La Iglesia es santa

LOS PECADOS DE LOS HIJOS DE LA IGLESIA



Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo 16, 18)

1.- La Iglesia es santa
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Así decimos los Católicos como profesión de Fe en el Credo. Pero ¿por qué es Santa? La Iglesia es instituida por Cristo:
766 Pero la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la Cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG 3 ."Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia" (SC 5). Del mismo modo que Eva fue formada del costado de Adán adormecido, así la Iglesia nació del corazón traspasado de Cristo muerto en la Cruz (cf. San Ambrosio, Luc 2, 85-89).

Cristo instituye a su Iglesia con Pedro como la Piedra sobre la cual se sostiene:
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. Mateo 16, 18-19.

Ese pasaje también muestra que Cristo permanece con la Iglesia, nada la derribará, así como tampoco dejará de ser inmaculada:
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Efesios 5, 25-27.

La Iglesia es Santa porque junto con Cristo forman un sólo Cuerpo. La Iglesia es una con Cristo, y nada que esté manchado puede ser uno con Él. Es por pertenencia a él, como nos dice la semejanza de la vid y los sarmientos (Juan 15, 4-5 ) y por Administración y participación de los Sacramentos (en ellos, Dios comunica su propia Santidad):
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Juan 6, 55-56.

También lo dirá así el Catecismo:
823 "La fe confiesa que la Iglesia... no puede dejar de ser santa. En efecto, Cristo, el Hijo de Dios, a quien con el Padre y con el Espíritu se proclama 'el solo santo', amó a su Iglesia como a su esposa. Él se entregó por ella para santificarla, la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios" (LG 39). La Iglesia es, pues, "el Pueblo santo de Dios" (LG 12), y sus miembros son llamados "santos" (cf Hch 9, 13; 1 Co 6, 1; 16, 1).
Además, la Iglesia es santificada por el Espíritu Santo, enviado por el Hijo:
"Cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia". Lumen Gentium 4.
Y ella, como Madre de los miembros de la Iglesia, los santifica.


2.- El pecado

791 La unidad del cuerpo no ha abolido la diversidad de los miembros: "En la construcción del cuerpo de Cristo existe una diversidad de miembros y de funciones. Es el mismo Espíritu el que, según su riqueza y las necesidades de los ministerios, distribuye sus diversos dones para el bien de la Iglesia". La unidad del Cuerpo místico produce y estimula entre los fieles la caridad: "Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; si un miembro es honrado, todos los miembros se alegran con él" (LG 7). En fin, la unidad del Cuerpo místico sale victoriosa de todas las divisiones humanas: "En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 27-28).

son los miembros de la Iglesia. Esta se puede dividir en tres grupos:
- La Iglesia militante. Que vive en la tierra, en espera de la Salvación.
- La Iglesia purgante. Que se encuentra purificándose en el Purgatorio.
- La Iglesia triunfante. Que reina ya triunfante en la Gloria Celestial.

La primera son los miembros de la Iglesia que se encuentran en Estado de Vía: en esta vida participan ya de la Vida Divina de Cristo, mediante los Sacramentos, y especialmente en la Eucaristía. Este estado de viadores, sin embargo, se ve muchas veces marcado por el pecado, pues sin participar todavía de la Gloria del Cielo, seguimos siendo víctimas del pecado y sus consecuencias.

¿Y qué es el pecado? Es el amor propio que llega hasta el desprecio de Dios, como nos dirá San Agustín. Es un acto egoísta en el que la criatura (ángel u hombre) en el cual se pone a sí mismo en primer lugar, quitando a Dios de su corazón como lo más importante, Sumo Bien, a quien debe su existir.

Como consecuencia del pecado mortal, la persona pierde la Gracia Santificante, que le comunica la vida Divina, y con ello se gana el Infierno.
Lo que es un error es decir ”Los pecados de la Iglesia”. Lo correcto es “pecados de algunos miembros de la Iglesia”.

3.- El pecado original
Como consecuencia del pecado, a inicios de la historia del hombre, todos nacen con privados de la Gracia y con una herida llamada concupiscencia. Ese pecado afecta a la naturaleza humana, y la muerte hace su aparición en la historia humana. ¿Por qué el pecado de uno afecta a todos?
404 Todo el género humano es en Adán "sicut unum corpus unius hominis" ("Como el cuerpo único de un único hombre") (S. Tomás de A., mal. 4,1)
A
sí, la vida de los hijos de la Iglesia se ve marcada por el pecado, y por tanto, un desprecio voluntario de Dios: y sin embargo, la Misericordia Divina perdona siempre. La Iglesia tiene los medios de perdón y santificación gracias a Cristo.
A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Juan 20, 23.

4.- Los pecados capitales


Estos son hábitos o malas inclinaciones que conducen a toda clase de vicios y desórdenes. Se llaman “Capitales” porque viene de “Caput”, “Cabeza” o “Fuente”. Son cabeza y fuente de todos los demás pecados. Estos, a su vez, tienen una raíz común: el egoísmo. Mismo que antepone los gustos propios y caprichos a al Ley de Dios.

Son 7:
- Soberbia. Que es el amor desordenado de uno mismo; conduce a alguien a creerse más de lo que es. Algunos pecados derivados de ella son la vanagloria, la presunción, la vanidad, la desobediencia, la jactancia, la ostentación y la altanería.

- Avaricia. Que es el deseo desordenado de poseer bienes o riquezas. Algunos pecados derivados de ella son la dureza de corazón (no preocuparse por las necesidades del prójimo), el robo violento, el fraude, la traición y la tacañería.

- Lujuria. Que es la inclinación desordenada a los placeres sexuales. Algunos pecados derivados de ella son la fornicación, el adulterio, el incesto, la prostitución, la bestialidad, la masturbación y la violación.

- Ira. Que es el apetito desordenado de venganza. Algunos pecados derivados de ella son el odio, la venganza, el furor, el insulto, la blasfemia, el rencor y la impaciencia.


- Gula. Que es el apetito desordenado de comer y beber. Algunos pecados derivados de ella son la glotonería, la voracidad, la búsqueda del deleite de la comida, sin agradecer que son sustento para la vida; lleva a caer en el alcoholismo, que a su vez lleva a otros pecados.

- Envidia. Que es la tendencia a entristecerse del bien ajeno. Algunos pecados derivados de ella son la tristeza, el odio, la detracción y denigración de la fama ajena.

- Pereza. Que es la tendencia a la ociosidad y descuido de los propios deberes y un debilitamiento de la voluntad. Algunos pecados derivados de ella son la vagancia, la lentitud en el cumplimiento, la negligencia, la pusilanimidad, el tedio, la inconstancia, el tedio y la divagación de la mente.

Para contrarrestarlos, hay que practicar las siguientes virtudes:
- Humildad contra la soberbia.
- Generosidad contra la avaricia.
- Castidad contra la lujuria.
- Paciencia contra la ira.
- Templanza contra la gula.
- Caridad contra la envidia.
- Diligencia contra la pereza.

Además, tenemos los siguientes remedios:
- La vida de Oración. Destaco entre ellas el Rosario, especialmente si se reza diario.
- La mortificación.
- La vida Sacramental, especialmente la Reconciliación y la Eucaristía.
- Los actos de Misericordia.
- Hacer actos de contrición.
- Meditar sobre la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo.
- Contemplar y meditar las virtudes de Cristo y de María Santísima.
- Encomendarnos y acudir con amor nuestra Santísima Madre.


4.- Conclusión
En el estado de vía, nadie puede presumir ser “inmune” al pecado. Es una lucha constante que se vence por ayuda de la Gracia, sin la cual nadie puede hacer nada. El hombre, con sus propias fuerzas, nada logra. Las Gracias obtenidas por la vida de oración y Sacramental son el escudo impenetrable del Cristiano contra el acecho de las tentaciones del mundo, de la carne y del demonio.

Hay que hacer notar que a la Iglesia se le imputad infinidad de pecados, muchos de ellos son exageraciones o mentiras. Me permito recomendar el libro “Leyendas Negras de la Iglesia” de Vitorio Mesori, para concoer algunas de ellas y evitar ser negañados.

Elaboró: Abraham Eliseo Cruz Herrera

Fuentes:
- Catecismo de la Iglesia Católica.
- La Santa Biblia.
- “Los pecados capitales”, de Julio Baduí Dergal.