Abba José de Panefo

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1. Fueron algunos Padres adonde estaba abba José de Panefo para interrogarlo acerca de la recepción de los hermanos que alojaban con ellos, si era necesario juntarse con ellos y hablarles con confianza. Antes de ser interrogado dijo el anciano a su discípulo: “Atiende a lo que haré hoy y sopórtalo”.
Puso el anciano dos esteras, una a su derecha y otra a su izquierda, y dijo: “Siéntense”.
 Entró en su celda y se puso ropas de mendigo.
Salió, pasó por en medio de ellos y volvió a entrar; se puso sus ropas, salió otra vez y se sentó con ellos. Estaban asombrados por lo que había hecho el anciano.
Él les dijo: “¿Observaron lo que hice?”.
Respondieron: “Sí”.
 “¿Acaso yo cambié a causa de la ropa más vil?”.
Respondieron: “No”.
Él les dijo: «Si soy el mismo con ambas vestimentas, la primera no me cambió ni la segunda me perjudicó, así debemos conducirnos al recibir a los hermanos peregrinos, como dice el Evangelio: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Cuando lleguen los hermanos, recibámoslos con confianza. Es cuando estamos solos que necesitamos la compunción, para que permanezca con nosotros». Los que lo oyeron quedaron admirados, porque les dijo lo que ellos tenían en sus corazones antes de interrogarlo. Y glorificaron a Dios.


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2. Dijo abba Pastor a abba José: “¿Dime cómo me haré monje?”. Le respondió: «Si quieres encontrar el descanso ahora y después, en toda ocasión di: “¿Quién soy yo?”. Y no juzgues a nadie».

3. Preguntó el mismo a abba José, diciendo: “¿Qué debo hacer cuando se acercan las pasiones? ¿Les resisto o las dejo entrar?”.
Respondió el anciano: “Déjalas entrar, y pelea contra ellas”.
Regresó a Escete y permanecía en su celda.
Llegó a Escete un tebeo y dijo a los hermanos: «Pregunté a abba José: “¿Si se acercan las pasiones, debo resistir o permitirles entrar?”.
Y me respondió: “No dejes entrar a las pasiones, sino córtalas enseguida”».
Oyó abba Pastor que abba José había hablado de esta manera al tebeo, y levantándose fue hasta donde él estaba, en Panefo, y le dijo: “Abba, yo te he confiado mis pensamientos, y has respondido diversamente al tebeo y a mí”.
Le dijo el anciano: “¿No sabes que te amo?”.
Y respondió: “Sí”.
El anciano le dijo: “Si entran las pasiones y luchas contra ellas, dando y recibiendo, te harán más probado. Yo te hablé como si hablase a mí mismo. Pero hay otros a los que no conviene se acerquen las pasiones, sino que es necesario que las alejen rápidamente”.


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4. Preguntó un hermano a abba José, diciendo: “¿Qué debo hacer, porque no puedo soportar los males ni trabajar para hacer caridad?”.
El anciano respondió: “Si no puedes hacer esto ni aquello, al menos guarda tu conciencia de todo mal para con tu prójimo, y serás salvado”.

5. Dijo un hermano: «Fui una vez hasta la Heraclea inferior, donde estaba abba José, que tenía en su monasterio una morera excelente.
Por la mañana me dijo: “Ve, come”. Como era viernes, no fui, a causa del ayuno.
 Le rogué: “Por Dios, explícame este pensamiento: tú me dices: ‘Ve, come’, pero yo no fui porque era ayuno; pero tu mandamiento me avergüenza, pensando: ¿Por qué razón el anciano me habló así? ¿Qué debía hacer, porque me ordenaste: Come?”».
 Le dijo: “Los Padres no dicen al principio a los hermanos lo recto, sino lo ambiguo. Si los ven hacer el mal, no les hablan ya de lo ambiguo, sino que les dicen la verdad, puesto que saben que serán obedientes en todo”.

6. Dijo abba José a abba Lot: “No se puede ser monje, si no se es como un fuego ardiente”.


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7. Fue abba Lot a ver a abba José, y le dijo: “Abba, según mis fuerzas hago mi pequeño oficio, y mi pequeño ayuno, y la oración, y la meditación, y la hesiquía, y según mis fuerzas purifico mis pensamientos. ¿Qué más debo hacer?”.
El anciano, levantándose, extendió las manos hacia el cielo, y sus dedos se pusieron como diez lámparas de fuego.
Y le dijo: “Si quieres, hazte totalmente como el fuego”.

8. Un hermano habló así a abba José: “Deseo irme del cenobio para vivir solo”.
El anciano le dijo: “Donde veas que tu alma está en calma y no sufre perjuicio, quédate”.
 El hermano le dijo: “Estoy en calma tanto en el cenobio como cuando estoy solo ¿qué me aconsejas?”.
El anciano respondió: “Si estás en calma en el cenobio y también cuando estás solo, pon los dos pensamientos como en una balanza, y lo que veas que aprovecha más y adelanta a tu alma, hazlo”.


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9. Fue un anciano adonde estaba uno de sus compañeros, para dirigirse juntos a visitar a abba José, y le dijo: “Manda a tu discípulo que ensille el asno”.
Respondió: “Llámalo, para que haga lo que tú quieres”.
Le preguntó: “¿Cómo se llama?”.
 Y respondió: “No sé”.
Y le dijo: “¿Cuánto tiempo lleva contigo que no sabes todavía su nombre?”.
 Le respondió: “Dos años”.
 Le dijo entonces el anciano: “Si tú no conoces el nombre de tu discípulo después de dos años, ¿qué necesidad tengo yo de aprenderlo por un día?”.

10. Los hermanos se reunieron una vez con abba José, y mientras estaban sentados y lo interrogaban, él se alegraba. Y les dijo, lleno de consuelo: “Hoy soy rey, porque he reinado sobre las pasiones”.

11. Decían de abba José de Panefo, que cuando estaba a punto de morir, y se hallaban los ancianos sentados a su alrededor, miró hacia la puerta y vio al diablo sentado a la puerta. Y llamando a su discípulo le dijo: “Trae el bastón. ¿Acaso éste se cree que porque he envejecido, ya no tengo poder sobre él?”.
Y apenas tomó el bastón, vieron los ancianos cómo salía el diablo por la puerta, como un perro, y desaparecía.
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