Origen de la misa católica ¿es la liturgia pagana?

Fuente: apologia21.com

En este artículo se verá el origen de la liturgia católica y el sentido de la misa para rebatir a los ue afirman que el rito litúrgico no es consustancial al cristianismo, sino una elaboración de corte pagano que apareció siglos más tarde por influencia de los ritos romanos y babilónicos.
Origen de la misa católica
Se afirma que Constantino diseñó la liturgia de la Iglesia de modo que las misas católicas, ortodoxas, anglicanas y episcopalianas (y en menor medida también las luteranas) serían esencialmente rituales paganos.
Un típico argumento contra la liturgia es decir que en el libro de Hechos, con la Iglesia naciente, no vemos a los cristianos celebrar una misa ritual.

Sin embargo, no podemos olvidar que Lucas no muestra mucho interés por describir cómo eran las reuniones dominicales y casi nada dice de cómo se desarrollaban más allá de que se reunían los domingos para alabar a Dios y partir el pan, pero ¿cómo lo hacían?.

Ciertamente había en ellas mucho más de lo que se narra, evidentemente, pero en cualquier caso en los primeros años de expansión del evangelio la prioridad es transmitir la doctrina, pregonar la buena nueva y bautizar, y eso es en lo que Lucas se centra.

Para organizar una comunidad primero hay que crearla, y Hechos ni siquiera cubre toda la era apostólica sino solo menos de la mitad, los primeros 30 años de la predicación o menos, o sea, las comunidades cristianas están aún en pleno proceso de creación, todavía no están ni mucho menos consolidadas.

Juan, sin embargo, escribe después de Lucas y vemos en él una evolución de esa Iglesia primitiva hacia formas más consolidadas, así que es normal encontrar en él (junto con Pablo) nuestras principales referencias bíblicas.

Por último bucearemos también en las fuentes históricas para ver qué podemos averiguar sobre cómo los cristianos primitivos desarrollaban esas reuniones dominicales de las que casi nada se nos dice en la Biblia.
EL LIBRO DE HECHOS DE LOS APÓSTOLES
La Iglesia primitivaEl error de muchas denominaciones protestantes es, al menos en teoría, querer imitar a esas nacientes asambleas cristianas que vemos en Hechos como si ése fuera el ideal definitivo al que aspirar, cuando en realidad ésa sólo es la fase de nacimiento y no el estado final.

Por otro lado esto es muy comprensible por su parte, pues la doctrina de la Sola Scriptura les limita a pensar que como todo lo que un cristiano debe saber está en la Biblia y solo en ella, entonces lo que la Biblia narra sobre la Iglesia probablemente sea también el punto final sobre ella.

Eso nos llevaría a pensar que las comunidades de la Iglesia mártir de la época de las persecuciones, años 62-313, supondrían una degeneración moral y doctrinal comparada con las de los años 30-60, en lugar de ser, como son, la época dorada de la Iglesia.

La Iglesia primitiva de las persecuciones tiene una doctrina y una organización mucho mejor conocida y mucho más parecida a la católica actual, mientras que la Iglesia naciente de Hechos es un maravilloso y emocionante caos comparable al de un bebé, que despierta todo el cariño y el amor del mundo, pero que todos esperan de él que se desarrolle, aprenda, madure y llegue a adulto algún día. La revelación quedó cerrada a finales del siglo uno, pero la labor del Espíritu Santo no, y la Iglesia, bajo el Espíritu siguió madurando. Sigue madurando.
Según esta imagen podríamos decir que la Iglesia naciente es el bebé, la Iglesia primitiva es el niño-adolescente, y la Iglesia adulta aquella que se consolida, ya en libertad, en los siglos IV y V.
A partir de ahí el objetivo es mantener lo alcanzado sin por ello dejar de adaptarse a los tiempos cambiantes que van llegando y al igual que el ser humano, hacerse cada vez mejor y más sabios.

La liturgia pasa por esas mismas tres fases, su esencia se define en la etapa naciente (apostólica), se consolida en la etapa primitiva, y a partir de ahí evoluciona y se adapta, pero sin salirse nunca de esa esencia original. Lo que queremos demostrar aquí es que la liturgia formó parte de la Iglesia desde sus orígenes, no fue algo que se añadió en una fase posterior como muchos protestantes y ateos afirman.
Cuando Lucas habla de las reuniones de los cristianos casi se limita a señalar que se reunían cada domingo “para partir el pan”, lo cual seguimos haciendo los católicos en cada misa y no aquellos que critican la liturgia por pagana.

Sin embargo, más abajo veremos cómo en las cartas de Pablo, de la misma época, encontramos ya indicios de que se estaban empezando a sentar las bases de una liturgia que se irá desarrollando con gran rapidez.
Es sobre todo cuando las comunidades cristianas primitivas se consolidan, cuando surge en ellas más claramente la necesidad y el deseo de organizarse y decidir cuál es la mejor manera de alabar a Dios y participar de sus bendiciones y el modelo que tenían los apóstoles era el del Templo de Jerusalén y la liturgia de las sinagogas, así que no es de extrañar que ese modelo (y no el pagano) sirviera de base para el desarrollo de los ritos específicamente cristianos que según veremos, se desarrollaron plenamente, en su esencia, durante la segunda mitad del siglo primero, justo después de la época descrita en Hechos, pero aún dentro de la era apostólica.
Posteriormente la liturgia cristiana se diversificó y evolucionó, pero siempre permaneció fiel a los elementos y estructura esenciales establecidos en esos primeros años.

Y para quienes se conforman con buscar la información exclusivamente en la Biblia, en este caso en el libro de Hechos, recordemos que ese libro empieza hablando un poco de Pedro, pero enseguida se centra casi por completo en la figura de Pablo y casi nada nos cuenta ya de lo que hacían o decidían los 11 apóstoles restantes. Así que es mucho más lo que deja en la oscuridad que lo que saca a la luz sobre esa Iglesia primigenia.

Para hacernos una idea: salvo Pedro y Pablo, Juan solo es mencionado tres veces; de Santiago el Mayor solo se nos cuenta que fué ejecutado por Herodes y el resto de apóstoles sólo son enumerados al principio, sin que nada de ellos se nos cuente.
LA SINAGOGA
Jesús predicando en la sinagoga
Jesús predicando en la sinagoga (Lucas 4:16-30)
Ya en algunas de las epístolas neotestamentarias vemos cómo las primeras iglesias locales empiezan a mostrar ésa necesidad de organizarse y organizar sus ritos. Y los apóstoles empiezan a tomar decisiones sobre esos temas, como la creación de diáconos, presbíteros y obispos o el dictado de reglas y normas de comportamiento en situaciones y casos concretos, incluidas las reuniones dominicales.
Y eso aunque además de encontrarse en fase de creación, como hemos visto, hay otro factor importante que ayuda a entender por qué los primerísimos cristianos no muestran tanta necesidad de una liturgia cristiana: Al mismo tiempo que se reunían los domingos para partir el pan, muchos seguían asistiendo a la liturgia de las sinagogas

Ellos se veían a sí mismos como judíos que habían reconocido en Jesús al mesías esperado y por tanto al principio siguieron participando en el culto judío, al menos los judeocristianos, que en estos primeros años eran la gran mayoría.
Aún no se veían los cristianos como una religión nueva, sino como un nuevo paso adelante dentro del judaísmo.
Por eso en un principio los cristianos cumplen la mayoría de los preceptos y ritos judíos (incluida la circuncisión, rechazo de alimentos “impuros”, rituales, etc.)
Y es a lo largo del siglo primero, cuando los elementos judíos irán disminuyendo al tiempo que nuevos elementos más específicamente cristianos van surgiendo y consolidándose para ocupar su lugar.
En Hechos vemos cómo los apóstoles frecuentaban el Templo y también las sinagogas (como había hecho el mismo Jesús).
El mismo Pablo solía acudir a las sinagogas y allí predicaba, era allí donde hacía la mayor parte de sus conversiones, por ejemplo:
Desde Perge continuaron su viaje hasta llegar a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. (Hechos 13:14)
Todos los sábados, intervenía Pablo en la sinagoga e intentaba convencer tanto a judíos como a no judíos*.(Hechos 18:4)   (*los “no judíos” eran los llamados “temerosos de Dios”, gentiles que no se circuncidaban ni acataban las leyes de Moisés pero que asumían las creencias monoteístas judías)
Los sabáticos (adventistas y bautistas del séptimo día) utilizan este mismo argumento para apoyar su idea de que los primeros cristianos mantenían el sabbat igual que los judíos, y por ello nuestro día sagrado debería seguir siendo el sábado y no el domingo. Sobre ésto existen argumentos bíblicos e históricos que prueban que los cristianos, desde el principio, pasaron a celebrar el domingo, cuando se reunían para “partir el pan”, que fue la primera ceremonia propiamente cristiana que se instauró al principio del todo.
Pablo predicando en la sinagoga de Antioquía
Pablo predicando en la sinagoga de Antioquía
Pero ante ese argumento sabático, es comprensible que muchos protestantes se nieguen a admitir la idea de que los primeros cristianos seguían asistiendo a la sinagoga.
Ellos dicen que es cierto que Pablo asistía a la sinagoga pero que no participaba en la liturgia, que solo iba allí a predicar. Poco creíble, eso es algo que los judíos de esa época no habrían permitido.
Ciertamente no se nos describe qué hacía Pablo en la sinagoga, además de predicar, pero sí podemos deducirlo.
En esas dos citas que hemos puesto de ejemplo (hay más) vemos que entraron en la sinagoga y se sentaron; no que entraron y se pusieron a predicar sin más. Y también se nos dice que intentaban convencer a todo el mundo pero mientras, intervenía Pablo en la sinagoga.
Intervenir significa participar desde dentro, tomar turno, no irrumpir desde fuera. Lo que hacía Pablo era aprovechar una parte de la liturgia de la sinagoga en la cual un feligrés podía leer un fragmento bíblico y comentarlo, tal como vemos a Jesús hacer en Lucas 4:16-30.
Así que sus predicaciones se hacían dentro de la liturgia sinagogal, intentando convencer a los judíos de que para ser un buen judío había que aceptar a Jesús como el Cristo (el Mesías) y no instándoles a abandonar su religión para pasarse al cristianismo como si fuesen dos religiones distintas (como luego sí serían).
Si Pablo hubiera acudido a las sinagogas y se hubiera colado solo al final para predicar (actuando como un intruso) o si hubiera asistido a la liturgia pero sin participar en ella (mostrando así su rechazo público a la liturgia judía) o si en sus discursos les hubiera animado a abandonar su religión por una nueva, bien sabemos que Pablo nunca hubiera tenido la oportunidad, como dice la cita, de intervenir en la sinagoga todos los sábados; le habrían expulsado y tal vez apedreado desde el primer día, como con el tiempo acabaron haciendo.

Si Pablo pudo asistir con frecuencia a las sinagogas, incluso regularmente dentro de una misma ciudad, es porque los judíos aún le consideraban uno más, parte de su comunidad, no un intruso externo.

Por eso le escuchaban, atendían a sus argumentos y muchos se convertían. El mismo Pablo nos muestra, en su carta a los romanos, que entre los primeros cristianos había amplia libertad para la celebración de fiestas y días sagrados (Romanos 14:5-6), junto a la repetida idea de que todos se reunían el domingo para partir el pan, lo cual hace compatibles las reuniones dominicales con la asistencia a la liturgia de la sinagoga los sábados si así lo deseaban.
Sabemos que al menos parte de los cristianos siguieron asistiendo al culto de la sinagoga los sábados, precisamente porque allí se celebraba la liturgia, la adoración a Dios, hasta el punto de que poco antes del año 80, los judíos deciden expulsarlos de ellas incorporando entre los rezos una maldición o excomunión contra los cristianos que todos los participantes debían pronunciar al inicio.
De todas formas, desde muy pronto las sinagogas habían ido haciéndose hostiles a los cristianos, así que cada vez eran menos los que asistían a ellas, sin contar con los procedentes del mundo gentil, que imaginamos nunca asistirían.

Por eso según los textos que tenemos y que veremos después, ya antes de ésa expulsión, los cristianos habían comenzado a desarrollar su propia liturgia. Y como es lógico, ésa nueva liturgia será al principio una mera adaptación cristiana del modelo litúrgico de la sinagoga, que es el modelo con el que estaban familiarizados. Veamos cómo surgió.
NACIMIENTO DE LA LITURGIA
Y cierto día Pedro y Juan subían al templo a la hora novena, la de la oración. (Hechos 3:1)
Y cierto día Pedro y Juan subían al templo a la hora novena, la de la oración.
(Hechos 3:1)












Es muy probable que no solo Juan, sino otros apóstoles también, participaran en el establecimiento de la base de la liturgia católica. En esa época de iglesias locales diminutas y muy dispersas, la cohesión de la Iglesia se debía a la cohesión de los propios apóstoles (cuando ya no haya apóstoles se tendrá que reestructurar el obispado para asumir sus funciones).

Puesto que todos los apóstoles enseñaban lo mismo, todas las comunidades iniciales compartían la misma doctrina.
Si la liturgia católica fuese el producto de decisiones espontáneas dentro del seno de esas iglesias locales de la segunda mitad del siglo I, entonces a finales del primer siglo nos encontraríamos con muchas formas totalmente diferentes de realizar la misa, producto de muy diversas influencias e innovaciones.
Lo que vemos, en cambio, es todo lo contrario. Desde los primeros testimonios, aún en la era apostólica, hasta las misas católica, ortodoxa y anglicana actual, herederas de la liturgia primitiva, la esencia (dentro de su variedad formal) es la misma en todas partes.

Esto hace pensar que ya los mismos apóstoles se pusieron de acuerdo en las bases de ésa liturgia al igual que se pusieron de acuerdo en otros temas (aunque para desesperación de algunos no dejaron por escrito la mayor parte de lo que hicieron, dijeron o decidieron).

Curiosamente, los únicos cristianos que se han alejado totalmente de las celebraciones dominicales de la Iglesia primitiva han sido los protestantes, especialmente los evangélicos, quienes han abandonado la liturgia tradicional precisamente en un honesto intento de recuperar el espíritu inicial de las celebraciones de la Iglesia primitiva. Una vez más, buenas intenciones pero erróneas.
Ya hemos visto que en el libro de Hechos nos dicen que nada más nacer la primera comunidad cristiana, la iglesia de Jerusalén el día de Pentecostés, se caracterizaba por cuatro aspectos:
“Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones.” (Hechos 2:42)
Los cuatro puntos están contenidos en la liturgia de la misa católica: escuchar la enseñanza de los Apóstoles (lecturas bíblicas), la fracción del pan (Eucaristía), y las oraciones (rezos y plegarias). El cuarto punto, la participación en la vida común, es un aspecto más global que implica no solo la convivencia en la misa sino toda la vida parroquial.
EL TESTIMONIO DE PABLO
San Pablo
La primera carta a los Corintios de Pablo, en su capítulo 11, también está tratando con asuntos que hoy llamaríamos litúrgicos, dando instrucciones sobre algunos puntos de la celebración dominical que no se están cumpliendo bien, sobre todo sobre la Eucaristía, que al parecer muchos no acaban de comprender bien, y también pidiendo que las mujeres se cubran la cabeza durante la celebración y los hombres se la descubran.

Son aclaraciones tanto teóricas como prácticas y muestran claramente que la celebración religiosa no es una simple reunión donde los cristianos se juntan a rezar, sino una ceremonia con normas que hay que cumplir.

No se dedica Pablo a describir las normas, sólo a corregir varias desviaciones, pero en ésas desviaciones vemos la existencia de normas formales y de sacramentos, así que ahí comprobamos claramente que existe en las comunidades mucho más de lo que los escritos bíblicos registran, lo cual no es de sorprender.
La petición de que las mujeres lleven velo es algo que los católicos respetaron desde el siglo I hasta mediados del siglo XX, pero que lamentablemente hoy en día, los católicos al igual que los protestantes, desobedecen.

Curiosamente todos cumplimos el precepto de que los hombres deben llevar la cabeza descubierta, pero si hoy se pidiera a las mujeres que se la cubran en la iglesia se consideraría una afrenta machista. Y sin embargo, a nadie le parece discriminatorio el que no se permita a los hombres estar en la iglesia con gorra o sombrero (algo muy habitual en algunos países):
Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza. (1 Corintios, 11:4-5) […] Por lo demás, si alguien es amigo de discusiones, le advertimos que entre nosotros se acostumbra usar el velo y también en las Iglesias de Dios. (1 Corintios, 11:16)
El reproche de no celebrar bien la eucaristía iría ahora dirigido a la mayoría de los protestantes:
Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor” (1 Corintios 11: 20).
En cualquier caso, Pablo reprocha a los cristianos de Corinto el que no están celebrando el día del Señor de manera adecuada, y eso hace que su celebración en lugar de darles gloria les esté incluso haciendo mal.
Y ya que les hago esta advertencia, no puedo felicitarlos por sus reuniones, que en lugar de beneficiarlos, los perjudican.” (1 Corintios 11:17)
Y a continuación Pablo dirige dos nuevas amonestaciones a la Iglesia de Corinto: porque no celebran la Eucaristía con la debida frecuencia y porque no se la toman en serio. Dos quejas que podría dirigir igualmente a muchas denominaciones protestantes de hoy en día. Lo podemos leer en Corintios 1, 11:17-34. Una de sus frases es la siguiente:
Por lo mismo, quien come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, se hará culpable de haber profanado el cuerpo y la sangre del Señor. (1 Corintios, 11:27)
Noten que Pablo no dice que se hará culpable de haber profanado “la memoria del Señor”, sino de haber profanado “el cuerpo y la sangre del Señor”. No habla del pan y el vino como una alegoría, sino como el mismísimo cuerpo y sangre de Jesús

Que Jesús pudiera hablar en metáforas es una cosa, pero en éste pasaje no puede decirse que Pablo estaba predicando “en parábolas”. No estaba predicando, estaba dando instrucciones muy claras y con un lenguaje totalmente práctico y directo. Pero es que a continuación añade:
Porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación. (1 Corintios, 11:29)
“Discernir” es entender, comprender lo que está comiendo y bebiendo. Cualquiera puede ver que éso es pan y vino, pero para saber que a un nivel más profundo, estamos ante el cuerpo y la sangre de Cristo es necesario discernimiento.

Si Juan nos dice que comer el cuerpo de Cristo nos da la Vida, Pablo nos repite lo mismo pero en negativo: quien lo come sin ser consciente de lo que está comiendo, a sí mismo se está condenando.
Estas palabras de Pablo nos indican claramente que para él no estamos ante un memorial de Jesús, como afirman los protestantes, sino ante un auténtico sacramento, más concretamente ante la presencia real de Cristo, punto central de la misa católica.

Por ello, parece claro que las reuniones cristianas donde se parte el pan son en realidad desde el principio auténticas misas, y no meras asambleas.

La palabra “misa” (aparecida posteriormente) viene de la fórmula latina final “ite, missa est“, que significa probablemente “marchaos, [el sacrificio] ha sido puesto”. Y ése sacrificio es el del Cordero de Dios, la Eucaristía, siendo ésta, el elemento central de toda la liturgia cristiana.
Pero hay más reproches que hacer, o sea, más normas que se han quebrado.
Sin embargo Pablo no las desgrana en su carta. Sólo menciona que hay más y que ya se ocupará de ello y así termina el capítulo diciendo: “Lo demás lo arreglaré cuando vaya.” (1 Corintios 11:34).

Y ese “lo demás” parece referirse a cuestiones de organización de las reuniones dominicales, o sea, las misas. Todo ése capítulo trata de eso y no cambia de tema hasta el capítulo siguiente, que empieza diciendo “Con relación a los dones espirituales…”.
Esto es prueba de que Pablo consideraba que la celebración dominical tenía ciertas normas formales que había que cumplir si querían sacar provecho. Eso apunta hacia una liturgia, no un simple reunirse para alabar a Dios desde el corazón.
También en algunas epístolas encontramos insertados textos de naturaleza psálmica, como en Colosenses 1, 15-20 y Filipenses 2:6-11.
Si comparamos el texto claramente epistolar anterior y posterior a esos fragmentos vemos que pasa de dirigirse a sus lectores a recitar un himno, que ni en estilo ni forma tienen nada que ver con el lenguaje del apóstol.
Estos himnos muy probablemente son composiciones poéticas que la Iglesia primitiva usaba ya en las celebraciones de la Eucaristía y otras liturgias.
Con frecuencia están influidos por especulaciones de tipo filosófico o sapiencial y por otras diversas tradiciones judías. Pablo simplemente los recogió e incrustó en sus escritos.
EL TESTIMONIO DE JUAN: EL APOCALIPSIS
Apocalipsis - Juan y el ángel
Apocalipsis – Juan y el ángel
Tampoco resulta sorprendente que Pablo y los apóstoles, que habían sido devotos judíos, pensaran que una liturgia era necesaria para la correcta adoración de Dios.
En el judaísmo ya existía una liturgia muy precisa y elaborada.

Y de hecho, la liturgia católica muestra muchísimas herencias judías en su misa (más información sobre esto al final), empezando por la propia Eucaristía y la oración de acción de gracias y siguiendo con los salmos y cánticos y peticiones; así como ciertas alabanzas o preces repetidas a coro por toda la comunidad, que son idénticas a las que aparecen en el Antiguo Testamento, por ejemplo:
“¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3)
Esto, combinado con otras recitaciones del Antiguo Testamento es lo que da nuestro moderno canto del “santo”:
“Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el Cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el Cielo.”
Este ejemplo concreto era usado tal cual, en la liturgia judía y de ahí pasó directamente a la cristiana que todavia usamos.
Ya en el mismo siglo primero, vemos citar el “santo” por el papa Clemente I, en el año 96, y también vemos su rastro recogido en el Apocalipsis, escrito probablemente solo unos pocos años antes:
“Y repetían sin cesar, día y noche: «Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá».” (Apocalipsis 4:8)
Adoracion celestial - ApocalipsisEse mismo capítulo 4 y también el 5 nos describe una escena de adoración celestial, de cómo Dios recibe de sus santos gloria en el cielo.

Para cualquier católico moderno ésa escena tiene cierta familiaridad, pues algo parecido es lo que hace la liturgia católica.

En ésta escena, vemos a Dios invisible pero presente en su trono de oro. Y alrededor están los ángeles y los santos. Se recitan ciertas frases y los santos se levantan, se arrodillan, responden con otras recitaciones, todos a coro.
Cada uno de los cuatro vivientes tenía seis alas y eran todo ojos por fuera y por dentro. Día y noche proclaman sin descanso: — Santo, santo, santo, Señor Dios, dueño de todo, el que era, el que es, el que está a punto de llegar. Y cada vez que los cuatro vivientes tributan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por siempre, los veinticuatro ancianos caen de rodillas ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive por siempre y arrojan sus coronas a los pies del trono, diciendo: — Señor y Dios nuestro: ¡Nadie como tú merece recibir la gloria, el honor y el poder! Porque tú has creado todas las cosas; en tu designio existían, y conforme a él fueron creadas. (Apocalipsis 4:8-11)
Igualmente en la liturgia católica se realiza un acto de adoración, no solo de rezos, alrededor del Dios invisible pero presente en el sagrario.

En el Apocalipsis llegará luego el Cordero de Dios, Jesús, que hace a Dios visible. Y habrá más cánticos, recitaciones, alabanzas, etc.
Adoración del Cordero…los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; todos tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantaban a coro este cántico nuevo: — Digno eres de recibir el libro y romper sus sellos, porque has sido degollado y con tu sangre has adquirido para Dios gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación, y has constituido con ellas un reino de sacerdotes que servirán a nuestro Dios y reinarán sobre la tierra. Y escuché en la visión la voz de innumerables ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Eran miles y miles, millones y millones, y proclamaban en un inmenso coro: — Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza. Y oí también que las criaturas todas del cielo y de la tierra, las que estaban debajo de la tierra y en el mar decían: — Alabanza, honor, gloria y poder por los siglos sin fin al que está sentado en el trono y al Cordero. Los cuatro seres vivientes respondieron: “Amén”; y los ancianos se postraron en profunda adoración. (Apocalipsis 5:8-14)
De igual modo los católicos durante la misa también se levantan, se sientan, se arrodillan, cantan, recitan, responden, y también en un momento dado anuncian la llegada de “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, y el sacerdote presenta al Dios visible en la forma de la hostia sacramentada. Mostrándola ante todos, mientras los fieles se inclinan o postran; lo cual es mucho menos osado que mostrar al Dios visible en la forma del cordero degollado como hace el Apocalipsis, y ciertamente más práctico y conforme con el mandato de Jesús.

Todas éstas cosas, que para algunos resultan absurdas, las vemos ya claramente reflejadas en el Apocalipsis como la forma perfecta de adoración divina.
Otros fragmentos del Apocalipsis nos muestran el altar, el uso de incienso, las túnicas blancas y otros elementos católicos que ahora muchos protestantes consideran de origen pagano.
La liturgia católica se basa en la liturgia judía, no en la pagana. Si los apóstoles no hubieran llevado esa liturgia (o al menos sus bases y conceptos) a los gentiles, la liturgia actual, que según los protestantes habría sido elaborada por las iglesias gentiles varios siglos más tarde, estaría principalmente basada en el paganismo, no en el judaísmo, o en una mezcla de ambos, pues habrían intentado adorar a Dios a su manera, según los modelos y conceptos que veían a su alrededor y que muchos de ellos habían practicado rutinariamente antes de su conversión. Y sin embargo no es eso lo que vemos en la liturgia, sino un continuo reflejo de la adoración en el Templo, en la sinagoga y en la Biblia.
Muchos exegetas ven en el evangelio de San Juan rasgos litúrgicos. Pero la fuente más clara, como hemos visto, es el Apocalipsis, también de Juan (o tal vez un discípulo suyo). Da igual si consideramos el Apocalipsis como producto de una sociedad que tiene una liturgia concreta o si consideramos que esa sociedad desarrolló su liturgia inspirándose en parte en el Apocalipsis, el resultado es el mismo, esos elementos litúrgicos serían bíblicos y por tanto imposibles de criticar. Al final de este artículo, en el apéndice A, hablaremos más del Apocalipsis.
EL TESTIMONIO DE LA DIDACHÉ
DidacheYa en época de Juan, o sea, aún en la era apostólica, tenemos fragmentos de la Didaché dando instrucciones sobre cómo celebrar la eucaristía y otros apartados litúrgicos de la misa, o sea, nos encontramos aún en pleno siglo primero y con una liturgia desarrollada. Tenemos menciones e instrucciones sobre cantos, oraciones, recitaciones para la consagración etc. Por algo el título completo del libro es “La instrucción (didaché) del Señor a los gentiles por medio de los doce Apóstoles”, y algún exegeta moderno, así como muchos en la Iglesia primitiva, están convencidos de que el anónimo autor del libro es uno de los apóstoles, por eso en muchas iglesias orientales se incluyó al principio este libro dentro del canon del Nuevo Testamento.
Este librito fue redescubierto en 1883, tras muchos siglos perdido. Contiene 16 capítulos, los 10 primeros se dedican a dar instrucciones litúrgicas y los 6 últimos comprenden normas disciplinares. Con este libro se acaba el mito de que las comunidades cristianas del siglo primero se parecían mucho más a las asambleas evangélicas actuales que a nuestras misas católicas. Aunque el libro nos muestra una comunidad judeocristiana, o sea, en la órbita palestina y no bajo la influencia paulina, un católico puede apreciar claramente el inicio de unas normas eclesiales y una liturgia que pocas décadas después se habrá desarrollado en lo que sería la liturgia católica primitiva.

A continuación, citas de La Didaché online para que vea lo que ahora nos interesa, juzgue usted si tales cosas le parecen o no católicas:
Confesarás tus faltas a la Iglesia y te guardarás de ir a la oración con mala conciencia. (Didaché IV, 14) [sacramento de la confesión]
En cuanto al bautismo, he aquí cómo hay que administrarlo: Después de haber enseñado los anteriores preceptos, bautizad en el agua viva, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Si no pudiere ser en el agua viva, puedes utilizar otra; si no pudieres hacerlo con agua fría, puedes servirte de agua caliente; si no tuvieres a mano ni una ni otra, echa tres veces agua sobre la cabeza, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (VII, 1-3) [por tanto se acepta el bautismo por inmersión, por infusión y por aspersión, tal como admite la Iglesia Católica]
[oración para después de la eucaristía] …A nosotros, por medio de tu servidor, nos has hecho la gracia de un alimento y de una bebida espirituales y de la vida eterna. Ante todo, te damos gracias por tu poder. A Ti sea la gloria por los siglos de los siglos. ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para completarla en tu amor. ¡Reúnela de los cuatro vientos del cielo, porque ha sido santificada para el reino que le has preparado; porque a Ti solo pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos! (X, 3-5)
En esta última cita vemos que el pan y el vino son calificados de “espirituales”, productos del poder de Dios (no solo de la naturaleza) y fuentes de vida eterna, no un simple símbolo de recuerdo, lo que encaja bien con la doctrina católica de la transfiguración (base de la misa) y no con la idea protestante de simple memorial simbólico. El resto de las recitaciones ahí citadas son casi lo mismo que recitamos hoy en misa. Comparemos:
Didaché (siglo I): A Ti sea la gloria por los siglos de los siglos.
Católicos (siglo XXI): Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Didaché: ¡Señor! Acuérdate de tu iglesia, para librarla de todo mal y para completarla en tu amor.
Católicos: Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y … llévala a su perfección por la caridad (=amor).” “Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días.

Didachéporque a Ti solo pertenece el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
CatólicosPorque tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Con las mismas palabras o equivalentes, vemos que ésas oraciones de la Iglesia naciente han sido trasmitidas durante 2000 años en el seno de la Iglesia Católica y en el mismo contexto litúrgico que allí vemos. Veamos algunas citas más de la Didaché.
Respecto al óleo de la unción, daréis gracias de esta manera: Te damos gracias, Padre nuestro, por el óleo de la unción, que tú nos manifestaste por Jesucristo, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. (X, 7) [esta bendición se encuentra en la copia copta del libro, pero no aparece en la copia de Jerusalén, por eso algunas ediciones la omiten, aunque no olvidemos que “el óleo de la unción” o santo crisma tampoco es un invento cristiano-pagano, fue instaurado por Dios en el Antiguo Testamento, Éxodo 30:22-25]
Cuando os reuniereis en el día del Señor, partid el pan, y para que el sacrificio sea puro, dad gracias después de haber confesado vuestros pecados. El que de entre vosotros estuviere enemistado con su amigo, que se aleje de la asamblea hasta que se haya reconciliado con él, a fin de no profanar vuestro sacrificio. He aquí las propias palabras del Señor: «En todo tiempo y lugar me traeréis una víctima pura, porque soy el gran Rey, dice el Señor, y entre los pueblos paganos, mi nombre es admirable.»(cap. XIV) [como vemos, se considera aquí la celebración eucarística un sacrificio, o sea, una misa en el sentido católico, en contra de lo que opinan los protestantes. 
Para el cargo de obispos y diáconos del Señor, elegiréis a hombres humildes, desinteresados, veraces y probados, porque también hacen el oficio de profetas y doctores. No les menospreciéis, puesto que son vuestros dignatarios, juntamente con vuestros profetas y doctores.(XV, 1-2) [aquí, en época tan temprana, vemos ya una Iglesia jerárquica]
EL TESTIMONIO DE SAN JUSTINO MÁRTIR
San Justino Martir
Como se puede ver, no sólo tenemos ahí una liturgia primitiva en ciernes, sino que además un católico puede fácilmente encontrar ecos de nuestras actuales recitaciones y doctrinas reflejados allí.

Sin embargo la comunidad palestina de la Didaché es aún una comunidad en plenos inicios, aún en formación, y el librito se limita a comentar puntos concretos, no es un registro litúrgico completo y detallado. Para encontrar la primera descripción litúrgica resumida, pero más o menos detallada, que se conserva, s+olo tenemos que avanzar varias décadas más, hasta Justino el Mártir, que en el año 155 (unos 60 años después de los apóstoles y 170 años antes de Nicea) nos describe cómo eran las reuniones dominicales de los cristianos en una época en la que aún sobrevivían muchos cristianos que habían conocido a algún apóstol. Como cualquier católico podrá observar, lo que San Justino nos describe resumido es claramente una misa católica casi paso a paso. (San Justino, Carta a Antonino Pío, Emperador, año 155):
“El día que ustedes llaman “día del sol” (domingo) tiene lugar la reunión de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Allí se leen las memorias de los Apóstoles (NT) y los Escritos de los Profetas (AT). Cuando el lector ha terminado, el que preside (obispo o sacerdote) toma la palabra para  incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas (sermón)[esta es nuestra  actual liturgia de la Palabra].
Luego nos levantamos todos y oramos por nosotros y por todos los demás donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna [nuestra actual oración de los fieles].
Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el beso de paz. Luego se lleva al que preside, pan y una copa con vino y agua mezclado. El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del Universo por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones [esto es nuestra paz, ofertorio y la  liturgia Eucarística].
Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y todo el pueblo ha dicho “amén”, los que entre nosotros se llaman diáconos, distribuyen entre todos los que están presente parte del pan y del vino aguado sobre los que se dijo la acción de gracias*. [Nuestra Comunión]
*En el griego original habla del pan y el vino “eucaristizados”, inventándose una forma transitiva para un verbo que era intransitivo, enfatizando así la idea de que el pan y el vino habían sido transformados en otras sustancia (transubstanciados) por la acción de gracias. Y continúa San Justino en su Apología Primera:
EucaristíaY este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie es lícito participar, sino al que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no tomamos estos alimentos como si fueran pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, Nuestro Salvador se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que por virtud de la oración al Verbo que de Dios procede, el alimento sobre el que fue dicha la acción de gracias –alimento del que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes– es la carne y la sangre de aquel mismo Jesús encarnado. Y es así que los apóstoles en las Memorias, por ellos escritas, que se llaman Evangelios, nos transmitieron que así le fue a ellos mandado, cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias dijo: ‘Haced esto en memoria mía, este es mi cuerpo’. E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: ‘Esta es mi sangre’, y que solo a ellos les dio parte. [Transubstanciación]
[…] Los que tienen y quieren, cada uno según su libre determinación, da lo que bien le parece, y lo recogido se entrega al que preside y él socorre de ello a huérfanos y viudas, a los que por enfermedad o por otra causa están necesitados, a los que están en las cárceles, a los forasteros de paso y, en una palabra, él se constituye provisor de cuantos se hallan en necesidad [nuestra colecta].
Y celebramos esta reunión general el día del sol [domingo], por ser el día primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo, y el día también en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos, pues es de saber que le crucificaron el día antes del día de Saturno [sábado] y al siguiente día de Saturno, que es el día del sol, aparecido a sus apóstoles y discípulos, nos enseñó estas mismas doctrinas que nosotros os exponemos para vuestro examen.
(Justiniano, Apología I, 65-67)
También en el mencionado libro de Didaché, escrito tal vez al mismo tiempo que algunos evangelios, veíamos ya la descripción de algunos ritos de la misa. Hemos reservado para el final la cita de la Didaché referida a la oración de Acción de Gracias durante la bendición del pan y el vino:
Respecto a la acción de gracias, daréis gracias de esta manera:
Primeramente sobre el cáliz:
“Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos.
Luego sobre el fragmento [de pan]:
“Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos.
Como este fragmento estaba disperso por los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente.”
Y continúa con más recitaciones, oraciones y peticiones, quizá para desesperación de aquellos que ahora acusan a los católicos de usar ritos, repeticiones y oraciones aprendidas de memoria como ejemplo de las costumbres paganas que les han inculcado.
OTROS ELEMENTOS LITÚRGICOS
Paralelo a la acusación de que la liturgia es pagana, se dice que las vestiduras sagradas de los sacerdotes son también un elemento pagano. Fácil es encontrar en la Biblia el concepto de que los sacerdotes deben usar vestiduras sagradas, el mismo Dios así se lo ordena a Moisés y se ocupa de describir minuciosamente cómo deben ser esas vestiduras (Éxodo 28). Pero bastará con este segundo versículo para comprobarlo, pues Dios mismo dice:
Harás vestiduras sagradas para Aarón, tu hermano, que muestren el honor y la dignidad de su función sacerdotal” (Éxodo 28:2).
Si se considera pecaminoso el posible uso de metales y piedras preciosas en la liturgia, de nuevo acudan a la Biblia y vean cómo Dios no solo permite sino que ordena que tales riquezas se usen para alabar a Dios:
Sanctasantorum Templo JerusalénEl Señor dijo a Moisés: Ordena a los israelitas que me preparen una ofrenda. Después ustedes la recibirán de todos aquellos que vengan a traerla voluntariamente. Las ofrendas que recogerán son estas: oro, plata y bronce; púrpura violeta, púrpura escarlata y carmesí; lino fino y pelo de cabra; cueros de carnero teñidos de rojo, pieles finas y madera de acacia; aceite para las lámparas, perfumes para el óleo de la unción y para el incienso aromático; piedras de ónix y piedras de engaste para el efod y el pectoral. Con todo esto me harán un Santuario y yo habitaré en medio de ellos.(Éxodo 25:1-8).
Quienes consideran que un cáliz de oro es “riqueza de la Iglesia” en lugar de pensar que es “ofrenda para Dios” (todo lo mejor para Él), es que no entiende el concepto bíblico.

Jesús muchas veces dijo que había que repartir el dinero con los pobres, pero nunca criticó las riquezas usadas en la adoración en el Templo de Jerusalén, porque entendía que tales riquezas no eran riquezas para el hombre, sino para Dios, un modo de adoración.

Cosa distinta era y es, las riquezas materiales que el Templo o la Iglesia (o el pastor evangélico) puedan almacenar para sí, pero no es lo mismo una finca o un millón en el banco, que un sagrario de oro o una custodia de plata.

El baldaquino de bronce de San Pedro del Vaticano no es un depósito bancario listo para ser gastado en fiestas cuando haga falta, es un monumento a Dios, hecho para su gloria y alabanza.

Se puede debatir sobre si en unas circunstancias concretas es mejor ofrecer al pobre u ofrecer a Dios, lo que un cristiano no puede decir, sea católico o protestante, es que un cáliz de oro es una ofensa a Dios, que desea que ese oro se reparta entre los pobres en lugar de usarlo para su adoración.

Este concepto no está muy en sintonía con la ideología de nuestros tiempos actuales, pero está al 100% en sintonía con la Biblia, por eso se puede comprender que un ateo critique por ello a la Iglesia (si no hay Dios no tiene sentido gastar dinero en Él), pero no que lo haga un cristiano, sea de la denominación que sea.
CONCLUSIÓN
Como vemos, la liturgia no es un elemento pagano incorporado tardíamente por la Iglesia Católica, sino que es un rasgo consubstancial al cristianismo desde sus mismos orígenes y por lo tanto inspirado por Dios.

Además, sus raíces surgen de la propia Biblia y siguen la estela de la liturgia del Templo de Jerusalén y de su evolución en la sinagoga.

Quien acusa a la liturgia católica de ser un pastiche pagano o simplemente un rito humano; o bien, no conoce a fondo la Biblia ni la historia o bien su afán de crítica le impide discernir sobre esta materia con claridad.

Quien conozca la misa católica bien, no podrá identificar en ella ningún elemento pagano que no se encuentre en la Biblia o en la antigua tradición judía.
También es muy importante recordar, porque hoy a menudo se olvida, que la misa es un regalo de Dios a los hombres (principalmente a través de la Eucaristía), pero sobre todo es un servicio de los hombres a Dios.

La liturgia es la forma que el Pueblo de Dios (el del Antiguo y el del Nuevo Testamento) tiene para adorar a Dios.

Cuando se habla de “mejorar” o transformar la misa, nunca podemos olvidar que la finalidad principal de la misa es la adoración, es Dios, Cristo, y no nosotros, así que debemos asistir a misa con la disposición de adorar y no con la disposición de pasar un buen rato.

Sin pretender descalificar o rechazar el actual rito salido de Vaticano II, sí creemos que los nuevos cambios tuvieron un efecto negativo en algo que hoy todo el mundo parece aplaudir: antes el sacerdote oficiaba la liturgia mirando hacia el tabernáculo, en lugar de mirando al pueblo como hacen hoy.
Si pensamos que la misa es un servicio del sacerdote al pueblo, entonces lo mejor sería así, mirándonos cara a cara, pero si consideramos, como realmente es, que la misa es un acto de adoración del pueblo (presidido por su sacerdote) a Dios, entonces lo lógico es que todos, pueblo y sacerdote, miren al sagrario, en donde habita la presencia física de Cristo.

De ésa manera era imposible olvidarse, como hoy muchos han olvidado, de que la misa es un sacrificio ofrecido a Dios, y no un acto social en donde un actuante debe entretener o enfervorizar al público al estilo de los servicios protestantes.

Lo que ocurría antes no es que el sacerdote diera la espalda a la gente, sino que todos miraban a Dios. Hoy el sacerdote da la espalda a Dios (presente en el sagrario) incluso en el momento central del sacrificio, cuando alza hacia Él la hostia consagrada.
Qué fácil es olvidar la presencia real de Jesús en el sagrario cuando durante toda la misa se le ignora tan descaradamente. De tanto mirar al sacerdote nos olvidamos fácilmente de que no es Él el centro de la misa sino Jesús, allá oculto detrás.
Constantino y la misa como sacrificioSolo si tenemos eso presente nos importará menos lo bien o mal que ha actuado el cura y nos importará más lo bien o mal que hemos sabido nosotros ponernos en presencia de Dios y adorarlo como se merece.

Solo cuando pensamos que el sacerdote es totalmente real y que la presencia de Jesús en el sagrario es practicamente imaginaria, tiene sentido pensar que si el sacerdote, al adorar a Dios, “nos da la espalda” a nosotros, sería absurdo del mismo modo que nos parecería absurdo que si vamos al teatro los actores actuaran de espaldas al público. El teatro se hace para entretener al público, así que se mira al público.

La misa se hace para adorar a Dios, así que se debería mirar a Dios ¿no? Y si el pueblo también mirara a Dios en el sagrario, entonces no pensaría que está mirando la espalda del sacerdote, igual que nadie piensa que en misa se ha pasado el tiempo mirando la espalda de quienes están delante de él.
Pero hoy en día el sacerdote adora a Dios dándole la espalda y nosotros, casi sin querer, acabamos con la sensación de que todas esas cosas que dice y hace van dirigidas a nosotros y no a Dios. Y por éso a muchos les parece la misa aburrida, porque esas frases son repetitivas y ya nos las sabemos, queremos más novedades y más diversión.

Pero la liturgia no va dirigida a nosotros sino a Dios, y tal como vemos en la Biblia y en la historia, ésa forma de adoración le gusta a Él, así que sería un grave despropósito cambiarlo a nuestro gusto porque no está diseñada para complacernos a nosotros sino para complacerle a Él, y tal como vemos en el Apocalipsis, a Él le complace.
Desde aquí lanzamos la propuesta, que muchos considerarán absurda, de que durante la liturgia el sacerdote vuelva a dirigirse físicamente a Dios, al sagrario, y no a los hombres. Solo cuando el sacerdote se dirige al pueblo (lecturas, sermón, etc.) es lógico que nos mire a nosotros, pero durante la adoración, todos -cura y fieles-, deberíamos mirar directamente a Cristo en el sagrario y volver a situar allí el altar, ante Dios, no ante el sacerdote.
Y con este artículo terminamos la serie dedicada a tratar punto por punto todas las principales acusaciones que ciertos protestantes (no todos) han vertido en contra de la Iglesia Católica acusándola de ser una paganización del cristianismo orquestada por el emperador Constantino en el Concilio de Nicea. En esta serie de artículos hemos comprobado que todos los rasgos católicos que sus críticos presentan como novedades tardías, como corrupciones paganas, estaban ya presentes o bien íntegramente o bien en boceto en la Iglesia primitiva.
Pero más aún, podemos decir que si rechazamos el Concilio de Nicea como apóstata y consideramos que allí surge una Iglesia apóstata y paganizada, tendríamos que rechazar el credo de Nicea (aceptado por todos los cristianos) y también la posterior selección de libros que hoy todos consideramos palabra de Dios. Parece que a pesar de las protestas de algunos, todos los protestantes son tan herederos de este Concilio como ortodoxos y católicos y provienen todos de ese mismo tronco que ahora algunos quieren calificar de Iglesia apóstata.
 
MÁS INFORMACIÓN
MISA Y APOCALIPSIS. SCOTT HAHN: LA MISA VISTA POR UN CONVERSO
En este vídeo Scott Hahn, “el más anticatólico de todos mis compañeros protestantes“, como se definía a sí mismo antes de su conversión, nos habla brevemente de cómo la liturgia católica se deriva de, o refleja en, el libro del Apocalipsis:
Scott Hahn, la misa está en el Apocalipsis:
Este descubrimiento, no obstante, no es una novedad, la Iglesia primitiva era muy consciente de este hecho y la Iglesia moderna lo sigue siendo, tal como vemos en el catecismo de la Iglesia Católica, que hablando del libro del Apocalispis nos dice en el artículo 1139: En esta liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.” El mérito de Scott Hahn, en su libro “La Cena del Cordero” está en haberlo sabido divulgar. Tal como él mismo nos comunica en este vídeo: Hay Ángeles En La Misa.
La Iglesia siempre ha tenido esta visión, nunca la ha perdido, pero me temo que muchos católicos no son conscientes de la belleza y la emocionante realidad del hecho de que en la misa estamos rodeados de ángeles y santos y de que nosotros nos hallamos frente al Trono del Cordero. El Apocalipsis no está simplemente describiendo a la Prostituta de Babilonia o la Marca de la Bestia, sino que una cosa que encontramos en todas las páginas del Apocalipsis es esta energía divina de la que participamos cada vez que vamos a misa.
La próxima vez que piense que la misa católica es aburrida y debería sustituirse por un acto mucho más dinámico y divertido, recuerde que a la misa vamos no a divertirnos, sino a adorar a Dios, y si realmente somos conscientes de lo que allí ocurre, nuestro gozo valdrá mucho más que la mejor de las diversiones, pues el gozo alimenta el alma y deja huella, mientras que la diversión solo sirve para pasar un buen rato. Ciertamente el rito de la misa puede evolucionar, adaptarse a los tiempos y las culturas para llegar mejor a la gente, pero su esencia y estructura básica no debe cambiar porque surge de la era apostólica y hunde sus raíces en el pueblo del Antiguo Testamento. Observe cómo el mismo Scott Hahn reaccionó, según sus propias palabras, cuando asistió por primera vez a una misa católica con la perspectiva fresca de quien experimenta una novedad:
LO QUE ENCONTRÉ EN MI PRIMERA MISA, GRACIAS A LOS PRIMEROS CRISTIANOS
Scott Hahn, teólogo evangélico calvinista, cuenta su conversión al asistir a misa en una capilla católica.
Scott HahnAllí estaba yo, de incógnito: un ministro protestante de paisano, deslizándome al fondo de una capilla católica de Milwaukee para presenciar mi primera Misa. Me había llevado hasta allí la curiosidad, y todavía no estaba seguro de que fuera una curiosidad sana. Estudiando los escritos de los primeros cristianos había encontrado incontables referencias a «la liturgia», «la Eucaristía», «el sacrificio». Para aquellos primeros cristianos, la Biblia, el libro que yo amaba por encima de todo, era incomprensible si se la separaba del acontecimiento que los católicos de hoy llamaban «la Misa».
Quería entender a los primeros cristianos; pero no tenía ninguna experiencia de la liturgia. Así que me convencí para ir y ver, como si se tratara de un ejercicio académico, pero prometiéndome continuamente que ni me arrodillaría, ni tomaría parte en ninguna idolatría.
Me senté en la penumbra, en un banco de la parte de más atrás de aquella cripta. Delante de mí había un buen número de fieles, hombres y mujeres de todas las edades. Me impresionaron sus genuflexiones y su aparente concentración en la oración. Entonces sonó una campana y todos se pusieron de pie mientras el sacerdote aparecía por una puerta junto al altar.
Inseguro de mí mismo, me quedé sentado. Como evangélico calvinista, se me había preparado durante años para creer que la Misa era el mayor sacrilegio que un hombre podría cometer. La Misa, me habían enseñado, era un ritual que pretendía «volver a sacrificar a Jesucristo». Así que permanecería como mero observador. Me quedaría sentado, con mi Biblia abierta junto a mí.
Sin embargo, a medida que avanzaba la Misa, algo me golpeaba. La Biblia ya no estaba junto a mí. Estaba delante de mí: ¡en las palabras de la Misa! Una línea era de Isaías, otra de los Salmos, otra de Pablo. La experiencia fue sobrecogedora. Quería interrumpir a cada momento y gritar: «Eh, ¿puedo explicar en qué sitio de la Escritura sale eso? ¡Esto es fantástico!» Aún mantenía mi posición de observador. Permanecía al margen hasta que oí al sacerdote pronunciar las palabras de la consagración: «Esto es mi Cuerpo… éste es el cáliz de mi Sangre».
Sentí entonces que toda mi duda se esfumaba. Mientras veía al sacerdote alzar la blanca hostia, sentí que surgía de mi corazón una plegaria como un susurro: «¡Señor mío y Dios mío. Realmente eres tú!»
Desde ese momento, era lo que se podría llamar un caso perdido. No podía imaginar mayor emoción que la que habían obrado en mí esas palabras. La experiencia se intensificó un momento después, cuando oí a la comunidad recitar: «Cordero de Dios… Cordero de Dios… Cordero de Dios», y al sacerdote responder: «Éste es el Cordero de Dios…», mientras levantaba la hostia.
En menos de un minuto, la frase «Cordero de Dios» había sonado cuatro veces. Con muchos años de estudio de la Biblia, sabía inmediatamente dónde me encontraba. Estaba en el libro del Apocalipsis, donde a Jesús se le llama Cordero no menos de veintiocho veces en veintidós capítulos. Estaba en la fiesta de bodas que describe San Juan al final del último libro de la Biblia. Estaba ante el trono celestial, donde Jesús es aclamado eternamente como Cordero. No estaba preparado para esto, sin embargo… ¡estaba en Misa!
Por Dr. Scott Hahn, de su libro ” La cena del Cordero”.
APÉNDICE B
EL GRAN MILAGRO
Y como regalo final, valioso regalo, les recomendamos el visionado de una película de animación que refleja muy bien todo el milagro que es la celebración de la Santa Misa, para que entienda lo que ocurre en cada momento y para que pueda ver, aunque sea por animación computerizada, todo aquello que pasa pero que sus ojos no pueden ver. Tras ver esta película podrá comprender lo que verdaderamente sucede mientras usted está en misa y podrá así valorar más profundamente la enormidad de lo que acontece en su presencia y de lo que a menudo no somos conscientes. Se trata de la película de 2011 titulada El Gran Milagro, de la productora Dos Corazones Films, dirigida por Bruce Morris, basada en el guión de Luís de Velasco. Aquí puede ver el trailer:
En este vídeo verá un fragmento del sacramento de la penitencia según se muestra en la película:

Aquí vemos la consagración, ese momento mágico en el que el sacerdote se convierte en Jesús mismo y nosotros, penetrando en un plano espiritual carente de tiempo y espacio, podemos unirnos, junto con los ángeles y los santos, a ese momento único en el que Jesús fue (y eternamente es) sacrificado por nosotros.

Aquí tiene el fragmento de la Eucaristía:

Más fragmentos didácticos en el canal oficial de la productora Dos Corazones Films en YouTube. Encontrará los vídeos sobre la Virgen, los ángeles, la Eucaristía, El sacerdocio y el purgatorio.
rodeados de ángeles y santos...
NOTA de PUNTADAS CATOLICAS:
Este artículo describe maravillosamente lo que es la misa, sustenta sus enunciados en la Biblia y en documentos de los primeros cristianos o primeros padres.

La opinión respecto a los cambios acontecidos a partir del Concilio Vaticano II es a nivel personal del autor.

Personalmente también, considero que la manera en que se realiza la misa o liturgia dominical no tiene nada en contra de la Doctrina.
En ningún momento se le da la espalda a Cristo en el Sagrario, puesto que está en la Custodia y también está representado en el sacerdote, que se reviste de Cristo en la celebración.
La misa está descrita en el Apocalipsis y ahí se describe que todos adoran a Dios sentado en el trono y que después aparece el Cordero o el Hijo. Estuvo presente siempre, pero no aparece ante el Padre sino hasta un momento dado.

Es lo que hace el sacerdote al llevar a Cristo Eucarístico y hacerlo presente en la celebración.
Entonces no está dando la espalda a Cristo, puesto que El no está ante el Padre sino hasta un momento dado, aunque está presente siempre.

Y sobre todo, el sacerdote está revestido de Cristo en el momento de la celebración. Es por éso que no puede dar la espalda a Cristo Eucarístico, puesto que él mismo está revestido de Cristo.

Tal vez pudiera decirse en contra de ésto que es un pecador como nosotros, pero definitivamente no puede negarse que está revestido de Cristo, es decir que representa a Cristo en toda la celebración por obra del Espíritu santo.

En todo caso, el altar representaría el trono donde  Dios está sentado ante el que se inmola Cristo por voluntad propia para el perdón de los pecados. Y el sacerdote está delante del altar y los fieles también lo estamos.

En la homilía, muchas veces el sacerdote pasa por delante del altar pero se inclina ante él, al igual que todos los que participamos en la misa.

Por último, Cristo está en el Padre y nosotros en Cristo. Y Dios dijo en el Baustimo de Jesús: "éste es mi hijo amado, escúchenlo"
Y el sacerdote cuando da la homilia, muchas veces lo hace dando la espalda al altar, es decir, obedece como Jesús al Padre y habla en su nombre ante el pueblo que "escucha". Pero antes, pidió permiso, dió honor a Dios inclinándose ante su trono.

Es por ello, que la Iglesia que ha ido madurando guiada siempre por el Espíritu Santo que Cristo prometió en Pentecostés, ha realizado varios Concilios para ir adecuando la Iglesia cada vez más a los deseos de Dios Padre y el Concilio Vaticano II introdujo ésos cambios guiado por el Espíritu Santo y de ninguna manera va en contra de la Biblia o Palabra de Dios ni de la Doctrina aprendida de los primeros padres y los Apóstoles.