I. Introducción
Cada persona es como es, como Dios la hizo y con la historia de su vida. Puede ser una persona que tiene una fuerza de voluntad enorme, o una que tiene una voluntad débil; una con una inteligencia clara, viva, ágil, o una que hay que decirle las cosas con mucha sencillez y claridad porque no capta fácilmente las ideas. Hay la persona activa y la dada a la inactividad. El emotivo y el no emotivo. Estos rasgos constituyen el temperamento con que todo ser humano nace, pero que moldea, ajusta o perfecciona, de acuerdo a la educación y experiencias que tiene durante toda su vida, formando así su carácter y personalidad, que viene siendo la manera de ser habitual de la persona, lo que le diferencia de los demás.
El Temperamento.
Es un fenómeno de la naturaleza emocional de un individuo que condiciona sus reacciones psicológicas y fisiológicas. Incluye la susceptibilidad a la estimulación emocional, la velocidad e intensidad con que habitualmente reacciona, la cualidad del estado de ánimo dominante y sus características. El temperamento es lo que la persona ha recibido de la naturaleza, pero no es todo el individuo. Se tiene que considerar lo que se conquista por la educación y por la propia experiencia. "El hecho de que el temperamento esté fundamentalmente determinado por la herencia no supone que sea inmodificable y esto es importante de tener en cuenta" (Felix Acha Irizar, Introducción a la Psicología, p. 205). La integración de todos los rasgos y características del individuo (somáticas, intelectuales, temperamentales), las condiciones ambientales y las experiencias afectivas y educacionales que experimente, van a determinar su propia forma de comportarse.
El Carácter. Incluye el temperamento y además todos los elementos adquiridos que lo especifican de una manera determinada, esto es, la modificación del temperamento por la educación y el trabajo de la voluntad, y consolidado por el hábito y las experiencias vividas.
Es importante el estudio de los caracteres para tener un conocimiento básico de las cualidades y posibles defectos del formando y así poderle ayudar a potenciar los talentos que ha recibido de Dios. Pero es conveniente señalar que nunca se debe hacer un juicio precipitado o definitivo sobre el carácter de la persona, porque ningún carácter existe puro en la realidad; generalmente se hayan mezclados y con matices muy diversos. Lo importante es conocer los rasgos generales de los caracteres tipo para que el formador los tenga como guía para su observación.
La ciencia que se encarga del estudio de los diferentes caracteres es la caracteriología. Esta ciencia tiene por objeto determinar los distintos caracteres sin dar un juicio sobre ellos. No se trata de saber si uno es mejor que el otro, o si uno tiene más o menos valor, pues todo carácter tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Es importante señalar que a cada tipo de carácter se le puede y debe potenciar: al que haya recibido un talento se le pedirán cuentas de ese único talento que recibió, al que haya recibido cinco tendrá que rendir cuentas de esos cinco. Lo esencial no radica en el carácter que tenga el dirigido sino lo que logre hacer con él. No es el carácter lo que en sí mismo tiene valor, sino el hombre que lo tiene y sabe usarlo para sacar un mayor provecho de él.
También es importante aclarar que aunque la personalidad de todo ser humano se forja sobre todo en los primeros años de su vida, para la gracia de Dios no hay tiempos o límites de actuación, por ello, todo ser humano, en cualquier etapa de su vida, es perfectible.
La clasificación clásica de los diversos caracteres se hace en base a tres factores fundamentales:
a. La emotividad: es una disposición cuya esencia consiste en vibrar interiormente con mayor o menor intensidad frente a los estímulos.
b. La actividad: es una tendencia congénita, íntima y asidua que empuja a obrar y a crearse ocasiones para obrar.
c. La resonancia: es la reacción más o menos prolongada que se produce en la conciencia psicológica, después de una sensación o impresión. Puede ser de dos especies:
* Primaria: es inmediata pero de breve duración.
* Secundaria: la impresión que se da, penetra poco a poco en lo más profundo de la conciencia psicológica y permanece mucho tiempo allí.
TIPOS DE CARACTERES
A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
C. Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)
D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
E. Carácter Realista (noEmotivo-Activo-Primario)
F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)
G. Carácter Adapatable ( noEmotivo-Activo-Secundario)
H. Carácter Conservador (noEmotivo-noActivo-Secundario)
A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente
1. Descripción de los rasgos más característicos.
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las impresiones es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del momento, pasa del entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al odio.
Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la abstracción y el razonamiento lógico.
Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la literatura, poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión espontánea.
Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos, aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el momento actual.
La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor. A veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa emotividad que le impide sistematizar su vida.
2. Comportamiento religioso.
El inquieto experimenta el contacto con Dios de una manera rápida, muchas veces con mucha fantasía. Este tipo de carácter se siente atraído hacia el ideal religioso. Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por ser no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio de Dios o del prójimo.
Siente la piedad como emoción religiosa y frecuentemente bajo un punto de vista estético o poético. Ama la oración breve y personal que le conmueva. No tiene aptitudes para la meditación, o se distrae, o se duerme. No hace reflexión evangélica, sino que lee el Evangelio como una novela, por esa hambre de emociones y de imágenes rápidas.
Su religiosidad es superficial. Las pruebas: enfermedades, decepciones, la muerte de un amigo, le pueden ayudar a volver momentáneamente hacia Dios, pero su vida no cambia realmente porque sus reacciones son fugaces. A este carácter espontáneo, movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos metódicos, la disciplina, los horarios.
No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración del momento, se distrae o se aburre. Le cuesta la vida espiritual y el apostolado organizado. Si se afirma que la santidad consiste en la constancia de hacer la voluntad de Dios, la santidad del nervioso consistirá en la constancia de levantarse de sus inconstancias en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
El inquieto está muy expuesto a la incontinencia sexual. Muchas de sus excitaciones terminan en pecado, dada su gran impulsividad, sobre todo cuando se trata de jóvenes. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán de novedad y su desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la fidelidad de un amor profundo.
3. Pedagogía pastoral.
La iglesia cuenta con grandes santos con este carácter, por ejemplo san Francisco de Asís que, con el amor personal a Jesucristo, encontró un fundamental apoyo para su santificación personal y para influir en la vida de la Iglesia.
a. Flexibilidad y constancia.
El formador requiere de mucha prudencia para no herir la gran susceptibilidad de este tipo de carácter. Hay que escucharlo y acogerlo con paciencia y comprensión. El formador debe mostrarse acogedor, cordial, lleno de confianza y dispuesto siempre a animarle. Su dirección espiritual debe ser flexible pero constante.
Si el orientado es inquieto y en la dirección espiritual siente que se le oprime, fácilmente puede explotar. Por una parte, no hay que aplastarle con brusquedades o ironías, y, mucho menos, ridiculizar su nerviosismo. Pero tampoco hay que favorecer su egocentrismo o dejar que sea esclavo de sus nervios. Tan mala es una dirección espiritual severa como una blanda, ambas corren el riesgo de hundirle en un sentimiento de rebelión o de provocar fugas o agresiones.
Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las dificultades de su carácter. Si el formador es hiriente o brusco acaba con toda posibilidad de relación, hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos negativos de su carácter y sugerirle los medios para controlarlo.
El formador puede tener mucha influencia en su vida, ya que este tipo de carácter siente fácilmente la influencia positiva de las personas, a las que intenta luego imitar. Experimenta la necesidad de la dirección espiritual y quiere colaborar, porque es generoso, además le gustan las conversaciones espirituales.
b. Metas cortas y atractivas.
Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse. Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un inquieto se le deben proponer programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para lograrlas, no medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con bases poco profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y medios ágiles es la clave para su perseverancia y superación.
c. Dominio interior.
Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe lograr. Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en un esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo primero que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes de hablar y de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios. Aconsejarle una metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza e inconstancia. Que trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la responsabilidad en el trabajo.
El dominio propio y la pureza de intención acabarán progresivamente con sus errores y le pondrán en el camino de Dios. Darle confianza, que se convenza de que puede lograr ese dominio interior profundo. Su formación espiritual deberá centrarse en el desarrollo y control de su emotividad.
d. Reflexionar en las actitudes.
Hay que orientar al inquieto sobre el verdadero sentido del pecado, esto es, que vea su pecado en relación con Dios y no en relación consigo mismo. Luego hay que dirigirle para que reflexione en sus actitudes, porque muchas veces el nervioso analiza sólo lo que ha hecho y no por qué lo ha hecho.
El formador normalmente ve lo exterior y con frecuencia esto le puede mortificar. No hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.
En el campo de la sexualidad y castidad hay que orientarle hacia la calma y el sentido de responsabilidad personal. Todo debe encaminarse hacia las actitudes y el sentido de responsabilidad y de reflexión.
e. El apostolado.
Finalmente se debe encauzar su inquietud y fuerza pasional hacia el apostolado. Su generosidad le puede llevar al sacrificio; su afectividad, a darse y a amar si se le presenta un ideal noble y elevado.
A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su inquietud en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo solo por su inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho le dictamina.
INDICE
El Carácter. Incluye el temperamento y además todos los elementos adquiridos que lo especifican de una manera determinada, esto es, la modificación del temperamento por la educación y el trabajo de la voluntad, y consolidado por el hábito y las experiencias vividas.
Es importante el estudio de los caracteres para tener un conocimiento básico de las cualidades y posibles defectos del formando y así poderle ayudar a potenciar los talentos que ha recibido de Dios. Pero es conveniente señalar que nunca se debe hacer un juicio precipitado o definitivo sobre el carácter de la persona, porque ningún carácter existe puro en la realidad; generalmente se hayan mezclados y con matices muy diversos. Lo importante es conocer los rasgos generales de los caracteres tipo para que el formador los tenga como guía para su observación.
La ciencia que se encarga del estudio de los diferentes caracteres es la caracteriología. Esta ciencia tiene por objeto determinar los distintos caracteres sin dar un juicio sobre ellos. No se trata de saber si uno es mejor que el otro, o si uno tiene más o menos valor, pues todo carácter tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Es importante señalar que a cada tipo de carácter se le puede y debe potenciar: al que haya recibido un talento se le pedirán cuentas de ese único talento que recibió, al que haya recibido cinco tendrá que rendir cuentas de esos cinco. Lo esencial no radica en el carácter que tenga el dirigido sino lo que logre hacer con él. No es el carácter lo que en sí mismo tiene valor, sino el hombre que lo tiene y sabe usarlo para sacar un mayor provecho de él.
También es importante aclarar que aunque la personalidad de todo ser humano se forja sobre todo en los primeros años de su vida, para la gracia de Dios no hay tiempos o límites de actuación, por ello, todo ser humano, en cualquier etapa de su vida, es perfectible.
La clasificación clásica de los diversos caracteres se hace en base a tres factores fundamentales:
a. La emotividad: es una disposición cuya esencia consiste en vibrar interiormente con mayor o menor intensidad frente a los estímulos.
b. La actividad: es una tendencia congénita, íntima y asidua que empuja a obrar y a crearse ocasiones para obrar.
c. La resonancia: es la reacción más o menos prolongada que se produce en la conciencia psicológica, después de una sensación o impresión. Puede ser de dos especies:
* Primaria: es inmediata pero de breve duración.
* Secundaria: la impresión que se da, penetra poco a poco en lo más profundo de la conciencia psicológica y permanece mucho tiempo allí.
TIPOS DE CARACTERES
A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
C. Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)
D. Carácter Apasionado (Emotivo-Activo-Secundario)
E. Carácter Realista (noEmotivo-Activo-Primario)
F. Carácter Férreo (noEmotivo-noActivo-Primario)
G. Carácter Adapatable ( noEmotivo-Activo-Secundario)
H. Carácter Conservador (noEmotivo-noActivo-Secundario)
A. Carácter Inquieto (Emotivo-noActivo-Primario)
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente
1. Descripción de los rasgos más característicos.
Una persona con carácter Inquieto es idealista y muy sensible, siente la necesidad de tener emociones y de vivir intensamente. Por su emotividad, su reacción a las impresiones es inmediata e impulsiva, cambia de humor según la emoción del momento, pasa del entusiasmo al desaliento, de la alegría a la tristeza y del amor al odio.
Busca resultados inmediatos y que no impliquen mucho esfuerzo, le resulta muy difícil centrarse en el trabajo. Es perezoso, distraído, inconstante e irreflexivo. Tiene pocos intereses intelectuales. Está mal dotado para la comprensión, la memorización, la abstracción y el razonamiento lógico.
Su inteligencia es más intuitiva que lógica. Tiene una gran predisposición para la literatura, poesía y las bellas artes. Destaca por su imaginación viva y la expresión espontánea.
Entre sus potencialidades se puede decir que es sumamente sensible a la belleza, su comportamiento social es agradable y generoso lo cual le hace tener muchos amigos, aunque sean superficiales. Es delicado, alegre; generalmente optimista y afable. La emotividad es su fuerza. Su valor dominante es la diversión, la alegría de vivir el momento actual.
La mayor limitación caracterológica es su movilidad tanto sentimental como de humor. A veces quiere huir de sí mismo, a base del alcohol o de los amigos, por esa emotividad que le impide sistematizar su vida.
2. Comportamiento religioso.
El inquieto experimenta el contacto con Dios de una manera rápida, muchas veces con mucha fantasía. Este tipo de carácter se siente atraído hacia el ideal religioso. Experimenta una potente necesidad de amar y de imitar a alguien, sin embargo, por ser no activo, no está predispuesto al esfuerzo que supone el servicio de Dios o del prójimo.
Siente la piedad como emoción religiosa y frecuentemente bajo un punto de vista estético o poético. Ama la oración breve y personal que le conmueva. No tiene aptitudes para la meditación, o se distrae, o se duerme. No hace reflexión evangélica, sino que lee el Evangelio como una novela, por esa hambre de emociones y de imágenes rápidas.
Su religiosidad es superficial. Las pruebas: enfermedades, decepciones, la muerte de un amigo, le pueden ayudar a volver momentáneamente hacia Dios, pero su vida no cambia realmente porque sus reacciones son fugaces. A este carácter espontáneo, movedizo y cambiante le resultan duros los compromisos metódicos, la disciplina, los horarios.
No puede estar tranquilo. Sometido a la inspiración del momento, se distrae o se aburre. Le cuesta la vida espiritual y el apostolado organizado. Si se afirma que la santidad consiste en la constancia de hacer la voluntad de Dios, la santidad del nervioso consistirá en la constancia de levantarse de sus inconstancias en el cumplimiento de la voluntad de Dios.
El inquieto está muy expuesto a la incontinencia sexual. Muchas de sus excitaciones terminan en pecado, dada su gran impulsividad, sobre todo cuando se trata de jóvenes. Debido a su gran sensibilidad por la belleza, su afán de novedad y su desmesurada vanidad, busca en el amor sensaciones pasajeras y no la fidelidad de un amor profundo.
3. Pedagogía pastoral.
La iglesia cuenta con grandes santos con este carácter, por ejemplo san Francisco de Asís que, con el amor personal a Jesucristo, encontró un fundamental apoyo para su santificación personal y para influir en la vida de la Iglesia.
a. Flexibilidad y constancia.
El formador requiere de mucha prudencia para no herir la gran susceptibilidad de este tipo de carácter. Hay que escucharlo y acogerlo con paciencia y comprensión. El formador debe mostrarse acogedor, cordial, lleno de confianza y dispuesto siempre a animarle. Su dirección espiritual debe ser flexible pero constante.
Si el orientado es inquieto y en la dirección espiritual siente que se le oprime, fácilmente puede explotar. Por una parte, no hay que aplastarle con brusquedades o ironías, y, mucho menos, ridiculizar su nerviosismo. Pero tampoco hay que favorecer su egocentrismo o dejar que sea esclavo de sus nervios. Tan mala es una dirección espiritual severa como una blanda, ambas corren el riesgo de hundirle en un sentimiento de rebelión o de provocar fugas o agresiones.
Se le debe ayudar a conocerse; de un modo afable, no hiriente, hacerle ver las dificultades de su carácter. Si el formador es hiriente o brusco acaba con toda posibilidad de relación, hay que apoyarle para que el mismo descubra los aspectos negativos de su carácter y sugerirle los medios para controlarlo.
El formador puede tener mucha influencia en su vida, ya que este tipo de carácter siente fácilmente la influencia positiva de las personas, a las que intenta luego imitar. Experimenta la necesidad de la dirección espiritual y quiere colaborar, porque es generoso, además le gustan las conversaciones espirituales.
b. Metas cortas y atractivas.
Es necesario habituarle al esfuerzo personal y progresivo porque le cuesta el trabajo sistemático. Por ser muy primario, el nervioso se desanima pronto, hay que ayudarle a disciplinar su trabajo, a centrarse en lo que hace y a organizarse. Hay que darle metas escalonadas. Eso ayuda mucho. A un inquieto se le deben proponer programas mensuales o semestrales; incluso, ponerle medios dinámicos para lograrlas, no medios fríos. No se puede abusar de su esfuerzo porque, al contar con bases poco profundas, se puede desmoronar fácilmente. Un esfuerzo por metas y medios ágiles es la clave para su perseverancia y superación.
c. Dominio interior.
Firmeza para lograr el dominio de sí mismo, es un objetivo importante que se debe lograr. Si se le deja actuar a su antojo puede llegar el momento en que se convierta en un esquizofrénico. Es esencial acostumbrarle a ser reflexivo, no dejarle actuar a lo primero que le salga o a lo primero que se le ocurra. Acostumbrarle a reflexionar antes de hablar y de actuar; que domine esos movimientos desordenados primarios. Aconsejarle una metódica y constante disciplina para salir de su precipitación, ligereza e inconstancia. Que trabaje en el desarrollo de hábitos de la puntualidad, el orden, y la responsabilidad en el trabajo.
El dominio propio y la pureza de intención acabarán progresivamente con sus errores y le pondrán en el camino de Dios. Darle confianza, que se convenza de que puede lograr ese dominio interior profundo. Su formación espiritual deberá centrarse en el desarrollo y control de su emotividad.
d. Reflexionar en las actitudes.
Hay que orientar al inquieto sobre el verdadero sentido del pecado, esto es, que vea su pecado en relación con Dios y no en relación consigo mismo. Luego hay que dirigirle para que reflexione en sus actitudes, porque muchas veces el nervioso analiza sólo lo que ha hecho y no por qué lo ha hecho.
El formador normalmente ve lo exterior y con frecuencia esto le puede mortificar. No hay que fijarse tanto en las faltas que pueden resultar innumerables. Un nervioso hace tantas tonterías que impacienta a cualquiera. Hay que ayudarle a profundizar en las actitudes que producen esas constantes fallas para que ponga soluciones de raíz.
En el campo de la sexualidad y castidad hay que orientarle hacia la calma y el sentido de responsabilidad personal. Todo debe encaminarse hacia las actitudes y el sentido de responsabilidad y de reflexión.
e. El apostolado.
Finalmente se debe encauzar su inquietud y fuerza pasional hacia el apostolado. Su generosidad le puede llevar al sacrificio; su afectividad, a darse y a amar si se le presenta un ideal noble y elevado.
A un nervioso hay que darle responsabilidades, que trabaje, que desarrolle su inquietud en labores perdurables. Pero es necesaria la supervisión, no conviene dejarlo solo por su inconstancia, porque vuelve al egocentrismo y a realizar lo que su capricho le dictamina.
INDICE
B. Carácter Reflexivo (Emotivo-noActivo-Secundario)
El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda 1. Descripción de los rasgos más característicos. El reflexivo es introvertido e inclinado hacia la vida interior. Sensible, templado, tenaz, auténtico, audaz, con piedad profunda. Por ser emotivo, los reproches le duelen hondamente, estos le pueden causar un complejo o una represión obsesiva o una sensación de fracaso. Percibe profundamente cualquier impresión, tanto si es buena como si es mala, alegre o triste. La medita lentamente y la revive una y otra vez. No busca impresiones nuevas, le gusta ser conservador y cuando la vida le presenta una nueva experiencia le cuesta trabajo adaptarse a ella. Es idealista, pero en forma reservada y moderada. Le atrae lo estético. Es vulnerable, tímido, pesimista, indeciso, con poco sentido práctico. Es una persona que desconfía de sí mismo. Tiende a la inactividad, al aislamiento, al aburrimiento. Está lleno de costumbres y manías. El reflexivo tiene escasa aptitud para emprender, para la organización lógica y para la abstracción. Trabaja con interés, orden y método y le gusta hacer las cosas bien; sin embargo se desalienta pronto ante las dificultades, desconfía de sus posibilidades y es lento, tanto en la concepción como en la realización de las tareas. Tiene problemas para adaptarse a nuevas actividades y para el esfuerzo prolongado. Vive muy apegado al pasado, en el cual se refugia muchas veces, mientras que por otra parte se preocupa de organizar "con la imaginación" su porvenir. Sus proyectos e iniciativas se quedan siempre en el estado de aspiración y de sueño. Es delicado, muy fiel y constante en el afecto, amante de la soledad y el silencio. Muy recto, honrado, veraz. Con poco se contenta, no es nada ambicioso. Da mucho valor a la vida sencilla y pura. Está predispuesto a la comprensión de los demás, porque es reflexivo, procede con mucha calma y posee un espíritu muy noble y delicado . Su poca actividad provoca en él la necesidad de una vida reposada, regular, bastante egoísta. Más que el instinto sexual, el verdadero peligro para la castidad del reflexivo consiste en la tendencia y en la necesidad de afecto. 2. Comportamiento religioso. En el campo espiritual, el reflexivo se siente muy atraído por su introspección hacia Dios de una manera íntima y profunda. Se siente atraído por todo lo que es estable, profundo; por tanto, por el Absoluto. Por ser emotivo, es sensible al amor de Dios, y por ser secundario se inclina a la vida interior y a la constancia. Sin embargo, apoya su vida espiritual en el sentimiento y no en elementos estables; así se deja llevar fácilmente por estados de ánimo de tristeza, alegría, desaliento y escrúpulos. Como es muy escrupuloso y tiene muchos recuerdos del pasado, manifiesta sentimiento de culpabilidad por lo que hay que hacerle ver que también existe la misericordia. 3. Pedagogía pastoral. El santo Cura de Ars es ejemplo de este carácter. El reflexivo, por medio de una acertada dirección espiritual, puede llegar a ser un gran santo, sobre todo porque uno de sus rasgos más característicos es su profunda vida interior. a. Actitud del formador. El reflexivo está inclinado a la intimidad y la veracidad, va a la dirección espiritual en busca de comprensión y de cariño. Puesto que es muy sensible a la influencia de otra persona y del ambiente en que vive, el formador tiene una enorme responsabilidad en el aspecto humano; requiere tener una gran delicadeza de trato, una profunda comprensión y una paciencia ilimitada. Siempre que sea posible se le debe ofrecer la ocasión para expresarse libremente y a sus anchas; que nunca tenga la impresión de que se le apresura o de que cansa escucharle. El reflexivo necesita acogida. El formador debe ofrecerle cariño, comprensión y bondad; debe ser un apoyo para él, pero sin exageraciones, para evitar el apego excesivo. b. Seguridad y proyección a los demás. Crear y mantener un clima de confianza y comprensión es la única manera de salvar al reflexivo de sus complejos. Hay que infundirle confianza en sí mismo valorando los menores éxitos y restando importancia a los fracasos, con el fin de que sea más optimista. Tiene una gran capacidad de amar y de ser amado por lo que hay que saber explotar esta fuerza. Que salga del propio yo y se proyecte hacia los demás porque el amor, por definición, es donación permanente. Descubrirle la alegría y satisfacción de la entrega, que se sienta feliz de darse, porque tiene capacidad de amar intensamente. Educarle a amar bien; no a amar para ser amado, con interés egoísta. Todo el trabajo del formador con el reflexivo deberá consistir en suscitar la transformación del amor "humano" de amistad, en amor sobrenatural de caridad fraterna. La caridad deberá ser la base de toda su formación. c. Su vida espiritual. Se le debe orientar para que apoye su vida espiritual en la bondad y misericordia de Dios, así como en un amor personal a Cristo. Confiar en Dios y amarle personalmente, he ahí la base de su vida espiritual. El reflexivo requiere vitalmente de apoyos seguros, y quién mejor que Dios y el formador. No se le debe orientar en una ascética negativa que lo deprimiría. Que sea consciente de sus posibilidades, las valore y las aplique en su vida espiritual. Conviene formarle en la abnegación de sí mismo: mortificar la imaginación, luchar contra la tristeza y el análisis desmedido de las propias faltas. Hay que convencerle de que su carácter es el mejor dispuesto para el verdadero espíritu sobrenatural. Alertarlo para que no sea víctima de los escrúpulos. Puesto que se inclina a la oración personal en el silencio, conviene desarrollar en su alma el contacto íntimo y profundo con Dios. Su meditación ha de convertirse en un coloquio personal y no en un pasatiempo y ocasión de desahogo de las propias penas y de la incomprensión de que se cree víctima; por ello habrá que aconsejarle que se olvide de si mismo en la oración. Ésta deberá proyectarle hacia afuera, con un sentido de entrega y generosidad al servicio de Dios y al prójimo. d. El apostolado. El reflexivo goza de magníficas cualidades para el apostolado individual, como son la comprensión y la delicadeza con las almas. Por esto hay que suscitar el gusto y el valor por el apostolado. Goza de una emotividad intensa que, encauzada hacia los demás, se puede convertir en un gran celo apostólico. Se sensibiliza muy fácilmente con las miserias humanas. Por consiguiente, lleva el apostolado en el propio temperamento. Pero a la vez le faltan cualidades propias de un apóstol: dinamismo, liderazgo, coraje. Por esto habrá que formarle en el sentido de responsabilidad y de iniciativa (sobre todo, esta última le es necesaria), para que llegue a poseer una "personalidad" recia y desarrolle su capacidad de liderazgo. Cuando se haya convencido al reflexivo de que se dedique al apostolado como un medio para el bien de su alma y la del prójimo, se habrá conseguido el éxito. Con sus dotes positivas, después de una buena formación, estará en condiciones de nutrir, a su vez, a otras muchas almas y convertirse en un excelente formador . INDICE C. Carácter Dinámico ( Emotivo-Activo-Primario)
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