros, y la católica inglesa y la diáspora jacobita eran cruciales para extender la Francmasonería a la Europa continental.

En un momento fue tan popular entre los católicos en algunos lugares que Francisco I de Austria sirvió como patrón formal. Y sin embargo la Iglesia se convirtió en el mayor enemigo de las logias masónicas.

Entre Clemente XII en 1738 y la promulgación del primer Código de Derecho Canónico en 1917, un total de ocho papas escribieron explícitamente las condenas de la Francmasonería.

Todo ello constituía el castigo más severo para la adhesión: Excomunión automática (Latae Sententiae) reservada a la Santa Sede.

Pero, ¿qué significaba y qué significa la masonería para la Iglesia? ¿Cuáles son sus cualidades que la hacen tan digna de condenación?

Oposición de la Iglesia Católica.
A veces se dice que la Iglesia se opuso a la masonería debido a su carácter supuestamente revolucionario o sedicioso. Hay una asunción generalizada de que las logias masónicas eran esencialmente células políticas para las repúblicas y otros reformadores, y la Iglesia se opuso a ellos como parte de una defensa del antiguo régimen de la monarquía absoluta en la que fue institucionalmente invertido.

Pero mientras la sedición política acabaría llegando al frente de la oposición de la Iglesia por la membresía masónica, ésta no era en absoluto la razón inicial por la que la Iglesia se opuso a los masones.

Lo que Clemente XII describió en su denuncia original no fue una sociedad republicana revolucionaria, sino un grupo que difundió e impuso el indiferentismo religioso: La creencia de que todas las religiones (y ninguna) son de igual valor y que en la Masonería todos están unidos en el servicio a un mundo superior, unificando la comprensión de la virtud.

Cuidado de la fe católica.
A los católicos, como miembros, se les pediría que colocaran su pertenencia a la logia por encima de su pertenencia a la Iglesia. En otras palabras, la prohibición estricta no era para fines políticos, sino para el cuidado de las almas.

Desde el principio, la preocupación primordial de la Iglesia ha sido que la Masonería subordine la fe católica a la de la Logia, obligándola a colocar una fraternidad secularista fundamental por encima de la comunión con la Iglesia.

El lenguaje jurídico, y las penas, utilizados en las condenas de la masonería eran en realidad muy similares a los utilizados en la supresión de los albigenses: La Iglesia considera la masonería como una forma de herejía.

Si bien los ritos masónicos contienen material considerable que puede llamarse herejes y, en algunos casos, explícitamente anticatólico, la Iglesia siempre ha estado mucho más interesada en el contenido filosófico general de la Francmasonería que en sus rituales.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, la Iglesia Católica y su lugar privilegiado en el gobierno y la sociedad de muchos países europeos se convirtieron en el tema de la creciente oposición secularista e incluso de la violencia.

Revolución anticatólica.
Ahora, hay poca o ninguna evidencia histórica de las logias que juegan un papel activo en el inicio de la Revolución Francesa. Sin embargo, los horrores anticlericales y anticatólicos de la Revolución se remontan a la mentalidad secularista descrita en los diversos toros papales que proscriben las logias masónicas.

Las sociedades masónicas fueron condenadas no porque se pusieran en peligro las autoridades civiles o de la Iglesia, sino porque esa amenaza era la consecuencia inevitable de su existencia y crecimiento. La revolución era el síntoma, no la enfermedad.

La alineación de los intereses de la Iglesia y del Estado, y su asalto por sociedades secretas sediciosas y revolucionarias, fueron más claras donde la Iglesia y el estado eran uno: En los Estados Papales de la península italiana.

A medida que comenzó el siglo XIX, una nueva iteración de la Francmasonería llegó a una prominencia que era explícita en su carácter revolucionario y en su oposición a la Iglesia. Se llamaban a sí mismos Carbonari, o comerciantes de carbón.

Ellos sancionaron y practicaron tanto el asesinato como la insurrección armada contra los diversos gobiernos de la península italiana en su campaña por un gobierno constitucional secular y fueron percibidos como una amenaza inmediata a la fe, a los Estados Papales y a la persona del Papa.

El vínculo entre la amenaza pasiva de la filosofía y el secreto de la Masonería, las tramas y actos revolucionarios activos de los Carbonari fueron establecidos en la constitución apostólica de Pío VII Ecclesiam a Jesu Christo, promulgada en 1821.

Mientras la oposición declarada y activa de los Carbonari a la temporal La gobernanza de los Estados Papales fue abordada y condenada, quedó claro que la más grave amenaza planteada incluso por estas celdas violentamente revolucionarias era su filosofía del secularismo.

Un Complot contra la fe.
A pesar de todas las condenas papales de la Francmasonería, incluso cuando las cabañas apoyaban activamente las campañas militares contra el Papa, como lo hicieron con la conquista y unificación de Garibaldi de Italia, lo que siempre fue la primera objeción de la Iglesia a la Logia fue su amenaza a la fe de los católicos y la libertad de la Iglesia para actuar en la sociedad.

La socavación de las enseñanzas de la Iglesia en las logias y la subordinación de su autoridad en asuntos de fe y moral fueron descritas repetidamente como un complot contra la fe, tanto en los individuos como en la sociedad.

En la encíclica Humanum Genus, el Papa León XIII describió la agenda masónica como la exclusión de la Iglesia de la participación en los asuntos públicos y la erosión gradual de sus derechos como miembro institucional de la sociedad.

La Iglesia contra la agenda masónica.
Durante su tiempo como Papa, Leo escribió un gran número de condenas de la Francmasonería, pastorales y legales. Describió en detalle lo que la Iglesia consideraba la agenda masónica y, leyéndola con los ojos contemporáneos, sigue siendo sorprendentemente relevante.

Se refirió específicamente al objetivo de secularizar el Estado y la sociedad, a la exclusión de la educación religiosa de las escuelas estatales y al concepto de estado que, según la masonería, debe ser absolutamente ateísta, tiene el derecho y el deber inalienable de formar el corazón y el espíritu de sus ciudadanos.

También condenó el deseo masónico de sacar a la Iglesia de cualquier control o influencia sobre escuelas, hospitales, organizaciones benéficas públicas, universidades y cualquier otro organismo que sirva al bien público.

También se destacó específicamente el impulso masónico para la re-imaginación del matrimonio como un contrato meramente civil, la promoción del divorcio y el apoyo a la legalización del aborto.

Es casi imposible leer esta agenda y no reconocerla como el apuntalamiento de casi todos nuestros discursos políticos contemporáneos.

El punto de vista establecido sobre estos asuntos de muchos, si no todos, de nuestros principales partidos políticos, de hecho el concepto mismo del estado secular y sus consecuencias sobre la sociedad occidental, incluyendo la cultura del divorcio omnipresente y la disponibilidad casi universal del aborto es una victoria de la agenda masónica.

Esto plantea preguntas canónicas muy reales sobre la participación católica en el proceso político secular moderno.

No a las sociedades masónicas.
A lo largo de los siglos de las condenas papales de la Francmasonería, era normal que cada Papa incluyera los nombres de las nuevas sociedades que compartían la filosofía y la agenda masónicas y que los católicos debían entender como masónica en términos de derecho canónico.

En el siglo XX, esto había llegado a incluir partidos políticos y movimientos como el comunismo.

Cuando se reformó el Código de Derecho Canónico, siguiendo el Vaticano II, se revisó el canon que prohíbe específicamente a los católicos unirse a las sociedades masónicas.

Fomentando interpretaciones más amplias.
En el nuevo código, promulgado en 1983 por San Juan Pablo II, la mención explícita de la Francmasonería fue abandonada por completo.

El nuevo Canon 1374 se refiere sólo a las sociedades que conspiran contra la Iglesia. Muchos tomaron este cambio para indicar que la Francmasonería ya no era siempre mala ante los ojos de la Iglesia.

De hecho, el comité reformador dejó claro que no sólo eran francmasones, sino muchas otras organizaciones. La trama de su agenda secularista se había extendido tan lejos de las logias que seguir usando el término paraguas masónico sería confuso.

El entonces cardenal Ratzinger emitió una clarificación autorizada de la nueva ley en 1983, en la que dejó claro que el nuevo canon estaba redactado para fomentar una interpretación y una aplicación más amplia.

Dado el claro entendimiento de la doctrina de la Iglesia respecto a lo que incluye la trama o agenda masónica contra la Iglesia (el matrimonio como un contrato civil abierto al divorcio a voluntad, el aborto, la exclusión de la educación religiosa de las escuelas públicas, la exclusión de la Iglesia de la provisión del bienestar social y/o control de las obras de caridad), parece imposible no preguntar:

¿Cuántos de los principales partidos políticos en el Occidente pueden decirse que caen actualmente bajo la prohibición del Canon 1374?

La respuesta puede ser bastante incómoda para aquellos que quieren ver el fin de las llamadas guerras culturales en la Iglesia.

Infiltración masónica.
Más recientemente, el Papá ha hablado repetidamente de su preocupación por la infiltración masónica de la Curia y otras organizaciones católicas.

Al mismo tiempo, advirtió que la Iglesia no se convirtió en una ONG en sus métodos y metas, que es el peligro directo de esa mentalidad secularista que la Iglesia siempre ha llamado una filosofía masónica.

La infiltración masónica de la jerarquía y de la Curia ha sido tratada durante mucho tiempo como una especie de versión católica de monstruos bajo la cama, o paranoia anticomunista.

De hecho, cuando hablas con personas que trabajan en el Vaticano, puedes encontrar a alguien que haya experimentado esta paranoia. Yo mismo conozco al menos dos personas quienes la vivieron durante su tiempo trabajando en Roma.

El papel de las logias masónicas como punto de encuentro confidencial y rojo para esos con ideas y agendas heterodoxas ha cambiado poco de la Francia pre-revolucionaria al Vaticano moderno.

300 años después de la fundación de la primera Gran Logia, el conflicto entre la Iglesia y la Francmasonería sigue vivo.

Adaptación y traducción por Rafael Ruíz Stirk para PildorasdeFe.net, del artículo publicado en: Catholic Herald, autor: Ed Condon




¿La Masonería intentó destruir la Iglesia, o los papas exageraban al condenarla?
Gelsomino del Guercio

La historiadora de la Iglesia Angela Pellicciari: los masones estudiaban estrategias subversiva para acabar con el poder eclesiástico.
¿La Masonería intentó alguna ver destruir la religión en Italia? ¿Ha actuado alguna vez para bloquear la acción de la Iglesia católica y hundirla? La respuesta es positiva. En el sentido de que la Masonería, desde su nacimiento, intentó socavar el poder de la Iglesia con acciones subversivas que fueron reprimidas por los papas.

Angela Pelliccieri, historiadora del Risorgimento y profesora de Historia de la Iglesia, explica a Aleteia: “La masonería moderna nace en Londres en 1717: la iglesia emite la primera de sus cientos de condenas y excomuniones en 1738 con la carta apostólica In Eminenti de Clemente XII. “Llenos de una cierta afectada apariencia de natural honradez”, escribe el papa a propósito de los francmasones. El papa tiene razón: la masonería tiene siempre en los labios la palabra “moral”, pero la moral a la que se refiere no es la moral revelada”.

La persecución antirreligiosa

Y de hecho, observa Pellicciari, en 1853 J.M. Ragon, autoridad de la masonería francesa, puntualiza así: “la Masonería no recibe la ley, es ella misma quien la establece”. “Pío IX y León XIII, los papas que asisten, durante el Risorgimento, al desmantelamiento de todas las órdenes religiosas católicas (a pesar de que el catolicismo seguía siendo religión de estado), a la persecución de obispos y sacerdotes, a la reducción a la pobreza absoluta de la mayoría de la población, obligada a una emigración masiva, identifican en el odio masónico y protestante el origen anticatólico, y por tanto anti italiano, de tanta violencia y decadencia”.

Como en Francia durante la revolución, como durante el imperio del masón Napoleón, como en América Latina, como en España y Portugal, la masonería es una sociedad revolucionaria que los príncipes apoyan “sin darse cuenta de que están firmando su propia ruina”, sentencia la historiadora. “Los papas lo recuerdan a menudo pero no son escuchados. Bajo el pontificado de Gregorio XVI, la policía descubre una documentación de gran interés sobre los carbonarios (una sociedad secreta de derivación masónica) que muestra como el odio por la iglesia va acompañado del odio a la familia”. [N.d.e. En 1859, el Papa Pío IX hizo publicar unos documentos intervenidos a la Carbonería en los que se detalla su estrategia para infiltrarse en el Vaticano]

Así escribe el sectario conocido con el pseudónimo de Piccolo Tigre: “Lo esencial es aislar al hombre de la familia, es hacerle perder sus costumbres […] Cuando hayáis insinuado en algún alma el disgusto por la familia y la religión (la una va casi siempre a continuación de la otra) dejad caer alguna palabra que provoque el deseo de ser afiliado a la Logia más cercana. […] La fascinación por lo desconocido ejerce sobre los hombres tal poder, que se prepara temblando a las fantasmagóricas pruebas de la iniciación y de los banquetes fraternos”.

La advertencia de Pío VII

En 1821, Pío VII escribe a propósito de los carbonarios: “Estos simulan un singular respeto y un cierto extraordinario celo hacia la Religión Católica”, pero “no son otra cosa que dardos disparados con más seguridad por hombres astutos, para herir a los incautos; esos hombres se presentan con piel de cordero, pero por dentro son lobos rapaces”.

El papa, según Pellicciari, tiene: en el documento, conocido con el nombre de Instrucción permanente, redactado en 1819, se lee: “debéis presentaros con todas las apariencias del hombre serio y moral. Una vez que vuestra buena reputación quede establecida en los colegios, en los gimnasios, en las universidades y en los seminarios, una vez que hayáis captado la confianza de profesores y estudiantes, haced de manera que quienes busquen vuestra compañía sean sobre todo los enrolados en la milicia clerical […] Se trata de establecer el reino de los elegidos sobre el trono de la prostituta de Babilonia: que el clero marche bajo vuestra bandera sin dudar nunca que están siguiendo la de las llaves apostólicas”.

“Enterraremos a la Iglesia”

Los carbonarios pretendían infiltrarse dentro del clero. El 18 de enero de 1822, Piccolo Tigre escribe a los afiliados piamonteses: “sirviéndoos del pretexto más fútil, pero nunca político o religioso, cread vosotros mismos, o mejor aún, hace que sean creadas por otros, asociaciones que tengan como fin el comercio, la industria, la música, las bellas artes. Reunid en un lugar cualquiera, incluso en las sacristías o capillas, a vuestros seguidores que aún no saben nada; ponedles bajo la guía de un sacerdote virtuoso, conocido, pero crédulo y fácil de engañar; infiltrad el veneno en los corazones elegidos, infiltradlo en pequeñas dosis y como por casualidad; a continuación, os sorprenderéis vosotros mismos de vuestro éxito”.

Algunos años más tarde el “primo” Vindice sintetiza así el fin de los carbonarios: “Hemos comenzado una corrupción a gran escala, la corrupción del pueblo a través del clero y la del clero por medio nuestro, la corrupción que sin duda nos llevará un día a sepultar a la Iglesia”.

“Secreto, juramento, ningún escrúpulo en el uso de cualquier medio porque el fin justifica los medios, calumnia, mentira, homicidio, son las armas a las que las asociaciones secretas recurren para llevar a cabo sus planes – afirma la experta. El juramento en particular acompaña todos los avances en el grado masónico”. En el momento de su ingreso en la logia como aprendiz, el candidato jura así: “Prometo no revelar jamás los secretos de la Libre Masonería; no dar a conocer a nadie lo que se me desvelará, bajo pena de que me corten la garganta, me arranquen el corazón y la lengua, me desgarren las entrañas, corten mi cuerpo en pedazos, lo quemen y reduzcan a polvo, y este sea esparcido en el viento para execrada memoria e infamia eterna”.

La denuncia de los papas

Empezando por Clemente XII y hasta León XIII, todos los papas denuncian con firmeza, con valor, con patriotismo, con análisis históricos y filosóficos detallados, los propósitos revolucionarios de las logias que, exaltando la “libertad”, buscan obtener libertad sólo para sí mismos, formando dentro de los países como un estado en el estado que dicta por ley todos los aspectos de la vida pública.

En 1864, poco después del merito “grandioso” que las logias se atribuyen por haber desencadenado el mayor ataque contra la iglesia católica en su patria de elección (Roma e Italia), los artículos 3 y 7 de las constituciones de la masonería italiana establecen: “Art. 3. Su fin [de la masonería] directo e inmediato es el de concurrir eficazmente al la realización progresiva de estos principios en la Unidad, para que se conviertan gradualmente en ley efectiva y suprema de todos los actos de la vida individual, doméstica y civil”; “Art. 7. La meta última de sus trabajos es la de reunir a todos los hombres libres en una gran familia, que pueda y debe poco a poco suceder a todas las sectas, fundadas en la fe ciega y la autoridad teocrática, a todos los cultos supersticiosos, intolerantes y enemigos entre sí, para construir la verdadera y única iglesia de la Humanidad”.

“Personificación permanente de la revolución, [la masonería] constituye una especie de sociedad al revés, cuyo fin es un predominio oculto sobre la sociedad visible, y cuya razón de ser consiste en la guerra a Dios y a su Iglesia”, escribe León XIII en 1902, poco antes de morir.

“La firme condena de la Iglesia contra la masonería – concluye Pellicciari – contra todo tipo de masonería (“condenamos y prohibimos las predichas Sociedades, Uniones, Reuniones, Agregaciones o Convenciones de Libres Muradores o Francs Maçons, o con cualquier otro nombre que se llamen”, escribe Clemente XII), vale hasta nuestros días, como recordó explícitamente el cardenal Ratzinger en la Declaración sobre la masonería de 1983.



¿Por qué un católico no puede pertenecer a la masonería?
Juan Daniel Escobar Soriano

La Iglesia, después de dos siglos, sigue manteniendo la excomunión a los masones. ¿Cuáles son las razones?
Un católico no puede pertenecer a la masonería, ya que sus principios fundamentales están basados en un racionalismo que niega la revelación de un Dios Personal; además, nos encontramos con un indiferentismo religioso, junto a misterios, secretos y esoterismo que se contraponen a lo enseñado y practicado por el Cristianismo en cualquiera de sus tradiciones. Esta negativa la encontramos en las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Código de Derecho Canónico y numerosas declaraciones de Conferencias Episcopales.

1) Introducción

Es sabido que en la antigüedad las relaciones de la masonería con la Iglesia Católica no fueron buenas. Sin embargo, hoy han existido diálogos oficiales. Entre los años 1974 y 1980, por encargo de la Conferencia Episcopal Alemana, se trató de constatar si la masonería ha experimentado cambios, de tal forma que permitan a los católicos pertenecer a este grupo. Las conversaciones se desarrollaron en un clima de cordialidad y con gran franqueza.

En 1981, la Sagrada Congregación para la Fe emitió una Declaración sobre el tema que nos ocupa. Cf. Sagrada Congregación para la Fe, Declaración sobre la pertenencia de los católicos a asociaciones masónicas (17.02.1981). AAS 73 (1981), 240-241. La misma Congregación, se volvió a pronunciar en 1983. Cf. Sagrada Congregación para la Fe, Declaración sobre asociaciones masónicas (26.05.1983). AAS 76 (1984), 300. Este tema, también ha sido preocupación de algunas Conferencias Episcopales, como el caso de la del Paraguay en el 2012.

2) ¿Puede un católico ser masón?

Hasta hoy, la respuesta es NO.

3) ¿Cuáles son las razones fundamentales de esta negativa?

La Conferencia Episcopal Alemana, después de 6 años de diálogos y estudios, llegó a la conclusión que la masonería no ha cambiado en su esencia y que la pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana, debido a que la cosmología o visión del mundo de los masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva, y no se puede armonizar con la fe cristiana; el concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo cual no es compatible con el concepto católico; también el concepto de religión es relativista y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo, el concepto de Dios, simbolizado a través del “Gran Arquitecto del Universo” es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción de Dios de los católicos. Cf. Conferencia Episcopal Alemana, Declaración sobre la pertenencia de los católicos a la masonería (28.04.1980).

Los masones, al intentar mantenerse públicamente indiferentes ante la religión concreta, han defendido los estados y la enseñanza laica o sin religión, con lo cual se termina en la neutralidad. Ciertamente, Dios y la religión no estorban a la persona, sino que le ayudan. Para la masonería, la moral no debe estar ligada a ninguna creencia religiosa ni basarse en pretendidas revelaciones divinas, lo que nos lleva a una moral sin Dios, sin Cristo, y sin Evangelio. Cf. B. Kloppenburg, Sectas en América Latina (Bogotá 1983), 219-223; F. Sampedro, Sectas y otras doctrinas en la actualidad (Bogotá 2001), 268- 277; F. Sampedro – J. Escobar, Las Sectas: Análisis desde América Latina (Bogotá 2003), 610-611.

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó en 1981 una declaración en la que reiteraba la excomunión para los católicos que participen en la masonería y asociaciones del mismo género. Cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre la pertenencia de los católicos a asociaciones masónicas (17.02.1981). AAS 73 (1981), 240-241.

Por su parte, el Código de Derecho Canónico, nos dice: “Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia, debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho” (CIC, 1374).

En 1983, de nuevo la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, se refiere al problema que nos ocupa. En esta declaración se especificaba que no había cambiado el juicio negativo de la Iglesia sobre la masonería y que seguía prohibida la afiliación de los católicos a la misma. Además se explicita que los fieles que pertenezcan a ella se encuentran en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Eucaristía; y que las autoridades eclesiásticas locales no pueden derogar lo anterior. Cf. Sagrada Congregación para la Fe, Declaración sobre asociaciones masónicas (26.05.1983). ASS 76 (1984), 300.
También es interesante consultar: Lluís Martínez., Las asociaciones de fieles (Barcelona 2012).

A modo de conclusión, podemos afirmar, que después de un examen minucioso de las afirmaciones fundamentales y rituales masónicos, como la constatación objetiva de que hasta nuestros días la masonería no ha experimentado cambios significativos, nos lleva a sostener que no es compatible la pertenencia a la Iglesia Católica y al mismo tiempo a la masonería.

4) ¿Qué piensan otras iglesias cristianas sobre la masonería?

El pensamiento de la Iglesia Católica acerca de la incompatibilidad de las creencias masónicas con la fe cristiana, es compartido por otras Iglesias Cristianas. La opinión del investigador evangélico J. Cabral sobre el tema, es la siguiente:

“Analizando la masonería a la luz de las Sagradas Escrituras, se llega a la conclusión que es anticristiana, deísta y racionalista, y que se encuentra perfectamente en el marco de las religiones y sectas falsas”. J. Cabral, Religiones, sectas y herejías (Florida 1995), 85.

5) Hemos hablado de la relación entre Masonería y deísmo: ¿qué es el deísmo?

Deísmo: Término derivado el latín “Deus” y se aplica al movimiento que rechaza la revelación revelada y acepta una religión natural, es decir, la que se funda en las intuiciones de la persona humana acerca del mundo de la naturaleza y en las deducciones que de ahí se pueden obtener. El deísmo tuvo su origen en Inglaterra a finales del siglo XVII. Se trataba de una reacción frente a las afirmaciones de que el cristianismo era una religión revelada. El deísmo cree en un creador divino, que después no interviene en su creación. Algunos autores representativos, son: J. Locke, M. Tindal, F. Voltaire, J. Rousseau. Cf. S. Brandon, Diccionario de Religiones comparadas (Madrid 1975) vol. I., 481.

6) ¿Qué valoración podemos hacer hoy de la Masonería?

Básicamente, la masonería es una sociedad secreta con fines filantrópicos y humanitarios, que tiene una filosofía religiosa muy parecida al deísmo inglés de comienzos del siglo XVIII.

Desde sus comienzos hasta nuestros días, la masonería ha sufrido muchas divisiones. De hecho, los mismos masones hablan de una masonería “irregular” y de la “regular”; por lo tanto, no existe hoy día un patrón masónico que pueda ser aplicado a todas sus divisiones. Además, las características de la masonería dependerá el país en que se practica.

7) ¿Podemos destacar algo positivo de la Masonería?

No podemos poner en duda que en la masonería hay objetivos valiosos como la búsqueda de la verdad, el estudio y la práctica de la moral y el trabajo por el bienestar de la humanidad. También son atrayentes para muchos, las ideas de libertad, igualdad y fraternidad.

Referencias en internet
www.enciclopediacatolica.com/f/francmasoneria.htm
www.es.catholic.net/sectasapologeticayconversos/
www.eneseñanza.tripol.com/masoneria_fecristiana.htm



Confesiones de un masón



Il est vivant




Atraído por el ocultismo, Maurice Caillet se hizo masón; profundamente ateo, vivió un cambio inesperado y decisivo
Ser masón facilitó mi ascenso profesional. Sin embargo, en 1983, me encontré en grandes dificultades profesionales. Al mismo tiempo, la salud de mi esposa Claude me preocupaba cada vez más. Presentaba problemas digestivos graves y muy dolorosos. Casi no comía. Ningún tratamiento, ni científico ni oculto, lograba resolver sus males.

Propuse a Claude salir de Bretaña unos días e ir a Font Romeu, teniendo en cuenta los beneficios de un cambio de clima. A principios de febrero de 1984, la llevé, estirada, en nuestro coche. Por desgracia, tuvo que permanecer en la cama toda la estancia.

Un choque cosmo-telúrico

Entonces se me ocurrió una idea muy extraña para un ateo. Le propuse que, en el viaje de vuelta, hiciéramos etapa en Lourdes. Esperaba que esto provocara en ella un choque psicológico salvador o un choque cosmo-telúrico. Según mis investigaciones en radiestesia y en geobiología, este lugar se encontraba situado en un cruce de corrientes telúricas.

El choque fue inmenso. Su marido, médico científico, masón y anticlerical, ¡le sugería ir a Lourdes! Cristiana en secreto en su corazón, Claude empezó a temer que un fracaso de este paso aumentara mi escepticismo y ateísmo.

En Lourdes, fuimos a la Gruta en la que los cristianos creen que la Virgen María se apareció a una joven pastora, Bernadette; después a las piscinas en las que los enfermos llegados en peregrinación se sumergen en una agua que consideran milagrosa.

Confiando a Claude a manos expertas, busqué refugio en una cripta. Se estaba celebrado una misa. Escuché con atención. En un momento dado, el sacerdote se levantó y leyó estas palabras: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá… Palabra de Dios”.

Esta frase que había oído a menudo en ritos iniciáticos masones ¡era una palabra de este Jesús que yo consideraba un sabio y un gran iniciado, pero no el Señor! Siguió un largo momento de silencio y escuché claramente una voz dulce que me decía: “Está bien, tú pides la curación de Claude, pero ¿qué tienes que ofrecer?”.

Fascinado por estas palabras interiores, no volví a mis sentidos hasta el momento en el que el sacerdote elevó la hostia y en el que, por primera vez, reconocí a Cristo en este humilde pedazo de pan: era la Luz que había buscado, en vano, en múltiples iniciaciones.

En un instante y como respuesta, sólo me vi a mí mismo como ofrenda. Yo, el ateo “comecuras” durante más de cuarenta años…

Al final de la misa, seguí al cura hasta la sacristía y le pedí que me bautizara sin sospechar que era necesaria toda una preparación para recibir este sacramento. Él me lo explicó y me envió al arzobispo de Rennes.

Mi nueva vida

Animado por la experiencia que acababa de vivir, me reuní con Claude. Ella pudo constatar la alegría nueva que emanaba de mí. En el viaje de vuelta, mi curiosidad insaciable por la fe y la vida cristiana, la manera de rezar y mi deseo de ser bautizado la convencieron de la veracidad de mi cambio.

Eran mis primeros pasos en mi vida nueva. Cada vez más atraído hacia esta Luz que había entrevisto en Lourdes, retiré poco a poco y no sin dificultad toda vinculación oculta y masona.

Empezaba para mí una existencia orientada al amor a Dios y a los demás. Respecto a Claude, recuperó la salud inesperadamente.

Consulta aquí la web de l’1visible


Habla un ex masón: Doy fe, el catolicismo es incompatible con la masonería




“Leyes como el aborto, la eutanasia o el matrimonio homosexual estaban preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados”, afirma un ex masón.
Muchas personas abandonan la masonería, pero muy pocas lo cuentan. Es el caso de Serge Abad-Gallardo, arquitecto francés que tiene ahora 60 años y pasó 24 como miembro de una de las obediencias más importantes de Francia, Derecho Humano. Su libro Por qué dejé de ser masón (LibrosLibres), publicado ahora en español, relata su apasionante experiencia. Tras su conversión al cristianismo (estaba bautizado, pero alejado de la Iglesia), percibió la incompatibilidad entre la religión católica y la ideología masónica y decidió irse. El proceso de vuelta a la fe resultó largo.

-¿Por qué ingresó en la masonería?
-Tenía la edad y la situación social ideales para la masonería: tenía 33 años y era alto funcionario municipal como director de urbanismo. Estaba alejado de la Iglesia y mi fe era bastante tibia. Un amigo que yo no sabía que era masón me propuso entrar. Me atrajo la curiosidad por los secretos que la masonería dice tener.

-¿Cuándo empezó a ver o saber cosas que le desagradaban?
-Al principio algunas palabras del ritual masónico (Rito Escocés Antiguo y Aceptado) me sugirieron una relación entre la masonería y la Iglesia. Por ejemplo, en la iniciación hay frases como “busca y encontrarás” o “llama y se te abrirá” que se encuentran en los Evangelios. Pero poco a poco me di cuenta de que su sentido no era el mismo. También escuché expresiones muy anticlericales. Eso no me gustó, pero me adapté, porque yo me encontraba lejos de la Iglesia. Además, en la masonería se hablaba mucho de fraternidad, pero me di cuenta de que detrás de esa “fraternidad” se encontraban algunos “arreglos” y luchas por el poder dentro de la misma masonería. Por último, cuando volví a la fe, comprendí las incompatibilidades entre el catolicismo y la masonería.

-¿Cómo fue ese proceso de conversión?
-¡Duró unos 9 años! Creo que Dios me dejó pasar tanto tiempo en el error de la masonería (24 años, hasta ser venerable maestro e ingresar en los altos grados) para que hoy ningún masón pueda decirme –como algunos lo han intentado, con mucha mala fe- que no comprendí nada. Pasé por varios estadios. Primero, como explico en el libro, tuve conciencia de la presencia de Cristo a mi lado. Esto empezó en 2002, cuando conocí a un padre franciscano cerca de Aix-en-Provence. Sus palabras al principio me parecieron masónicas y me gustaron porque pensaba que había una relación entre masonería y catolicismo, pero a medida que le iba escuchando comprendí que el sentido de esas palabras era fundamentalmente distinto.

-¿Por ejemplo?
-Cuando la masonería habla de “Luz”, habla de un “Conocimiento”, un saber esotérico, hermético y oculto. Mientras que aquel franciscano me hablaba de “Luz” como el amor de Dios por nosotros. Otro ejemplo: cuando la masonería dice “busca y encontrarás”, se trata de buscar por uno mismo y encontrar en uno mismo, es la palabra hermética masónica “V.I.T.R.I.O.L.” (Visita Interiorem Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem: Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta). Pero las palabras del Evangelio no significan nada de eso: significan que Dios nos busca antes incluso de que nosotros pensemos en buscarle a Él. Es Dios quien da el Amor al hombre, más que al revés. El amor del hombre es una imagen del Amor de Dios, Dios nos ha hecho a su imagen. ¡Todo esto no tiene nada que ver con la magia, el ocultismo o fórmulas simbólicas! Salí de este encuentro con el franciscano totalmente conmovido, y sentí la presencia de Cristo a mi lado. No podía imaginar que Él me amaba con ese Amor inmenso que ahora sí sentía. No hay palabras para expresarlo.

-Pero aún no se convirtió del todo…
-Empecé de nuevo a rezar, aunque no a ir a misa. Un día de 2005, en una época mala de mi vida, estaba en la capilla cuando Cristo me contestó. Fue una experiencia tremenda, casi me caigo del banco. Aun así, seguía resistiendo y no comprendía lo que Cristo esperaba de mí.

-¿Qué pasó después?
-En 2012 experimenté lo que podríamos llamar “el Mal”. Me encontré de frente a lo más negro del alma humana y ante la presencia del diablo en nuestras vidas con embrujos y magia. Puede parecer increíble, pero no tengo más remedio que contar las cosas como pasaron. El mundo se cerró para mí. En unos meses perdí mi empleo, mi buen sueldo, el chalet donde vivíamos, mi velero de doce metros, mi coche deportivo, mis amigos… Me sentía totalmente perdido y no hallaba respuestas en la masonería, que no podía contestar a la pregunta de por qué existe el mal en el mundo. Se me ocurrió pasar unos días de retiro en la abadía de Lagrasse, y allí, ante Cristo en la cruz, me puse a llorar y me di cuenta de que aquel Cristo lloraba conmigo. Ese amor fue como una luz. Pasé una semana con los monjes, y mi corazón se abrió ya totalmente al Amor de Cristo.

-Y entonces se fue de la masonería definitivamente…
-Todo lo que vivía en ella me pareció falso, o por lo menos tibio. No pude quedarme, porque además, comprendí que la masonería es totalmente incompatible con la fe católica.

-¿Tiene tanto poder como dice su leyenda?
-Sí, lo tiene. En Francia, desde 2012, muchos ministros son masones. Y los grandes maestros del Gran Oriente, de Derecho o de la Gran Logia Femenina quieren cambiar la sociedad. Leyes como el aborto, la eutanasia o el matrimonio del mismo sexo vienen de ideas masónicas. Un gran maestro de la Gran Logia de Francia, Pierre Simon, ha confesado que todas esas leyes estaban ya preparadas en las logias antes de ser votadas por los diputados.

-¿Y es conspiradora?
-La masonería cree en la “utopía”: es decir, que todo lo que resulta posible para un ser humano debe y puede permitirse: no hay límite en una ley natural que venga de Dios, la moral sólo proviene del pacto social. Luego no hay otro modo de vivir que el hedonismo: el placer y la felicidad en la vida son el único objetivo, no hay salvación eterna, hay que gozar de la vida. La masonería conspira, entonces, contra toda forma diferente de pensar a la suya.