1032 Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido MISAS en su favor, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos
"LUEGO DE LA MUERTE, INMEDIATAMENTE EL ALMA VA AL JUICIO PARTICULAR DE DIOS, Y TIENE TRES POSIBIIDADES:
1) ENTRAR AL CIELO DIRECTAMENTE,
2) IR A PURIFICARSE AL PURGATORIO, QUE ES UN LUGAR DONDE SE SUFRE MUCHISIMO
3) IR AL INFIERNO, ETERNAMENTE.
SOLO PODEMOS PEDIR AYUDA PARA LAS ALMAS QUE ESTAN EN EL PURGATORIO, PUES LAS QUE ESTAN EN EL CIELO YA GOZAN DE LA PRESENCIA DE DIOS,Y LAS QUE ESTAN EN EL INFIERNO, POR MAS QUE OREMOS POR ELLAS, DIOS NUNCA LAS SACARA DE ALLI.
ADJUNTO COPIA DE LOS TEXTOS DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA DONDE SE EXPLICA LO QUE SUCEDE AL ALMA INMORTAL:
ENSEÑANZAS DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
I.- EL JUICIO PARTICULAR
1021 La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo
1022 Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre
II.- EL CIELO
1023 Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3,2), cara a cara
1026 Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo.
La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, que asocia a su glorificación celestial a quienes han creído en El y han permanecido fieles a su voluntad.
El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a El.
1027 Este misterio de comunión bienaventurada con Dios y con todos los que están en Cristo sobrepasa toda comprensión y toda representación. La Escritura nos habla de ella en imágenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre, Jerusalén celeste, paraíso:
"Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Co 2,9).
1029 En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera.
Ya reinan con Cristo; con El "ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22,5).
III.- LA PURIFICACION FINAL O PURGATORIO
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.
La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia y de Trento.< 1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandé [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 Mc 12,46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos
IV.- EL INFIERNO
1033 Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra El, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos:
"Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (] Jn 3,15).
Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos.
Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección.
Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".
1034 Jesús habla con frecuencia de la "gehenna" y del "fuego que nunca se apaga" reservado a los que, hasta el fin de su vida rehusan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo.
Jesús anuncia en términos graves que "enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad..., y los arrojarán al horno ardiendo" (Mt 13,41-42), y que pronunciará la condenación:" ¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno!" (Mt 25,41).
1035 La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno".
La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.
1036 "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7,13-14):
Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo
del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada la única
carrera que es nuestra vida en la tierra, mereceremos entrar con El en
la boda y ser contados entre los santos y no nos mandarán ir, como
siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas
exteriores, donde «habrá llanto y rechinar de dientes».
1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno; para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final.
En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 Pe 3,9)
AYER HOY MAÑANA Y SIEMPRE RONILLA A LA
DIVINA MISERICORDIA
Jesús pidió a santa María Faustina Kowalska, y por medio de ella a todo el mundo que se venere su pasión y muerte a las tres de la tarde, hora en que Él murió en la cruz.
Sus palabras fueron: «A las tres de la tarde implora mi misericordia especialmente para los pecadores. Y aunque sea un breve instante, piensa en mi pasión, sobre todo en el abandono en el momento de mi agonía. Es la hora de la Gran Misericordia para todo el mundo... En esa hora no rehusaré nada al alma que me pida algo apelando a mi pasión
Oh, qué enorme caudal de gracias derramaré sobre las almas que recen esta coronilla! Las entrañas de mi Misericordia se enternecen por aquellos que rezan la coronilla
La rezarás con un rosario común
CÓMO SE REZA LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA
...con un rosario común...
Guía para rezar la Coronilla
en archivo .ppt (1086kb)
En el nombre del Padre, del Hijo,
y del Espíritu Santo.
Amén.
Oh Sangre y Agua, que brotaron del Corazón de Jesús
como una fuente de Misericordia para nosotros, (3 veces)
Padre nuestro
Ave María
Credo
...en cada decena del rosario se dice...
Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.
Por su dolorosa Pasión,
Ten misericordia de nosotros
y del mundo entero. (10 veces)
...al finalizar la quinta decena del rosario se dice...
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal,
ten piedad de nosotros
y del mundo entero. (3 veces)
Jesús, en vos confío. (3 veces)
En el nombre del Padre, del Hijo,
y del Espíritu Santo.
Amén