Bienaventurados los Perseguidos

 Bienaventurados los perseguidos


Domingo (Octavo Día)
"Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo" 
(Mt 5, 10 -12)

Las bienaventuranzas sólo se comprenden cuando uno tiene presente la meta eterna, cuando toda nuestra vida y todas nuestras acciones tienen en Dios, nuestro Padre, su razón de ser. Cuando esto es así, entonces podemos asumir las injusticias que todo hombre encuentra durante su vida y eso contemplando a Dios que nos da la fuerza necesaria de amar hasta nuestro enemigo.
¿Por qué se habla de las persecuciones recién en este momento? San Agustín tiene la respuesta: Una vez establecida y firmada interiormente la paz, aquel que ha de sufrir cualquier clase de persecuciones exteriores, de cualquier manera que sea atribulado exteriormente, dará mayor gloria a Dios (cfr. San Agustín, de sermone Domini,. 1, 2). Pero cuidado. Nos previene San Jerónimo: Jesús terminantemente añade: "Por la justicia". Muchos sufren persecución por sus culpas, pero éstos no son justos. A la vez téngase en cuenta que la octava bienaventuranza concluye con el martirio.
Ahora bien, hay que tener presente varias cosas importantes: No dijo Jesús, pues: "Bienaventurados los que padecen persecución de los gentiles", para que no creas que sólo es bienaventurado el que padece persecución por no adorar los ídolos. Y por lo tanto el que sufre persecución de los herejes por no abandonar la verdad, es bienaventurado puesto que padece por la justicia. 

Además, si alguno de los poderosos, aun los que parecen cristianos, te persiguiese cuando le reprendas por sus pecados, si éste te persigue serás bienaventurado con San Juan Bautista. Si bien es verdad que los profetas fueron mártires, aun cuando fueron muertos por los suyos, no dudes que todo aquél que padece algo por la causa de Dios, aun cuando sea por los suyos, obtiene el premio del martirio. Por esto no especifica la Escritura las personas de los perseguidores, sino solamente la causa de la persecución, para que no te fijes en quién es el que te persigue, sino por qué te persigue (cfr. Pseudo-Crosóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 9).
La octava bienaventuranza vuelve sobre la primera, porque la manifiesta y prueba consumada y perfecta. Así en la primera y en la octava es donde se nombra el Reino de los Cielos. Siete bienaventuranzas son las que perfeccionan, porque la octava clarifica y demuestra lo más perfecto, para que por estos grados se perfeccionen los demás, como se ofrecen en el principio (cfr. San Agustín, de sermone Domini, 1,3).

Bienaventurados los perseguidos

¿Por qué hay que alegrarse frente a los insultos y a las persecuciones? Parece una contradicción, lo de sentir alegría cuanto nos tratan mal o nos insultan, nos persiguen o nos calumnian. Cuando Dios mora en nuestro corazón y cuando dejamos que sea su Espíritu que guíe nuestras reacciones, entonces nada puede quitarnos la paz del Señor.
Como hijos de Dios en Jesucristo podemos vivir el día sin preocuparnos a pesar de las dificultades. Sabemos que Dios está presente, que caminamos de su mano. Aquel que no puede dormir en la noche por sus preocupaciones, a eso le falta la confianza, la fe en Dios: Dios dirigirá todo para bien. Por eso le pedimos todos los días que venga su reino y que se haga su voluntad. Y podemos alegrarnos porque, junto con Jesucristo, ayudamos siquiera un poco en la salvación de los hombres: “Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Y ¡exclamemos con San Pablo: "No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien"! E: Invoquemos a la Virgen María, la bienaventurada por excelencia, pidiendo la fuerza de buscar al Señor (Cf. Sofonías 2, 3) y de seguirle siempre, con alegría, por el camino de las Bienaventuranzas.

La Didajé ofrece a los catecúmenos unas sugerencias muy concretas: Bendecid a los que profieren maldiciones contra vosotros y orad por vuestros enemigos,  ayunad, sin embargo, por los que os persiguen. ¿Cuál es la gracia, pues, si amáis a los que os aman a vosotros (cf. Lc 6,32)? ¿Acaso no hacen esto también los paganos? Vosotros, pues, amad a los que os odian y no tendréis enemigo.  Aléjate de las pasiones carnales y corporales.  Si alguien te golpea en la mejilla derecha ofrécele (voltea hacia él) la otra (cf. Mt. 5, 39; Lc 6, 29) y serás perfecto (cf. Mt. 5, 48).  Si alguien te obliga (a caminar)  una milla, camina con él dos (cf. Mt. 5, 41). (La Doctrina de los Apóstoles para las Naciones 1. 3b-1.4).
Pidamos por intercesión de San Pablo que se haga realidad también entre nosotros su invitación a los Filipenses: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo” (Flp 2:5). E: Invoquemos a la Virgen María, la bienaventurada por excelencia, pidiendo la fuerza de buscar al Señor (Cf. Sofonías 2, 3) y de seguirle siempre, con alegría, por el camino de las Bienaventuranzas.


Bienaventurados los perseguidos