El Padrenuestro meditado por Tomas de Aquino


EL PADRENUESTRO
CUALIDADES DE LA ORACIÓN

1. --- Entre todas las oraciones, la oración dominical es manifiestamente la principal.

A) En efecto, posee las cinco cualidades que se requieren en la oración. La cual debe ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde.


2. --- a) Debe ser confiada para acercarnos sin vacilación al trono de la gracia, como se dice en Hebreos 4, 16.
Además debe hacerse con fe que no desfallezca, como dice Santiago (1, 6) : "Que pida con fe, sin ninguna vacilación". Aun racionalmente esta oración es segurísima: está formada por nuestro abogado, que pide de manera sapientísima, en el cual están todos los tesoros de la sabiduría, como se dice en Colosenses 2, y del cual dice Juan 1, 2-1: "Tenemos un abogado cabe el Padre, Jesucristo justo"; por lo cual dice Cipriano en su tratado sobre la Oración Dominical: "Como con Cristo tenemos un abogado cabe el Padre por nuestros pecados, cuando pedimos por nuestros delitos, presentemos las palabras de nuestro abogado". También por otro motivo se ve que esta oración es oída más seguramente y es que EL mismo que nos la enseñó la oye 2con el Padre, según aquello del Salmo 90, 15: "Clamará a Mí, y Yo lo oiré". Por lo cual dice Cipriano: "Rogar a Nuestro Señor con sus propias palabras es hacerle una oración grata, familiar y devota". Por lo cual nunca deja de sacarse algún fruto de esta oración, y según San Agustín por ella se perdonan nuestros pecados veniales.


3. --- b) Nuestra oración debe ser también recta, de modo que el que ora le pida a Dios cosas que le convienen. Por lo cual el Damasceno dice: "La oración es una petición a Dios de dones que nos convienen".

En efecto, muy a menudo no es escuchada la oración porque se piden cosas inconvenientes. Santiago 4, 3:
"Pedís y no recibís porque pedís algo malo". Difícil es sin embargo saber qué es lo que se debe pedir, así como es también muy difícil saber qué se debe desear. En efecto,
no es lícito pedir en la oración sino las cosas que es lícito desear: por lo cual dice el Apóstol, en Rom 8, 26: "No sabemos orar como es debido". Pero quien nos lo enseñó es el mismo Cristo: a El le corresponde enseñarnos lo que debemos pedir. Por lo cual los discípulos le dijeron (Luc 11, 1: "Señor, enséñanos a orar".

Así es que las cosas que El mismo nos enseñó a pedir, rectísimamente se piden, por lo cual dice San Agustín: "Si oramos de manera justa y conveniente, cualesquiera que sean las palabras que digamos, no decimos sino lo que en la oración dominical está
contenido".


4. --- c) La oración debe ser también ordenada como el deseo mismo, puesto que la oración muestra el deseo. El orden debido es que en nuestros deseos y oraciones
prefiramos lo espiritual a lo carnal, lo celestial a lo terreno, según dice Mt 6, 33: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por
añadidura". Lo cual nos lo enseña el Señor a observar en esta oración: en ella se piden primeramente las cosas celestiales y después las de la tierra.


5.— d) La oración debe ser también devota, porque la consistencia de la devoción es lo que hace que el sacrificio de la oración sea acepto a Dios, según el Salmo
LXII, 5-6: "En tu nombre alzaré mis manos: y mi alma se saciará de Ti como de médula y suculencia". A menudo por el mucho hablar se embota la devoción, por lo cual el Señor nos enseña a evitar la demasiada prolijidad en las palabras, según Mt 6, 7: "Al orar no multipliquéis las palabras". Agustín le dice a Proba: "Que no haya en la oración muchas palabras; pero no se deje de mucho suplicar si persevera el esfuerzo fervoroso".

Por lo cual el Señor instituyó esta breve oración [del Padrenuestro],


6. --- Por otra parte, la devoción proviene de la caridad, que es amor de Dios y del prójimo. Y uno y otro se manifiestan en esta oración. En efecto, para dar a
conocer el divino amor, a El lo llamamos Padre; y para dar a conocer el amor al prójimo oramos en general por todos diciendo: "Padre nuestro, y perdónanos nuestras deudas". A lo cual nos lleva el amor de nuestros prójimos.

7. --- e) La oración debe ser también humilde, según el Salmo 101, 18: "Atendió la oración de los humildes"; y Luc 18, sobre el fariseo y el publicano; y Judit 9, 16: "Siempre te ha sido acepta la súplica de los humildes y mansos".

Tal humildad se practica en esta oración, porque hay verdadera humildad cuando nada fincamos en nuestras propias fuerzas y sólo del divino poder esperamos obtenerlo todo. 4

II Efectos de la oración

8. --- B) Conviene saber que la oración produce tres bienes.

a) Primeramente es un remedio eficaz y útil contra los males. En efecto, nos libra de los pecados cometidos.
Salmo 31, 5-6: "Tú perdonaste la iniquidad de mi pecado, por lo cual orará a ti todo hombre santo". Así oró el ladrón en la cruz, y obtuvo el perdón; porque Jesús le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc 23, 43). Así oró el publicano, y volvió a su casa justificado (Luc 18,
14).

Nos libra también del temor de los pecados que pueden sobrevenir, de las tribulaciones y de la tristeza (Sant 5, 13: "¿Hay alguno triste entre vosotros? Que ore (con el alma tranquila)".

También nos libra de persecuciones y de enemigos. Salmo 108, 4: "En lugar de amarme me denigraban; mas yo oraba".

9. --- b) En segundo lugar es eficaz y útil para la obtención de todos nuestros deseos. Marc 11, 24: "Todo cuanto orando pidiereis creed que lo recibiréis". Y si no somos escuchados es que no pedimos con insistencia: "En efecto, es necesario orar siempre y no desfallecer" (Luc 18, 1); o
no pedimos lo que más conviene para nuestra salvación.

Dice Agustín: "Bueno es el Señor, que a menudo no nos concede lo que queremos para darnos lo que más nos favorece". Ejemplo de ello hallamos en Pablo, que tres veces pidió ser librado de un punzante tormento y no fue oído: 2 Cor 12, 8. 5

10. — En tercer lugar, la oración es útil porque nos convierte en familiares de Dios. Salmo 140, 2: "Que mi oración esté ante ti como incienso"

PADRE NUESTRO

11. --- Advirtamos dos cosas: de qué manera Dios es Padre y qué le debemos por ser Padre.
Se le llama Padre a causa de la manera especial como nos creó, pues nos creó a su imagen y semejanza, imagen y semejanza que no imprimió en las demás creaturas inferiores. Deut 32, 6: "El mismo es tu Padre, el que te hizo y te creó".

También por razón de su gobierno: aunque gobierna todas las cosas, a nosotros nos gobierna como a señores y las demás cosas como a esclavas. Sab 14, 3: "Tu providencia, oh Padre, gobierna todas las cosas"; y Sab 12, 18: "Y a nosotros nos gobiernas con extremada consideración".


También por razón de su adopción: porque a las otras criaturas les dio algo como pequeños regalos; mas a nosotros la heredad, y esto porque somos sus hijos; pero por ser hijos también herederos. Dice el Apóstol (Rom 8, 15): "No recibisteis espíritu de servidumbre en el
temor, sino espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre".

12. --- Le debemos cuatro cosas:

En primer lugar, honor. Mat 1, 6: "Si yo soy Padre ¿dónde está el honor que me es debido?": el cual consiste en tres cosas. 6

Debemos rendirle alabanzas como a Dios. Salmo 49. 23: "El sacrificio de alabanza me honrará". Las cuales deben estar no sólo en la boca sino también en el corazón. Isaías 29, 13: "Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos de Mí".

En la pureza del cuerpo por cuanto ve a El mismo. 1 Cor 6, 20: "Glorificad a Dios y llevadlo en vuestro cuerpo".

En la equidad de los juicios respecto al prójimo. Salmo 98, 4: "El honor del rey ama la justicia".


13. --- En segundo lugar debemos imitarlo, porque es nuestro padre. Jer 3, 19: "Me llamaréis Padre y no dejaréis de marchar en pos de Mí".

Tal imitación se perfecciona con tres cosas. Con amor. Ef 5, 1-2: "Sed imitadores de Dios como
hijos queridos y proceded con amor". Y éste debe estar en el corazón.


Con misericordia. En efecto, el amor debe acompañarse de misericordia. Luc 6, 36: "Sed misericordiosos". Y la misericordia debe mostrarse en las obras.

Con perfección. Porque amor y misericordia deben ser perfectos. Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".


14. --- En tercer lugar le debemos obediencia. Hebr 12, 9: "Mucho mejor es someterse al Padre de los espíritus". Y esto por tres razones.

Primeramente a causa de su dominio: El es en efecto el Señor. Éxodo 24, 7: "Haremos todas las cosas que ha indicado el Señor y seremos obedientes". 7

En segundo lugar por [su] ejemplo: porque su verdadero Hijo se hizo obediente al Padre hasta la muerte, como se dice en Filip 2, 8.

En tercer lugar por nuestra conveniencia. 2 Samuel 6, 21: "Danzaré ante el Señor que me eligió".

15. --- En cuarto lugar le debemos paciencia en los castigos. Prov 3, 11-12: "No rechaces, hijo mío, la corrección del Señor; ni desmayes cuando El te castigue. Porque el Señor reprime a los que ama, y en ellos se complace como un Padre con su hijo".


16. --- Con esto ---[con la palabra "nuestro"]--- se indica que debemos dos cosas a nuestros prójimos.

Primeramente, amor, porque son nuestros hermanos, puesto que todos son hijos de Dios: 1 Juan 4, 20: "El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo podrá amar a Dios, a quien no ve?"

También respeto, porque son hijos de Dios. Mal 2, 10: "¿No es uno mismo el Padre de todos nosotros? ¿No un solo Dios que nos ha creado? ¿Pues por qué desprecia cada uno de vosotros a su hermano?" Rom 12, 10:

"Anticipaos unos a otros en las señales de deferencia".Y todo esto por su fruto, porque "El mismo vino a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hebr 5, 9).


QUE ESTAS EN LOS CIELOS

17. --- Entre las disposiciones que le son necesarias al que ora, la confianza tiene una gran importancia. Santiago 1,

6: "Pídase con fe, sin vacilar". Por lo cual al enseñarnos el Señor a orar, adelantó aquellas cosas por las que se engendra en nosotros la confianza: esto es, la benignidad del Padre: por lo cual
dijo "Padre nuestro", según Luc 11,13: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre [celestial] os dará [de lo alto"] del cielo su buen Espíritu a los que se lo pidan?"; y la grandeza de su poder: por lo cual dijo "que estás en los
cielos". También el Salmo 122, 1: "Levantaré mis ojos a Ti, que habitas en los cielos".

18. --- Lo cual puede corresponder a tres cosas:
Primeramente a la preparación del que ora, pues se dice en Eccli 18, 23: "Antes de la oración prepara tu alma". Para que se entienda que "estás en los cielos" es lo mismo que "en la gloria celestial". A este propósito dice Mt 5, 12: "Vuestra recompensa es copiosa en los cielos".

Y tal preparación debe ser mediante la imitación de las realidades celestiales, porque el hijo debe imitar a su padre. Por lo cual se dice en Cor 15, 49: "Así como hemos llevado la imagen del hombre terreno, debemos también llevar la imagen del celeste".

También mediante la contemplación de las cosas celestiales. Porque los hombres suelen dirigir su pensamiento más frecuentemente al lugar donde tienen a su padre y las demás cosas que aman, según Mt 6, 21: "Donde está tu tesoro allí está tu corazón". Por lo cual les decía el Apóstol a los Filipenses (3, 20): "Nuestra morada está en los cielos".

Y mediante la aspiración a las cosas celestiales, de modo que a quien está en los cielos no le pidamos sino las cosas celestiales, conforme a Colos 3, 1: "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo".

19. --- En segundo lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden referirse a la facilidad del que oye, porque entonces está más cercano a nosotros; y así, "que estás en los cielos" entiéndase que es lo mismo que en los Santos, en los que Dios habita, conforme a Jer 14, 9: "Tú estás en nosotros, Señor". En efecto, a los Santos se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la gloria de Dios".

Ahora bien, Dios habita en los Santos por la fe: Ef 3, 17: "Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones".

Por la caridad: 1 Juan 4, 16: "El que permanece en la caridad, en Dios permanece, y Dios en él".
Por el cumplimiento de los mandamientos: Juan 14, 23: "Si alguno me ama, observará mi doctrina; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".

20. --- En tercer lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden referirse a la omnipotencia del que nos oye; y así, que por cielos entendamos los cielos materiales; no porque Dios esté encerrado en los cielos materiales, porque está escrito en Reyes 8, 27: "Los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte"; sino para dar a entender: que Dios es de penetrante observación,

porque ve desde muy alto. Salmo 101, 20: "Ha mirado desde su santa altura"; que es sublime en su poder, según el Salmo 102, 19: "El Señor dispuso su asiento en el cielo"; que es estable en su eternidad, según el Salmo 101, 13:

"Mas Tú permaneces eternamente"; y también el [versículo] 28: "Y tus años no tienen fin".

Por lo cual se dice de Cristo en el Salmo 88, 30: "Su trono es como el día del cielo".

Y el filósofo enseña, en su tratado "Del cielo", que a causa de su incorruptibilidad todos han considerado que el cielo es el asiento de los espíritus.

21. --- Con las palabras "que estás en los cielos" se nos da confianza para orar, por tres motivos: por el poder de Aquel a quien se pide; por la familiaridad con El; y por la conveniencia de la petición.

a) El poder de Aquel a quien se pide es sugerido si por cielos entendemos los cielos materiales. Pues aunque no está El limitado por los cielos materiales, como se lee en Jeremías 23, 24: Yo lleno el cielo y la tierra; sin embargo se dice que El está en los cielos materiales para indicar dos cosas: tanto la virtud de su poder como la sublimidad de su naturaleza.

22. --- Lo primero es contra los que dicen que todo ocurre necesariamente por la determinación de los cuerpos celestiales: tanto que sería inútil pedirle algo a Dios por
la oración. Pero esto es una estulticia, porque si se dice que Dios está en los cielos es precisamente como Señor de los mismos cielos y de las estrellas, conforme al Salmo 102, 19: "El Señor en el cielo asentó su trono".

23. --- Lo segundo es contra aquellos que al orar idean e inventan imágenes corporales de Dios. Por eso se dice que está en los cielos para que por aquello que en las cosas sensibles es lo más elevado, se exprese que la divina sublimidad todo lo excede, aun los deseos y la comprensión de los hombres; de modo que todo lo que se pueda pensar o desear es menor que Dios. Por lo cual se
dice en Job 36, 26: "¡Qué grande es Dios, que sobrepuja a nuestra ciencia!"; en el Salmo 112, 4: "Excelso es el Señor sobre todas las gentes"; en Isaías 40, 18: "¿A quién habéis asemejado a Dios?".

24. --- b) La familiaridad con Dios se nos muestra si por 11cielos se toma a los Santos. En efecto, ya que algunos dijeron que El por su excelsitud no cuida de las cosas humanas, conviene saber que está muy cerca de nosotros, o más bien nos es íntimo, pues se dice que está en los cielos, esto es, en los Santos, a quienes se les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la
gloria de Dios"; y Jerem 14, 9: "Tú, Señor, estás con nosotros".

25. --- Esto produce confianza en los que oran, por dos motivos.

Primero por la proximidad de Dios, según el Salmo 144, 18: "Muy cerca está el Señor de todos los que lo invocan". Por lo cual nos dice en Mt 6, 6: "Mas tú, cuando vayas a orar entra en tu aposento", a saber, el del corazón.

Segundo, porque por la intercesión de los santos podemos obtener lo que pedimos, según Job 5, 1: "Dirígete a alguno de los Santos"; Sant 5, 16: "Orad los unos por los otros para que seáis salvos".

26. --- c) Diciendo "que El está en los cielos" la oración tiene idoneidad y conveniencia, si por cielos se entienden los bienes espirituales y eternos, en los cuales consiste la bienaventuranza, por dos razones.

Primeramente, porque con estas palabras se inflaman nuestros deseos por las cosas celestiales. En efecto, nuestros deseos deben tender a donde tenemos a nuestro Padre, porque allí es donde está nuestra heredad. Colos 3, 1: "Buscad las cosas que son de arriba". 1 Pedro 1, 4 nos habla de "la herencia inmarcesible" que nos está "reservada en los cielos".

En segundo lugar, porque esto nos convida a que 12nuestra vida sea celestial, a fin de que seamos conformes con el Padre Celestial, según 1 Cor 15, 48: "Como el celeste, así serán los celestes".

Y estas dos cosas ---el deseo de lo celestial y una vida celestial--- nos hacen idóneos para pedir, pues por ellas es digna la oración.


Primera Petición

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

27. --- Esta es la primera petición. En ella pedimos que su nombre se manifieste y se proclame por nosotros.

Ahora bien, el nombre de Dios es antes que nada admirable, porque en todas las criaturas opera maravillas. Por lo cual dice el Señor en Marc 16, 17: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, cogerán serpientes y aunque beban algo envenenado no les hará daño".

28. --- En segundo lugar es amable. Hechos 4, 12: "No se nos ha dado bajo el cielo otro nombre por el que debamos salvarnos".


Ahora bien, la salvación debe ser amada por todos. Ejemplo tenemos en San Ignacio, quien
amó tanto el nombre de Cristo, que habiéndole pedido [Emperador] Trajano que negara ese nombre, le respondió que no podría quitárselo de la boca; y como aquél lo amenazara con cortarle la cabeza y quitarle así a Cristo de su boca, respondió Ignacio: "Aunque me lo quites de la boca, nunca podrás arrancarlo de mi corazón: porque tengo escrito este nombre en mi corazón, y por lo mismo no puedo dejar de invocarlo".

Habiendo oído esto Trajano, y deseoso de compro- 13barlo, habiéndole cortado la cabeza al siervo de Dios, ordenó que se le extrajera el corazón, y se halló escrito en él con letras de oro el nombre de Cristo.


En efecto, había puesto ese nombre en su corazón como un sello.

29. --- En tercer lugar, es venerable. Dice el Apóstol en Fil 2, 10: "Que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los infiernos".

En el cielo: Ángeles y Santos.
En la tierra: los hombres de este mundo, que tal hacen o por el deseo de alcanzar la gloria o por temor al castigo del que huyen.

Y en los infiernos los condenados, que tal hacen por pavor.

30. --- En cuarto lugar, [el nombre de Dios] es inexplicable porque las lenguas todas no bastan para expresarlo [suficientemente].

Pero se trata de hacerlo con ayuda de las criaturas.

Y así [a Dios] se le llama roca, por razón de su fortaleza:
Mt 16. 18: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia".

También se le llama fuego, porque purifica: porque así como el fuego purifica los metales, así Dios purifica los corazones de los pecadores. Por lo cual dice el Deut 4,

24: "Tu Dios es un fuego devorador".
También luz, porque ilumina: así como la luz aclara las tinieblas, así el nombre de Dios disipa las tinieblas de nuestro entendimiento. Salmo 17, 29: "Dios mío, ilumina mis tinieblas".

31. --- Así es que pedimos que el nombre de Dios sea 14 manifestado, para que sea conocido y tenido por Santo.

La palabra Santo tiene tres significaciones.

Santo es lo mismo que inmutable. Y así a todos los bienaventurados que están en el cielo se les llama Santos porque son inquebrantables en la eterna felicidad.

32. --- En segundo lugar, Santo es lo mismo que no terreno. Por lo cual los Santos que están en el cielo no tienen ningún afecto terreno. Por lo que dice el Apóstol en Fil 3, 8: "Todas las cosas las tengo por inmundicias, por ganar a Cristo".

Con la palabra tierra se designa a los pecadores.

Primeramente por razón de lo que engendran. Porque así como la tierra, si no se cultiva, produce espinas y abrojos, así también el alma del pecador, si no es cultivada por la gracia, no da sino las espinas y los abrojos de los pecados: Gen 3, 18: "Espinas y abrojos te producirá".

En segundo lugar, por su oscuridad. En efecto, la tierra es oscura y opaca: y así también el [alma del] pecador es tenebrosa y opaca. Gen 1, 2: "Las tinieblas cubrían la superficie del abismo".

En tercer lugar, por razón de su condición. Porque la tierra es un elemento que se disgrega si no se lo impide la humedad del agua: porque Dios estableció la tierra sobre las aguas, según el Salmo 135, 6: "Sobre las aguas afirmó la tierra", porque con la humedad del agua se detiene la aridez o sequedad de la tierra. De manera semejante, el pecador tiene el alma seca y árida, según
el Salmo 142, 6: "Como tierra sin agua, mi alma sin Ti".

33. --- En tercer lugar, Santo significa también "teñido en 15sangre". Por eso a los Santos que están en el cielo se les llama Santos porque están teñidos en sangre, según el Apoc 7, 14: "Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus vestiduras en la sangre del cordero". Asimismo Ibíd. 1, 5: "Nos lavó de nuestros pecados con su sangre".

Segunda Petición


VENGA A NOS TU REINO

34. --- Como está dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos y pidamos rectamente.
Y primeramente causa en nosotros el temor por el que tratamos de que sea santificado el nombre de Dios.

Otro don es el don de piedad. La piedad es propiamente un afecto tierno y devoto al Padre, y también a todo hombre que se halle en la miseria.

Como Dios es ciertamente nuestro Padre, no solamente debemos reverenciarlo y temerlo, sino que también debemos tenerle un amor tierno y delicado. Y este afecto es el que nos hace pedir que venga el reino de Dios. Tit 2, 12-13: "Vivamos en este siglo con piedad y justicia, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la gloria del gran Dios".

35. --- Mas se podría preguntar: El reino de Dios siempre ha existido: ¿por qué pues pedimos que venga?

Debemos responder que esto puede entenderse de tres maneras.

A) En primer lugar porque algunas veces un rey 16tiene tan sólo el derecho del reino o del señorío; y sin embargo aún no se declara el dominio de ese mismo reino porque la gente del reino aún no se le sujeta. Luego su reinado o dominio se declarará cuando la gente del reino se le sujete.

Ahora bien, por sí mismo y por su naturaleza Dios es el Señor de todo. Dan 7, 14: "A Él se le dio el poder, el honor y el reino". Es necesario, por lo tanto, que todo le esté sometido. Pero esto no se ha realizado aún, sino que se realizará al fin del mundo. 1 Cor 15, 25: "Él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos a sus pies". Por lo cual pedimos y decimos: "Venga a nos tu reino".

36. --- Y esto lo pedimos en cuanto a tres cosas:que los pecadores se conviertan y sean salvados por la gracia de Dios; que los pecadores sean castigados en la vida presente para su conversión para que escapen el castigo eterno; que los pecadores contumaces en impenitencia final sean castigados; y la muerte destruida.

Porque los hombres están sometidos a Cristo de dos maneras: o voluntariamente, o a la fuerza. Como, en efecto, la voluntad de Dios es de tal manera eficaz que se tiene que cumplir totalmente y Dios quiere que todas las cosas se le sometan a Cristo, una de esas dos maneras será necesaria: o sea, que o el hombre haga la voluntad de Dios sometiéndose uno a sus mandatos, y esto es lo
que hacen los justos; o que Dios haga con todos su propia voluntad castigándolos, y esto hará con los pecadores y 17con sus enemigos. Lo cual será en el fin del mundo. Salmo 109, 1: cuando "ponga a tus enemigos de escabel de tus pies".


Por lo cual les es dado a los santos (los justos que viven en el estado de gracia santificante) el pedir que venga el reino de Dios, o sea, que se le sometan aquéllos totalmente.

Mas para los pecadores contumaces es algo horrible, porque el pedir que venga el reino de Dios no es sino que por voluntad de Dios se les someta a los suplicios. Amos 5, 18: "¡ Ay de los [pecadores] que ansían el día del Señor!".


Pero con esto se destruirá la muerte. En efecto, como Cristo es la vida, en su reino no puede existir la muerte, que es lo contrario de la vida. Por lo cual se dice en 1 Cor 15, 26: "El último enemigo en ser destruido será la muerte".

Y esto ocurrirá en la resurrección. Fil 3, 21: "Transformará nuestro vil cuerpo en un cuerpo semejante al suyo glorioso".

37. — B) En segundo lugar el reino de los cielos se llama gloria del paraíso. Ni es de admirar, porque reino no significa sino gobierno. Y se da el mejor gobierno donde nada hay contra la voluntad del gobernante. Ahora bien, la voluntad de Dios es la salvación de los hombres,

porque El quiere que [todos] los hombres se salven (cf. 1 Tim 2, 4). Y esto será principalmente en el paraíso, donde no habrá nada contrario a la salvación de los hombres.

Mt 13, 41: "Los ángeles quitarán de su reino todos los escándalos". Mas en este mundo hay muchas cosas contrarias a la salvación de los hombres. Así es que cuando pedimos "Venga a nos tu reino" oramos para ser 18partícipes del reino celestial y de la gloria del paraíso.

38. --- Y este reino es sobremanera deseable por tres motivos.

Primeramente por la soberana justicia que en él hay. Isaías 60, 21: "Tu pueblo: todos justos". Y si bien aquí los malos están mezclados con los buenos, allá no habrá ningún malo y ningún pecador.

39. — También por su perfectísima libertad. Pues aquí no existe la libertad, aunque todos naturalmente la desean; pero allá habrá libertad plena contra toda clase de esclavitud. Rom 8, 21: "La criatura misma será liberada [de la esclavitud] de la corrupción". Y no sólo serán todos
libres sino que también serán reyes: Apoc 5, 10: "Nos hiciste reyes para nuestro Dios".

La razón de ello es que todos tendrán la misma voluntad con Dios; y Dios querrá todo lo que los santos quieran, y éstos lo que Dios quiera: de modo que al hacerse la voluntad de Dios se hará la de ellos. Y por lo mismo todos reinarán, pues se hará la voluntad de todos, y el Señor será la corona de todos. Isaías 28, 5: "En aquel día el Señor de los ejércitos será corona de gloria y
diadema de gozo para el resto de su pueblo".

40. --- También por su maravillosa plenitud [de bienes]. Isaías 64, 4: "Ningún ojo ha visto, sino sólo Tú, oh Dios, lo que has preparado para los que te están aguardando".

Salmo 102, 5: "El es el que sacia con sus bienes tus deseos".

Y adviértase que el hombre hallará todo en solo Dios más excelentemente y más perfectamente que todo cuanto encuentre en el mundo. Si buscas el deleite, el supremo deleite encontrarás en Dios; si riquezas, en El 19 encontrarás toda la abundancia que da su razón de ser a las riquezas; y así en cuanto a lo demás. Dice San Agustín en sus Confesiones: "Cuando el alma fornica alejándose de ti, fuera de ti busca las cosas puras y límpidas que no encuentra sino cuando vuelve a ti".


41. --- C) El tercer motivo [de pedir a Dios que venga su reino] es que algunas veces reina en este mundo el pecado. Y esto ocurre cuando el hombre está de tal manera dispuesto que sigue inmediatamente y hasta el final su inclinación al pecado. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal"; sino que Dios debe reinar en tu corazón. Isaías 7, 7: "Sión, reinará tu Dios". Y esto ocurre cuando está presto a obedecer a Dios y a observar todos sus mandamientos.
Así es que cuando pedimos que venga el reino de Dios, pedimos que no reine en nosotros el pecado, sino Dios.

42. --- Por esta misma petición llegaremos a la bienaventuranza, de la que se dice en Mt 5, 4:
"Bienaventurados los mansos". En efecto, según la primera explicación [del "venga a nos tu reino"], por desear el hombre que Dios sea el Señor de todos, no se venga de la injuria que se le infiera, sino que se la deja a Dios. Porque si te vengaras, no desearías que viniese su reino.


Y según la segunda explicación, si esperas su reino, o sea, la gloria del paraíso, no debes preocuparte si pierdes los bienes de este mundo.

Asimismo según la tercera explicación, si pides que Dios reine en ti y su Cristo, como El fue mansísimo, también tú debes ser manso. Mt 11, 29: "Aprended de Mí que soy manso". Hebr 10, 34: "Con alegría aceptasteis el despojo de vuestros bienes". 20



Tercera Petición

HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA
COMO EN EL CIELO

43. --- El tercer don que produce en nosotros el Espíritu Santo se llama don de ciencia.
En efecto, el mismo Espíritu Santo no sólo produce en los buenos el don de temor y el don de piedad, que es, como ya se dijo, un delicado amor a Dios, sino que también hace sabio al hombre. Y esto lo pedía David en el Salmo 118, 66, diciendo: "Enséñame la bondad, la sabiduría y la ciencia".

Y esta es la ciencia por la que se vive rectamente y que el Espíritu Santo nos enseñó.

Entre las cosas relativas a la ciencia y a la sabiduría del hombre la más importante es la prudencia por la que el hombre no se fía en su propio sentir. Prov 3, 5: "No descanses en tu propia prudencia".

En efecto, los que presumen de su propio juicio, de modo que no dan crédito a los demás, sino sólo a sí mismos, siempre son tenidos y juzgados como insensatos. Proverbios 26, 12:

"¿Has visto a un hombre que se cree sabio? Habrá que esperar más de un insensato que de él".
En efecto, que el hombre no crea en su propio juicio procede de la humildad, porque donde hay humildad hay sabiduría, como se dice en Prov 11, 2. Los soberbios, en cambio, confían demasiado en sí mismos.

44. --- Así es que por el don de ciencia el Espíritu Santo nos enseña a no hacer nuestra voluntad sino la voluntad de Dios. Y así por este don le pedimos a Dios que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo. Y en esto se manifiesta el don de ciencia. 21

Así es que se le dice a Dios: "Hágase tu voluntad", como sí estuviese uno enfermo, y al aceptar algo del médico, no quiere exactamente sino lo que sea la prescripción del médico, pues si lo quisiera por su sola voluntad, necio sería. Nosotros, igualmente, nada debemos pedirle a Dios sino que haga de nosotros lo que sea su voluntad, o sea que se cumpla su voluntad en nosotros.

En efecto, el corazón del hombre es recto cuando concuerda con la voluntad divina.

Esto es lo que hizo Cristo: Juan 6, 38: "He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado". En efecto, Cristo en cuanto Dios tiene una misma voluntad
con el Padre; pero en cuanto hombre tiene voluntad distinta de la del Padre: y en cuanto a esta voluntad El declara que no hace su voluntad sino la del Padre. Y por esto nos enseña a orar y pedir: "Hágase tu voluntad".

45. --- Pero ¿qué es lo que se está diciendo? ¿Acaso no se dice en el Salmo 113, 3 que "hizo todo lo que quiso"?

Si [Dios] hace todo lo que quiere en el cielo y en la tierra, ¿qué significa esto otro que [Cristo] dice: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo"?

46. --- En cuanto a esto debemos saber que Dios quiere de nosotros tres cosas, y nosotros pedimos que éstas se cumplan.


A) Lo primero que Dios quiere para nosotros es que poseamos la vida eterna. En efecto, quien hace una cosa por algún fin, desea de ella aquello por lo que la hizo.

Ahora bien, Dios hizo al hombre, mas no para nada, porque, según se dice en el Salmo 88, 48, "¿Acaso creaste en vano a todos los hijos de los hombres?". Así es que para algo creó a los hombres; mas no para los placeres, porque también los animales los tienen, sino para que 22
posean la vida eterna. Luego el Señor quiere que el hombre posea la vida eterna.


47. --- Siempre que una cosa alcanza aquello para lo que fue hecha, se dice que se salva; mas cuando no lo alcanza se dice que esa cosa se pierde. Ahora bien, Dios hizo al hombre para la vida eterna. Así es que cuando el hombre consigue la vida eterna, se salva; y tal es la
voluntad de Dios: Juan 6, 40: "La voluntad de mi Padre que me ha enviado es que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, posea la vida eterna".

Esta voluntad ya se cumplió en los Ángeles y en los Santos que están en la patria, porque ven a Dios y lo conocen y gozan de El.

Pero nosotros deseamos que así como se ha realizado la voluntad de Dios en los bienaventurados que están en los cielos, también se realice en nosotros que estamos en la tierra. Y esto es lo que pedimos al orar así:

"Hágase tu voluntad" en nosotros que estamos en la tierra, así como se cumple en los santos que están en el cielo.


48. --- B) También es voluntad de Dios respecto a nosotros que guardemos sus mandamientos. En efecto, cuando alguien desea algo, no sólo quiere lo que desea, sino todas las cosas por las que alcanza aquello. Así el médico que desea que [el enfermo] obtenga la salud, quiere también la dieta, la medicina y lo demás de este género.

Ahora bien, Dios quiere que poseamos la vida eterna. Mt 19, 17: "Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos". Así es que El quiere que cumplamos los mandamientos. Rom 12, 1: "Que vuestra obediencia sea conforme a la razón", ib. 2: "para que 23distingáis cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta".

Es buena por ser útil: Isaías 48, 17: "Yo soy el Señor que te enseña lo que es provechoso".

Es del agrado de quien lo ama; y aunque no es agradable para los demás, sin embargo es deleitosa para el que ama. Salmo 96, 11: "La luz sale para el justo, y la alegría para los de recto corazón".

Es perfecta por ser honesta: Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
Así es que cuando decimos "Hágase tu voluntad", oramos por nuestro cumplimiento de los mandatos de Dios.


Ahora bien, esta voluntad de Dios se cumple en los justos, pero aún no en los pecadores. A los justos se les designa por el cielo; a los pecadores, por la tierra.

Así es que pedimos que se haga la voluntad de Dios "así en la tierra", o sea, en los pecadores, "como en el cielo", esto es, en los justos.

49. --- Mas debemos observar que por el modo de hablar se nos revela la doctrina. En efecto, no dice Haz, ni tampoco Hagamos, sino que dice: "Hágase tu voluntad", porque dos cosas son necesarias para la vida eterna, a saber, la gracia de Dios y la voluntad del hombre, pues
aunque Dios haya hecho al hombre sin el hombre, sin embargo no lo justifica sin él. San Agustín dice en su Comentario sobre San Juan: "Quien te creó sin ti no te justificará sin ti", porque El quiere que el hombre coopere. Zac 1, 3: "Convertios a mí y Yo me convertiré a
vosotros". Y el Apóstol, 1 Cor 15, 10: "Por la gracia de Dios 24 soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí".

Así es que no presumas de ti mismo, sino que confía en la gracia de Dios, ni tampoco te descuides sino que pon tu esfuerzo. Por lo cual no se dice "Que hagamos", para que no parezca que nada tiene que hacer la gracia de Dios; ni tampoco se dice "Haz", para que no parezca que nada tienen que hacer nuestra voluntad y nuestro esfuerzo; sino que se dice "Hágase" por la gracia de Dios, a la que se agrega nuestro cuidado y nuestro esfuerzo.