Sesión 3-Amarás al Señor tu Dios

P. Antonio Rivero
CURSO: Los 10 Mandamientos de la Ley de Dios


Primer Mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios y a Él solo adorarás” 

Analicemos el primer mandamiento “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. ¡Sólo Dios basta!

Se ha dicho que el hombre moderno ha matado a Dios y ahora no puede deshacerse de su cadáver (7) .

¿De verdad habrá hombres que no crean en Dios?

Encontré por ahí la oración del ateo, de Juan Arias:
Soy ateo y por tanto no puedo rezar a nadie, porque para mí no existe ese Alguien superior, distinto de mí, a quien poder dirigirme. Sin embargo, tengo que confesar que a veces siento fuerte la angustia de la soledad. A veces tengo necesidad de gritar a un Ser Supremo mi sed de no sé qué cosa infinita y de preguntarle tantos porqués que no tienen respuesta, pero sería como hablar al viento.

Sé, por lo tanto, que debo aceptar la realidad; deberé caminar en la oscuridad, tendré que renunciar a la respuesta definitiva a cuál es la razón de mi existencia. Me parecen locos los que dicen que creen, aunque a veces me sorprenden pensando si el loco no seré yo.

¡Dios, Dios, Dios! ¿Serás una hermosa invención de los poetas? ¿Serás el eco de cuantos se engañan para poder aferrarse a una esperanza? ¿Serás la proyección inconsciente de la necesidad humana de protección?

Claro que…también podrías ser la única realidad verdadera que da sentido a las cosas, a los acontecimientos, a la vida, al sufrimiento y a la muerte.

Pero…¿y si fueses sólo una ilusión humana que pretende divinizar lo que es sólo tierra? Yo, pues, gritaré mi oración al viento. Sí. Los creyentes se reirán diciendo que ese viento al que yo rezo se llama Dios.

Este primer mandamiento es una necesidad del hombre; necesidad de creer, esperar y amar.

Veremos estos puntos:
I. ¿Qué entraña este primer mandamiento?
II. ¿Qué cosas ofenden a Dios, tu Padre, en este primer mandamiento?
III. ¿Qué cosas le agradan?


I. ¿QUÉ ENTRAÑA ESTE PRIMER MANDAMIENTO?

1. La vivencia de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad

Entraña tres virtudes fundamentales que llamamos teologales: fe, esperanza y caridad.

El hombre es un ser que, así como necesita comer y dormir, también necesita creer en algo o en alguien superior que responda a sus interrogantes.

A lo largo de la historia de la humanidad podemos constatarlo. No ha existido ninguna cultura en la que las divinidades no se hagan presentes: Zeus, Júpiter, Osiris, Quetzalcóatl. El hombre es un ser religioso por naturaleza.

El primer mandamiento no lo inventó Dios cuando le entregó las tablas a Moisés. Está escrito en el corazón del hombre desde siempre. Dios puso esta necesidad en el hombre al crearlo a su imagen y semejanza y sabe que Él es la única respuesta. Por eso le da un mandato al hombre: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, no porque Dios necesite ser amado, sino porque el hombre necesita amar a Dios.

Todo tu día es un ejercicio de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

Creer en Dios y creer a Dios, tu Creador y Señor, Providencia amorosa. Creer con una fe firme, recia, luminosa, contagiosa, profunda y madura. Tu fe no debe ser débil, opaca, apagada, superficial e infantil. Con el paso de los años, además de crecer en edad y sabiduría, debes crecer en tu fe.

Confiar en Dios, porque Él nunca te falla, porque es tu Padre cariñoso y solícito, y te concede lo que necesitas para tu bien material y para tu alma. Confiar y esperar en Él a pesar de todo y contra toda esperanza. Dios tu Padre te lleva de la mano en el camino de la vida; unas veces te hace caminar por senderos luminosos y hermosos; otras veces, por senderos difíciles y no tan lindos (enfermedades, pruebas, golpes de la vida, etc.), pero no temas. Él va contigo. Lánzate a sus brazos. El timón de tu vida lo lleva Él.

Y sobre todo, amarlo. Con un amor personal, pues tanto Él como tú es una Persona. Con un amor real y operante, manifestado en obras. Dios te pide que le ames. No podía ser de otra manera, pues es tu Padre y tú eres su hijo.

Es conmovedor considerar cómo la ley de Dios comienza con lo más hermoso: con el amor. Otras religiones, tal vez inicien con el temor, el miedo. Nosotros, con el amor.

La gente por la calle se nos acerca y nos pide fuego, limosna, un empleo, una recomendación, la hora... Dios se acerca a los hombres para mendigar amor.

¡Qué hermoso y conmovedor! Dios te pide que le ames.

¿Por qué te mendiga amor? Porque es tu Padre Dios, que quiere establecer y entablar contigo una relación hermosa de padre a hijo. Quiere hacerte feliz, compartir su intimidad contigo. Y sólo es posible esto desde el amor.

Te pide amor porque Él te ha amado primero. Sólo así corresponderás a su amor.

Te pide amor porque “obras son amores”. Cristo lo dijo: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos”. Por tanto el que ama a Dios, estará ya cumpliendo todos los demás mandamientos.

Ahora bien, no se puede amar bien lo que se conoce mal. Y hay algunos que dicen que aman a Dios, pero no hacen el menor esfuerzo por conocerle a Él en la Biblia y conocer su voluntad, a través de los mandamientos.

¿Qué pensarías tú de un hijo que dijera que ama a su padre y a su madre y ni siquiera se molestara en leer las cartas que ellos le envían al hijo, en el caso de estar lejos el hijo?

Por eso para que puedas vivir el primer mandamiento primero tienes que conocerle a Dios:

1) A través de la lectura asidua, amorosa, ferviente de la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento. Ahí te sale Dios al paso de tu vida y te ilumina, te consuela, te fortalece, te orienta y te hace conocer su santa Voluntad. La Biblia es la carta que te ha escrito tu Padre Dios.

2) A través de la lectura del Catecismo de la Iglesia católica. Aquí encontrarás el resumen de tu fe, explicado de manera magistral, extensa y muy positiva. No olvides que la fe es el mayor tesoro que tienes, y vale más que la vida. El Catecismo ha sido el esfuerzo que ha hecho tu madre Iglesia para explicarte extensamente lo que es tu fe, cómo celebrarla, cómo vivirla y cómo rezarla.

3) A través de los sacramentos, sobre todo, de la Confesión y Eucaristía. Acércate a ellos para conocer el amor misericordioso de Dios en la Confesión al perdonarte todas tus caídas y desamor; y para saborear el Pan de vida eterna en la Eucaristía, en cada Misa.

Se trata, pues, de tener a Dios como el mayor valor de tu vida. En torno a Él debería girar tu día, tu trabajo, tu estudio, tu familia, tus cosas, tu noviazgo...Para ello, debes aumentar cada día tu fe en Dios, tu esperanza en Él. Y el amor brotará de los costados de tu existencia. ¡Haz la prueba!


2. El Culto

También este primer mandamiento abarca el culto, u homenaje interno o externo de respeto y amor que tributas a Dios, a los ángeles, a la Virgen, a los santos y a los beatos, a través de la oración o la devoción, y a través de un conjunto de ritos y celebraciones litúrgicas.

El cristiano ofrece este culto desde la oración personal o comunitaria, hasta la celebración de los sacramentos, por ejemplo, una Misa; también rezando el Santo Rosario, o yendo de peregrinación, o haciendo una adoración ante el Santísimo Sacramento del Altar; o rezando alguna novena a un santo o beato.

A Dios le damos el culto de adoración, pues sólo Él es Dios, Creador y Señor de todo. A María, el culto de especial veneración, por ser la Madre de Dios y reconociendo su especial protección como Madre tuya, pues te alcanza de Dios las gracias que más necesitas. Y a los santos (8) , el culto de veneración, por todas las grandes cosas que Dios ha hecho en ellos y a través de ellos.

Algo que me importa decirte aquí es lo siguiente: cuando tú pides algo a algún santo y se te concede, por ejemplo, un milagro, una gracia especial…el santo sólo intercedió por ti ante Dios, pero es Dios quien te ha concedido el favor. Por tanto, Dios es la fuente de todo don. Los santos son intercesores ante Dios de todos nosotros.

¡Qué bueno sería que te supieras aprovecharte de ellos, además de imitarles, sobre todo en aquellas virtudes que más practicaron durante su vida terrena! Por ejemplo, de san Francisco de Sales imita la mansedumbre y dulzura en tus reacciones y actitudes; de san Francisco de Asís, el espíritu de humildad; de santa Teresa de Ávila, el amor por la oración íntima y profunda con Dios; de santa María Goretti, la pureza de tu corazón y cuerpo; de san Tarsicio, la delicadeza y aprecio por la Eucaristía; de santa Teresita del Niño Jesús, la sencillez; de san Ignacio de Loyola, la obediencia a la Iglesia, a tus papás y superiores; de santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, el amor por los ancianos; de san Camilo de Lelis, el cuidado de los enfermos; de san Juan Bosco, el amor y la formación de los jóvenes, etc.

Déjame terminar este punto diciéndote dónde está el centro del culto del cristiano. ¿Sabrías?

Sí, en la Eucaristía. Y al decirte la Eucaristía te estoy hablando del admirable sacramento de la Eucaristía, donde Dios te da a comer el Cuerpo y la Sangre de su Hijo Jesucristo, para tu salvación; y donde se queda contigo en los Sagrarios de las iglesias para ser Amigo, Confidente y Consuelo en tu peregrinar por esta tierra hacia el cielo.

En la Eucaristía, especialmente en la celebración de la santa Misa, das a Dios el culto más hermoso, más satisfactorio, más meritorio, para honor del mismo Dios y para la salvación de la humanidad. Dado que en el tercer mandamiento hablaré de la santa Misa, no quiero extenderme en la importancia de la misma.

3. Cumplir este mandamiento, hasta el heroísmo
Por cumplir este primer mandamiento, ¡cuántos hermanos nuestros han dado su vida por Cristo como mártires!

Aquí te traigo un ejemplo maravilloso.

Justino, gran sabio del siglo II después de Cristo, había nacido en Samaría. El año 163 es arrestado en Roma, junto con muchos de sus alumnos.

Entre el juez, llamado Rústico, y Justino se entabla el diálogo siguiente:

- Justino, ¿qué doctrina enseñas?
- Toda mi vida he buscado la verdad; he estudiado la sabiduría de los orientales, de los griegos y de los romanos; finalmente he descubierto la verdadera sabiduría.
- ¿Y cuál es esta “verdadera” sabiduría?
- Es la de Jesús de Nazareth; Él nos libera de los ídolos inútiles, y nos conecta con el único Dios verdadero, Creador del universo.
- ¿Eres, pues, cristiano?
- Sí, soy cristiano; Y también son cristianos estos amigos míos; y estamos orgullosos de serlo.
- Acérquense aquí todos, para adorar a nuestros dioses; de otro modo, todos serán condenados a morir por ateos.
- No somos ateos; nosotros adoramos al Dios que es Espíritu, el Padre de Jesús de Nazaret; nadie que esté bien de su cabeza, abandona al Dios verdadero para volver a dioses falsos.

El juez dio la orden:
- ¡Que sean todos estos torturados!

Justino y los suyos le contestaron:
- Haz lo que tú quieras; nosotros somos cristianos, y tales permaneceremos de todas maneras; preferimos morir que adorar a tus falsos dioses.

Entonces el juez Rústico pronunció la sentencia: “Justino de Samaría y sus seguidores, por no querer adorar a los dioses, ni a nuestro emperador Marco Aurelio, que sean primero azotados y luego degollados”.

Así, Justino y sus compañeros cristianos sellaron con su propia sangre su fidelidad a Cristo.

¿Te hubieras tú atrevido a dar la sangre por defender tu fe en Dios y en Cristo? Amar a Dios de palabra es fácil; pero amarle, estando dispuesto a dar la vida por Él, es verdadero amor.


II. ¿CÓMO OFENDES A DIOS, TU PADRE?

Si Dios te mendiga amor, no hay nada que hiera este amor a Dios como:

1° El ateísmo, el no creer en Dios, ya sea el ateísmo teórico y programado, como fue el del comunismo; ya sea el ateísmo práctico, de quien dice creer en Dios, pero no reza, no viene a Misa, no se confiesa, y vive como si Dios no existiese.

2º El agnosticismo: es la posición que limita el conocimiento a la experiencia sensitiva o empírica verificable. Rechaza la posibilidad de conocimiento sobrenatural y por lo tanto, la posibilidad de saber si Dios existe. No es lo mismo que ateísmo, que negaba la existencia de Dios. El agnosticismo dice que no se puede saber si Dios existe o no; por eso, rechaza cualquier pronunciamiento a favor o en contra de su existencia.

3° La idolatría, es decir, el adorar a otros ídolos: dinero, confort, sexo, poder, ambición; o pequeñas idolatrías: coche, piso, comodidades, comidas, novia, novio, estudio, trabajo...

Cuenta la Biblia que en la ciudad de Babilonia un rey, llamado Nabucodonosor, mandó colocar en el medio de la plaza una estatua suya y dio la orden de que todos sus súbditos la adorasen (9) .

Tres jóvenes judíos, fieles a su Dios, se negaron a hacer lo que el rey mandaba, porque ellos sólo adoraban al Dios verdadero.

Enojado el rey, ordenó que fuesen arrojados a un horno encendido. Así lo hicieron. Cuando los soldados fueron a sacar sus cenizas, vieron que los tres jóvenes estaban sanos y salvos cantando y glorificando a Dios, que les había mandado un ángel para librarlos de las llamas.

A sólo Dios debes servir. Que te sirva de ejemplo lo que le pasó al duque de Gandía, hoy san Francisco de Borja.

El 1 de mayo de 1539 fallecía en la ciudad de Toledo, Isabel de Portugal, reina de España y emperatriz de Alemania, esposa del rey Carlos V y madre de Felipe II. El magistral lienzo de Tiziano refleja que la soberana era, sin lugar a dudas, una de las mujeres más bellas de su tiempo.

Uno de los cortesanos lloró de forma especial la muerte de su emperatriz. Era el caballero noble y gallardo marqués de Combau y duque de Gandía.

Más tarde aceptó gustoso acompañar el féretro desde Toledo hasta Granada. Antes de proceder a la inhumación, fue necesario certificar que efectivamente era la emperatriz la que estaba en el ataúd. Cuando el caballero descubrió el rostro putrefacto de Isabel experimentó una de las mayores impresiones de su vida: aquel rostro tan admirado antes, ahora desfigurado, era un espectáculo profundamente desagradable para contemplarlo. Esa es -se decía- la caducidad de la belleza de este mundo.

Trémulo de emoción exclamó: «¡Nunca más serviré a señor que se me pueda morir!».Y cumplió su palabra. Se convirtió en jesuita y la semilla de la inmensa labor apostólica del gran Francisco de Borja (1510-1572) aún sigue germinando después de cinco largos siglos de historia.

4° Las supersticiones: muchas de ellas no pasan de simples tonterías, pero tomadas en serio pueden suplantar a la religión, o, cuando menos, presentar una idea de Dios que poco tiene que ver con el Dios de la revelación. La superstición es una desviación del sentimiento religioso que suele hacer presa en las personas ignorantes o irreligiosas, desempeñando casi siempre un papel sustitutivo de la verdadera religión.

Hoy día, en algunas obras teatrales, canciones, espectáculos musicales y especialmente en la corriente del “heavy metal”, se utilizan símbolos y expresiones satánicas para despertar la violencia o crear estados de euforia, ansiedad o depresión. No te conviene ni escuchar, ni ver, ni asistir a este tipo de espectáculos, pues te dañan el equilibrio interior y pueden producirte desorientaciones o desviaciones en tu carácter y personalidad.

¿Te interesa conocer algunas supersticiones que te harán reír, pues son ridículas?

¿Cómo no recordar aquí a quienes toman en serio el número trece y tiemblan si han de sentarse en una mesa con trece comensales? ¿O los que se aterran ante la sal derramada?

¿O quienes se asustan si se abre un paraguas en casa o se pone un sombrero sobre la cama? ¿O los que creen que les ocurrirán desgracias si se visten de amarillo, si se les rompe un espejo, o dejan los zapatos unidos por los talones?

¿Qué pensar de los que tiemblan ante la idea de pasar bajo una escalera, o se imaginan todo tipo de desgracias si se les cruza un gato negro, de los que creen que les tocará la lotería si compran una capicúa (10) , de quienes tocan madera para evitar las desgracias, o llenan sus coches de rabos de conejos, cueros o colmillos de todo tipo de bichos?

Y no digamos de los que creen en las echadoras de cartas, de quienes hacen circular esas cadenas a las que atribuyen unas bendiciones especialísimas de Dios o de algún santo haciendo un determinado número de fotocopias que hay que enviar a los amigos, o dejar en los bancos de las iglesias, o creen en los juegos de la copa, o juegan con la ouija para invocar espíritus, etc...

Todas estas supersticiones son tonterías. E indican que tu fe en Dios está prendida con alfileres, que no es madura, que es superficial.

5° La tendencia de algunos a creer en milagrerías o a correr tras el maravillosismo. Porque hay cristianos que no toman en serio la Eucaristía o la Biblia, en donde Cristo y Dios están sin duda alguna, y, sin embargo, corren detrás de cualquier tipo de supuestas y con frecuencia falsas apariciones o aparentes milagros, aunque tengan que cruzar el océano.

6º Se producen hoy formas patológicas de religiosidad, como, por ejemplo, esas búsquedas de apariciones con mensajes del más allá y otras cosas por el estilo…que nada tienen que ver con la verdadera religiosidad y amor a Dios. Cuando no se tiene fuerte la fe y la confianza en un Dios vivo, entonces hay que desenterrar y dialogar con los muertos. Pero los muertos, muertos están.


Este primer mandamiento se quiebra también:

- Con la indiferencia religiosa, viviendo como si Dios no existiera.
- Viviendo obsesionado por las cosas materiales y temporales, olvidando a Dios.
- Dudando voluntariamente de Dios o de dogmas de tu fe, por falta de fe verdadera y de confianza en Él. ¿Cómo dudar de Dios, si de Él venimos y a Él vamos, si Él nos cuida y vela sobre nosotros, y busca nuestro bien siempre?
- Abusando de la misericordia de Dios para cometer más pecados: “Total, Dios es tan bueno que me los perdonará”.
- Callando voluntariamente pecados graves en la confesión, por vergüenza. Esto sería un sacrilegio, pues tratas indignamente este sacramento para mentir al sacerdote. Ya sabes que a Dios no le puedes engañar. Además te estás engañando a ti mismo.
- Comulgando conscientemente con pecados graves, mortales. A esto llamamos también sacrilegio.


III. ¿QUÉ COSAS LE AGRADARÍAN A DIOS PADRE?

Es tan rico el primer mandamiento de la Ley de Dios que también abarca estos dos aspectos: la oración y el sacrificio.

1. La oración
¿Tú rezas? ¿Sabes rezar? ¿Sabes por qué debes rezar?

Rezar debería ser el respirar de todo cristiano. Si no respiras, ¿qué te pasa? ¡Te mueres! Rezar es “el impulso de corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor a Dios tanto en medio de la prueba como en la alegría”. Así lo describió santa Teresita del Niño Jesús.

La oración es, además, la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes. ¿No necesitas cosas? ¿A quién mejor, que a Dios, para pedirle lo que tu corazón anhela? Eso también es oración.

Pero la oración es sobre todo reconocimiento de la grandeza y bondad de Dios, alabanza y honor, agradecimiento profundo por cuantos dones nos concede día a día el Señor: el don de la existencia, de la vida, de la fe, de la salud, de la creación, y de muchos más. Tú mismo haz un recuento de cuántas cosas tienes que agradecer a Dios diariamente. ¡Te asombrarás!

A la oración debes ir también para pedirle perdón por tu ingratitud y tu falta de cariño y de aprecio a este buen Padre Dios, por tus infidelidades, por tus mentiras y esas cosas feas, que a veces, consciente o inconscientemente, cometes.

Para eso debes orar: para adorar y alabar a Dios, para agradecer, para pedirle gracias que necesitas y para implorarle perdón.

Y debes rezar al levantarte, santiguándote y rezando un padrenuestro. Y deberías rezar antes de las comidas, y cuando sales a tu trabajo o antes de tus clases en la universidad, o al iniciar tu estudio personal en las tardes. Deberías rezar para encomendar tu examen, sí, pero también, para dar gracias por tu examen. Y no te vayas a acostar sin acordarte de Dios y rezarle alguna de esas oraciones hermosas que tenemos: el padrenuestro, el avemaría, el gloria, o el credo. O alguna de esas bellas oraciones a la Virgen que aprendiste cuando eras niño: “Bendita sea tu pureza”, o la oración a tu ángel de la guarda.

Es necesario que reces, pues así conocerás cada día más a Dios; y del conocimiento brotará en tu corazón el anhelo de amarlo. Y con la oración frecuente te harás amigo íntimo de Dios y ya la oración será para ti una necesidad interior, sin la cual no puedes vivir.

Es necesario que reces, para afrontar todas las luchas y contrariedades de la vida, pues no todo te será fácil, tú lo sabes. La oración te dará fuerzas y músculo espiritual para vencer el desaliento, la tristeza y la tentación.

Y para rezar y orar tienes la Biblia, especialmente los Santos Evangelios. Léelos despacio, y medítalos, sacando las lecciones que te da Jesús, o viendo los personajes de la escena, para ver qué te dicen y aprendiendo de ellos.

También, te servirá para rezar contemplar la naturaleza, o el crucifijo, o repasar las cosas buenas que te suceden, e incluso, lleva a la oración y dialoga con Dios acerca de los fracasos que has tenido y de las cosas que no te gustan, y Dios te iluminará y te consolará.

Pero, ¿cómo debes rezar?

Te referiré esta anécdota.

Un aprendiz de oración caminaba por el desierto completamente confundido. Había frecuentado el contacto con diversos maestros y ya había pertenecido a un buen número de escuelas. Cada una defendía cosas distintas y el aprendiz ya no sabía qué era lo más importante en la oración. Decidió que lo único que le quedaba por hacer en su confusión era dirigirse a Dios.

- ¡Señor, ilumíname! -dijo suplicante- Unos me dijeron "No pienses en nada y repite letanías sin interrupción... verás que sentirás la liberación interior"...
- ¿Y lo hiciste? -le dijo Dios.
- Sí, Señor, lo hice durante meses hasta que se me secó la boca y tuve que abandonar esa escuela.
- ¿No encontraste ninguna otra? -preguntó Dios, interesándose.
- ¡Oh, sí, Señor, muchas más! Fui a otra donde me dijeron: "Tranquilízate, haz vacío en tu interior y encontrarás a Dios", pero en el vacío sólo estaba yo mismo y como te buscaba a ti y no a mí, comencé a dudar también de esa escuela...
- Bueno, quizás haya otras...
- Sí, sí Señor, no creas que ésta fue la última. Visité muchas más; aprendí una gama enorme de posiciones para orar, y me hice experto en posiciones, pero no en oración... y así recorrí otras tantas pero aún no sé qué hacer para orar. He llegado a convencerme de que no puedo orar y vengo a decirte que ya no me lo pidas más en mi interior.
- ¿No te di yo boca y oídos? -susurró Dios suavemente
- Sí, Señor... -dijo el principiante, que no esperaba este interrogante. Pero dime de una vez, Señor mío; qué es más importante ¿escuchar o hablar?
- ¿Cuántas bocas te di?
- Una.
- Y ¿oídos?
- Dos.
- Entonces, ya lo sabes...

Orar es hablar con Dios, pero lo más importante en esa conversación es la escucha... Si quieres unirte con Dios; escucha su Palabra, dialoga... y vuelve a escuchar.

¡Ves qué maravilla es la oración! No la dejes nunca por nada. La oración da brillo a tus ojos, chispa a tu inteligencia, ardor a tu corazón, fuerza a tu voluntad, nobleza a tus sentimientos, control a tu imaginación, purificación de tu memoria, cauce a tus pasiones, sensatez y sinceridad a tus palabras, claridad y peso a tus razonamientos. Y sobre todo, la oración te transforma interiormente y te hace querer lo que Dios quiere, y no querer lo que Dios no quiere.

¿Cómo has de orar? 
Yo aprendí de chico que las cualidades para una buena oración son éstas: orar con atención, humildad, confianza y perseverancia. Ponlas en práctica y verás que dan resultado.

- Reza con atención, sin distraerte tanto. Escoge el mejor momento del día, cuando estás más sereno y despejado.

- Reza con humildad, sabiendo que al humilde Dios le da sus gracias y bendiciones. No seas arrogante y exijas a Dios tus cosas, casi amenazándolo.

- Reza con confianza, pues es tu Padre Dios, que te quiere y te conoce.

- Reza con perseverancia, todos los días, sin desistir. Dios no está obligado a darte hoy lo que le pides hoy. Insiste y lograrás que Dios te escuche.


2. El sacrificio
Me falta hablarte ahora del sacrificio, ¿no es cierto? Es algo que también le agrada mucho a Dios, si se lo ofreces con amor, además de la oración.

Esta palabra no es bien entendida hoy día. Es más, se quiere suprimir del vocabulario. Ante tanto bombardeo del consumismo y hedonismo, que te invita al disfrute sin límite…la palabra sacrificio parecería un atentado a tu felicidad y placer.

Y sin embargo, el sacrificio es una realidad bella en sí misma. Dice el Catecismo de la Iglesia católica que el sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a Dios en santa compañía y ser verdaderamente felices.

Hay sacrificios exteriores e interiores. Te doy unos ejemplos y tú mismo discierne qué sacrificios son exteriores y cuáles interiores o espirituales.

Por ejemplo, el sacrificio de levantarte temprano para llegar puntual a tu trabajo o a tu facultad; el sacrificio de estudiar; el sacrificio de no quejarte cuando algo te fastidia y molesta; el sacrificio de comer la comida que te preparó tu madre y que no te gusta; el sacrificio de visitar a alguien que te hizo algún mal; el sacrificio de controlarte en la bebida o en el tabaco; el sacrificio de ofrecer tu enfermedad con paciencia; el sacrificio de obedecer a tus papás, a tus maestros, a las autoridades; el sacrificio de controlarte en el juego para no decir palabrotas y dominarte.

Y como éstos, hay miles de sacrificios que puedes ofrecer a Dios en señal de adoración y gratitud, de súplica y de comunión con Él. Pregunta a tu madre cuántos sacrificios tuvo que hacer cuando tú eras pequeñín, al desvivirse por ti, cuidarte día y noche. Pregunta a tu mismo padre, cuánto sacrificio le supone llevar adelante económicamente tu familia. Y tú, ni cuenta te das. El sacrificio es moneda para comprar tantas y tantas bendiciones de Dios.

De ordinario el sacrificio cuesta a tu naturaleza humana, que tiende a lo fácil, a lo placentero, a quitar cuanto cuesta. Y porque cuesta, tiene su mérito. Los grandes santos hicieron en vida muchos sacrificios por amor a Dios, y todo esto les engrandeció, les hizo agradables a Dios y Dios les bendijo con muchos favores y gracias.

No tengas miedo al sacrificio. Mira a Cristo que en cada misa ofrece el sacrificio de sí mismo por ti y por la humanidad para darnos la salvación y para dar gloria a su Padre Dios. Y durante su vida, cuántos sacrificios tuvo que ofrecer: nacer en una cueva de animales, ser ignorado en su pueblo, pasar treinta largos años escondido en Nazaret, soportar las críticas que le decían algunos fariseos. Conoces también cómo sufrió en la pasión: golpes, azotes, corona de espinas, bofetadas, escupitajos, clavado en una cruz. Todo este sufrimiento, Cristo lo ofreció a su Padre por ti, por tus pecados, para que seas feliz y para enseñarte a ofrecer tu sufrimiento.

No desprecies, pues, el sacrificio. Tienes madera para soportar eso y más. Y si lo haces por Dios, mucho mejor.

No olvides esto.

Nadie alcanza la meta con un solo intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanza altura con un solo vuelo. Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces...nadie recoge cosecha sin probar muchos sabores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra. Nadie mira la vida sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la tempestad, ni llega a puerto sin remar muchas veces.

Nadie siente el amor sin probar sus lágrimas, ni recoge rosas sin sentir sus espinas. Nadie hace obras sin martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo. ¡Ni se hace hombre sin sentir a Dios! Nadie llega a la otra orilla sin haber ido haciendo puentes para pasar. Nadie deja el alma lustrosa sin el pulimento diario de Dios. Nadie puede juzgar sin conocer primero su propia debilidad.

Nadie consigue su ideal sin haber pensado muchas veces que perseguía un imposible. Nadie conoce la oportunidad hasta que ésta pasa por su lado y la deja ir. Nadie encuentra el pozo de DIOS hasta caminar por la sed del desierto. Pero nadie deja de llegar, cuando se tiene la claridad de un don, el crecimiento de su voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso de DIOS. Nadie deja de arder con fuego dentro… Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone. Si sacas todo lo que tienes y estás con DIOS...¡Vas a llegar!

Te invito a tomar conciencia de este primer mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.

¡Qué hermoso poder amar a Dios, corresponder a tanto amor que Él te tiene! Y también, ¡qué hermoso es sufrir por amor a Dios!

El sacrificio tiene valor delante de Dios por el amor. El sacrificio como puro sacrificio no vale nada. Los condenados sufren, y ¿qué se ganan? Los mundanos sufren, y ¿de qué les sirve?

Aquí en el mundo, cuando manda Dios una prueba de esas dolorosas, la gracia hace que se abran los ojos, que se comprendan las cosas divinas, que se emprenda un nuevo camino, ciertamente; pero el amor es el que hermosea el sacrificio: el sacrificio, como tal, no es una cosa ni hermosa ni fecunda; el amor es el que lo hermosea y el que lo fecunda.

Para que las almas puedan con sus sacrificios hacer bien a los demás, necesitan amar.

“Amor con amor se paga”.


Resumen sacado del Catecismo de la Iglesia católica

2133 ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas’ (Deuteronomio 6, 59).

2134 El primer mandamiento llama al hombre para que crea en Dios, espere en El y lo ame sobre todas las cosas.

2135 ‘Al Señor tu Dios adorarás’ (Mt 4, 10). Adorar a Dios, orar a El, ofrecerle el culto que le corresponde, cumplir las promesas y los votos que se le han hecho, son todos ellos actos de la virtud de la religión que constituyen la obediencia al primer mandamiento.

2136 El deber de dar a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente considerado.

2137 El hombre debe ‘poder profesar libremente la religión en público y en privado’ (Concilio Vaticano II, Declaración “Dignitatis Humanae 15).

2138 La superstición es una desviación del culto que debemos al verdadero Dios, la cual conduce a la idolatría y a distintas formas de adivinación y de magia.”

2139 La acción de tentar a Dios de palabra o de obra, el sacrilegio y la simonía son pecados de irreligión, prohibidos por el primer mandamiento.

2140 El ateísmo, en cuanto niega o rechaza la existencia de Dios, es un pecado contra el primer mandamiento.

2141 El culto de las imágenes sagradas está fundado en el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios. No es contrario al primer mandamiento.


Del Compendio del Catecismo de la Iglesia católica

442. ¿Qué implica la afirmación de Dios “Yo soy el Señor tu Dios”(Ex.20,20)?
La afirmación “Yo soy el Señor tu Dios implica para el fiel guardar y poner en práctica las tres virtudes teologales, y evitar los pecados que se oponen a ellas. La fe cree en Dios y rechaza todo lo que le es contrario, como, por ejemplo, la duda voluntaria, la incredulidad, la herejía, la apostasía y el cisma. La esperanza aguarda confiadamente la bienaventurada visión de Dios y su ayuda, evitando la desesperación y la presunción. La caridad ama a Dios sobre todas las cosas y rechaza la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza o indolencia espiritual y el odio a Dios, que nace del orgullo.

443. ¿Qué comporta la Palabra del Señor: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo darás culto”?
Las palabras “adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo darás culto” suponen adorar a Dios como Señor de todo cuanto existe; rendirle el culto debido individual y comunitariamente; rezarle con expresiones de alabanza, de acción de gracias y de súplica; ofrecerle sacrificios, sobre todo el espiritual de nuestra vida, unido al sacrificio perfecto de Cristo; mantener las promesas y votos que se le hacen.

444. ¿Cómo ejerce el hombre su derecho a rendir culto a Dios en verdad y en libertad?
Todo hombre tiene el derecho y el deber moral de buscar la verdad, especialmente en lo que se refiere a Dios y a la Iglesia, y, una vez conocida, de abrazarla y guardarla fielmente, rindiendo a Dios un culto auténtico. Al mismo tiempo, la dignidad de la persona humana requiere que, en materia religiosa, nadie sea forzado a obrar contra conciencia, ni impedido a actuar de acuerdo con la propia conciencia, tanto pública como privadamente, en forma individual o asociada, dentro de los justos límites del orden público.

445. ¿Qué es lo que Dios prohíbe cuando manda: “No tendrás otro Dios fuera de mí” (Ex.20,2)?
Con el mandamiento “No tendrás otro Dios fuera de mí” se prohíbe: el politeísmo y la idolatría, que diviniza a una criatura, el poder, el dinero, incluso al demonio. La superstición, que es una desviación del culto debido al Dios verdadero, y que se expresa también bajo las formas de adivinación, magia, brujería y espiritismo. La irreligión, que se manifiesta en tentar a Dios con palabras o hechos; en el sacrilegio, que profana a las personas y a las cosas sagradas, sobre todo la Eucaristía; en la simonía, que intenta comprar o vender realidades espirituales. El ateísmo, que rechaza la existencia de Dios, apoyándose frecuentemente en una falsa concepción de la autonomía humana. El agnosticismo, según el cual, nada se puede saber sobre Dios, y que abarca el indiferentismo y el ateísmo práctico.

446. El mandato de Dios: “No te harás escultura alguno...” (Ex.20,3), ¿prohíbe el culto a las imágenes?
En el Antiguo Testamento, el mandato “no te harás escultura alguna” prohíbe representar a Dios, absolutamente trascendente. A partir de la encarnación del Verbo, el culto cristiano a las sagradas imágenes está justificado (como afirma el II Concilio de Nicea del año 787), porque se fundamenta en el Misterio del Hijo de Dios hecho hombre, en el cual, el Dios trascendente se hace visible. No se trata de una adoración de la imagen, sino de una veneración de quien en ella se representa: Cristo, la Virgen, los ángeles y los santos.

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Te recomiendo que no dejes de leer:

LECTURA: Del Catecismo de la Iglesia católica, la última parte, sobre la oración

CAPITULO TERCERO: LA VIDA DE ORACION

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(7) Es una frase de José María Cabodevilla en su libro “El cielo en palabras terrenas”.

(8) Hay mucha gente que, por falta de formación o información, afirma que los católicos somos politeístas porque adoramos a la Virgen y a los santos. Esto es un error, pues hay que distinguir lo que te he explicado: a Dios le damos el culto de adoración, y a los santos, el culto de veneración, pues nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Otros dicen que adoramos ídolos por tener imágenes religiosas. También están equivocados, pues a las imágenes las tratamos como lo que son, imágenes, con el mismo respeto que trataríamos una fotografía de nuestros padres o de un amigo querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que ésta representa.

(9) Lo puedes leer en el profeta Daniel, capítulo 3.

(10) Capicúa: número que es igual leído de izquierda a derecha que de derecha a izquierda; por ejemplo, 1331. En el juego del dominó, modo de ganar con una ficha que puede colocarse en cualquiera de los dos extremos.

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TEMAS DE RESPUESTA

1. ¿Conoces a fondo tu fe católica? ¿Dónde debes ir a profundizar en tu fe católica?
2. ¿Cuáles son los ídolos a quienes algunos hoy adoran, en vez de adorar a Dios?
3. ¿Puede un cristiano participar en sesiones de espiritismo, consultar a adivinos, participar en el juego de la copa?